libertades , noticias , sociedad Miércoles, 13 febrero 2019

Antes de satanizar a los vecinos que no quieren reubicarse podrías leer esto

La caída de los huaicos no es noticia. Ocurre durante los veranos de todos los años. Tampoco es novedoso el clásico reproche de los no-afectados a los vecinos que viven en las zonas de riesgo. La típica y fácil pregunta que lanzan es «si ya hubo desastres en ese sitio, ¿por qué no se van a vivir a otro lado?». 

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Algunas quieren solucionarlo todo con cárcel. Imagen: Twitter

Otros son más fachos. Imagen: Twitter

Otros son más fachos. Imagen: Twitter

¿Es acertado culpar exclusivamente a las familias?

Aunque la pregunta parezca ociosa, dos columnas publicadas hoy aclaran por qué debería evitarse caer en ese facilismo. Una fue escrita por Daniela Meneses y otra por Augusto Rey. Ambos dan más luces de por qué no es tanto una «irresponsabilidad» de los vecinos que se rehúsan a mudarse.

Por ejemplo, Meneses cita el artículo ‘Por qué la gente decide quedarse en áreas vulnerables a los desastres naturales’ del Journalist’s Resource de la Harvard Kennedy School:

«La (variable detrás de esta decisión de quedarse en áreas vulnerables) más evidente es quizás el dinero; o, mejor dicho, la falta de este. Otros factores que influyen en la decisión son el nivel de daño que se prevé; la edad del individuo (sería menos probable que los mayores se muden); si este es dueño o si alquila su hogar; el grado de confianza que tiene en la posibilidad de adaptarse a una nueva realidad; o la relación de su actividad económica con la zona en cuestión».

En síntesis, las causas para no irse suelen ser «fundamentalmente socioeconómicas y no directamente climáticas». Algo parecido aclara Augusto Rey, exregidor de la Municipalidad de Lima (hazle caso a tu excompañero de chamba, Susel, cof cof):

«La gente vive en zonas vulnerables por distintas razones que van desde la estafa de un traficante o funcionario hasta la cercanía al trabajo, la fertilidad del suelo o los circuitos comerciales que traen comida a la casa. También hay ignorancia de los riesgos. Las personas no son tan necias para invertir su poco dinero en una casa, por más precaria que sea, en un lugar que pone en peligro su vida e inversión. Si tuviesen otras posibilidades viables, no lo harían«. 

Intervención: Útero.Pe

Más o menos ya te imaginas lo que le habrían gritado a Evangelina Chamorro. Intervención: Útero.Pe

Pero en Perú tenemos más motivos para que alguien no muestre su disposición a la reubicación. Uno de ellos lo encontramos en el barrio de Belén en Iquitos (Loreto), ese lugar que los medios tradicionales romantizaron como ‘la Venecia peruana’ por estar sobre las aguas del río Itaya.

Los habitantes de ese lugar debían salir de ahí, no solo por la contaminación de sus aguas, sino también porque dentro de algunos años las corrientes del Itaya se juntarían con las del río Amazonas e inundarían todo Belén.

El Estado les otorgó un lugar para reasentarse, pero muchos de ellos no quisieron irse. ¿Por qué? «Porque se originarían inconvenientes como la falta de atención en el mercado de Belén, un lugar de alto movimiento comercial». O sea, porque los vecinos de Belén trabajaban en esa zona e irse significaría perjudicar su sustento económico. Pero no era el único motivo, como consta en esta nota de RPP:

«El secretario de prensa del Comité de Gestión Pro desarrollo de la Zona Baja del Distrito de Belén, Manuel Cayano Pacaya, informó que una de las razones que origina esta medida es que el sector donde serían reubicados, no cuenta con servicios básicos. ‘Nosotros somos moradores de muchos años de Belén y conocemos nuestra ciudad […] tenemos cerca los mercados, los centros de salud y el hospital’, indicó».

Es decir, cuando son reubicados, los mandan a zonas donde no tienen acceso a los servicios básicos. Servicios que muchas veces tardan años en llegar y, mientras tanto, tendrían que perjudicar doblemente sus bolsillos en, por ejemplo, la compra de agua.

Esperamos que después de este post, algunos dejen de buscar la manera de culpar de todo a los más pobres. De nada.