cibercultura , Cultura , discriminación , sociedad Jueves, 15 noviembre 2018

El quechua une a Mario Vargas Llosa y a Carlos Cacho… pero no de la manera que esperabas

Te presentamos a la cantante Pierina Caycho, quien interpreta clásicos de la música criolla en quechua desde hace varios años porque —como dijo en este episodio de Miski Takiy— «la identifica como peruana y con sus raíces»:

Por alguna razón que desconocemos ¿rating?, ATV Noticias Edición Matinal, que es conducido por Milagros Leiva, ahora tiene un segmento llamado Talento Matinal donde hace unos días Pierina se presentó para cantar. Terminada su presentación, recibió los comentarios de los ‘jueces’ Paco White Chibolín Bazán y Carlos Cacho. Fue entonces que ocurrió esto:

Atención a lo que dice Carlos Cacho con su mejor voz de diccionario:

Solamente un comentario… ha mezclado una lengua y un idioma, no son dos idiomas. Para ser considerado un idioma, tiene que tener alfabeto y el quechua no lo tenía.

La verdad, no sorprende que una persona pueda hacer semejante afirmación en la señal abierta y que nadie —ni siquiera la conductora (quien además sabe un poco de quechua)— se atreva a contradecirlo ni hacerle notar su ignorancia. ¿Desidia? ¿Pereza? ¿Mala leche? No lo sabemos. De lo que sí tenemos certeza es que Cacho no es el único que piensa así. ¿Cuántas veces has escuchado algo similar? De hecho, en su artículo en defensa de la «hispanidad», Mario Vargas Llosa soltó esta frase:

Qué terrible hubiera sido que todavía siguiéramos divididos e incomunicados por miles de dialectos como lo estábamos antes de que las carabelas de Colón divisaran Guanahaní.

¡Bluagh!

Pero no entiendo, ¿por qué tanto problema?

Sí, lo dijo. Composición: Utero.pe

Sí, lo dijo. Composición: Útero.Pe

En su muy recomendable post «El alfabeto, esa chaveta«, Fernando González-Olaechea argumenta por qué el comentario de Carlos Cacho es purita discriminación y hace muy mal Milagros Leiva en decir «ya, ya» para pasar al siguiente tema y hacerse la locaza:

Lo que hace Carlos Cacho no es un comentario, como él sostiene, es discriminación. El tono despectivo es manifiesto, pero dejémoslo de lado por ahora. Cacho utiliza el alfabeto como elemento segregador: sin alfabeto estás incompleto, eres primitivo, ilegítimo, inferior. Tal comentario forma parte de una vieja mirada de dominación que, sin embargo, es muy vigente. Si a Cacho le interesara saber estas cosas podría enterarse que Walter Ong alguna vez escribió que “la expresión oral es capaz de existir, casi siempre ha existido, sin ninguna escritura en lo absoluto; empero, nunca ha habido escritura sin oralidad”.

Lo que el autor del artículo hace notar es que «la lengua es usada muchas veces como un arma discriminadora». Lo vemos a diario cuando nos burlamos de alguien que pronuncia distinto que nosotros o incluso cuando usamos la palabra analfabeto como un insulto (la cual además está peligrosamente cercana al uso peyorativo de la palabra cholo). González-Olaechea hace notar algo más:

La infeliz participación de Cacho revela, además, un pensamiento profundamente conservador: como el quechua no tuvo alfabeto en algún momento se implica que no lo podrá tener, al menos de manera legítima; es decir, lo que una vez fue siempre será. Y, en consecuencia, se perpetúa su condición subordinada.

Esa idea, que las lenguas son rígidas y que jamás cambiarán, revela lo mismo que la oposición al uso del lenguaje inclusivo por parte del feminismo o los colectivos LGTB: «lo que les incomoda no es el respeto de las reglas gramaticales ni la lexicografía, les incomoda el otro y el cambio«.

Sí, esto es discriminación

OMG SON LO MISMO. Composición: Utero.pe

OMG SON LO MISMO. Composición: Útero.Pe

En su artículo «El mito de la división entre lenguas y dialectos en el Perú«, Luis Andrade (docente PUCP) nos cuenta de dónde viene esa mala costumbre nacional de subordinar idiomas por debajo de otros:

Si bien esta división [entre lenguas y dialectos] se creó en el mundo europeo para distinguir los estándares en formación —como el italiano de base florentina— de los idiomas regionales —como el piamontés, el sardo y el friulano—, rápidamente se adaptó en el espacio americano para subordinar y colocar bajo las lenguas occidentales todos aquellos códigos manejados por los pueblos indígenas, códigos supuestamente carentes de gramática, de alfabeto y, cómo no, de un futuro claro en el mundo moderno.

Andrade comparte también las preguntas que le planteó alguna vez el fallecido antropólogo Carlos Iván Degregori: «¿Qué significará para una persona hablar un dialecto, una lengua incompleta, fragmentada? ¿Qué implicancias tendrá ello para la forma como percibe su pensamiento? ¿Será un pensamiento concebido también como incompleto, pobre, quebrado?». El autor es contundente:

(…) estas distinciones refuerzan la diferencia entre un tipo de ciudadanos, los de primera categoría, y los de segunda clase, con todo lo que eso significa en términos de derechos y oportunidades. Algunos observadores ven en estas jerarquías nuevos tipos de racismo, en el sentido de que distinguen arbitrariamente, desde los espacios de poder, grupos específicos de personas, atribuyéndoles características intrínsecas que las ubican en espacios diferenciados de la vida social.

(Por cierto: el quechua tiene alfabeto oficial desde los ochentas y se escribe por lo menos dese 1560).

Carlos Cacho y Mario Vargas Llosa (nunca pensamos escribir ambos nombres juntos, pero el Perú es una sorpresa eterna) nos han demostrado que este tipo de discursos se mantienen vigentes sin ningún roche. Eso tiene que cambiar.

Diego Pereira

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