blogs , internacionales , periodismo Martes, 5 diciembre 2006

Dos buenos artículos sobre dos dictadores moribundos

castro0.jpgPrimero, uno de Alonso Contreras, de EFE. Implacable con ambos. Termina así:

Tanto en el caso de Castro como en el de Pinochet, irreductibles partidarios y detractores van acumulando argumentos para, llegado el momento inevitable, intentar que el juicio histórico se incline a favor de unos u otros.
Los dos ancianos, en su momento, aparecerán en los libros de texto como los protagonistas en Latinoamérica de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y el enfrentamiento ideológico que surgió de la Segunda Guerra Mundial.
Uno, desde el Caribe, se erigió en contra de Estados Unidos y aliado de Moscú, y otro, en el extremo austral del continente, se convirtió en el socio ideológico y económico de Washington contra el comunismo.
Ambos tienen en su haber el hecho de considerarse a sí mismos salvadores de la patria y pueden contar por miles los ciudadanos de sus países que tuvieron que exiliarse, levantando un muro que aún separa a familias tanto cubanas como chilenas.
También ambos intentaron, y consiguieron con diversa fortuna, exportar sus ideologías por métodos violentos.
Castro con la internacionalización revolucionaria que llevó a la muerte a numerosos soldados cubanos en Africa, y Pinochet con la Operación Cóndor que unió a dictadores suramericanos en el asesinato y desaparición de miles de opositores.

El otro -recomendado para la polémica en el blog de Martín Tanaka– es del chileno Patricio Navia, publicado en La Tercera. «Pato» Navia no evita rescatar ciertas memorias románticas de la gesta inicial de Castro -contrapuestas al horror que significó Pinochet para la izquierda chilena-, pero finaliza:

En la medida que el socialismo sea capaz de superar el legado autoritario de Fidel, abrazando sus ideales de justicia social, y en tanto pueda dejar atrás su comprensible resentimiento contra Pinochet, profundizando el modelo e introduciendo más justicia social y combatiendo la desigualdad, entonces los dolores y sufrimientos que causaron tanto Pinochet como Castro no habrán sido en vano. Es más, las positivas contribuciones de ambos líderes podrán incorporarse como parte de nuestra realidad. Porque necesita enfrentar el futuro sin cargar con lo bueno y lo malo de las experiencias de Castro y Pinochet, es importante que la izquierda esté preparada en su momento para enterrar—y dejar enterrar—a dos de los hombres que más marcaron los ideales de justicia social en Chile en los últimos 50 años.

Es tiempo de que la izquierda asuma orgullosamente su pasado reciente de éxitos y buen en gobierno—y haga frente a los desafíos de más crecimiento y mayor justicia social—dejando atrás los dolorosos y polarizantes recuerdos de una época que tantos no vivimos pero que todos debemos evitar repetir.

Blog: El lado oscuro de la fuerza (en: desde el tercer piso)

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