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7 partes del libro del próximo ministro de Cultura que provocarán que sea el primer censurado del «Gabinete de la reconciliación»

El espía innoble es un libro de ficción que habla sobre el capítulo más importante de la historia del Perú reciente: cómo y en qué circunstancias se conocieron Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori y los años posteriores hasta 1992.

El próximo ministro de Cultura, Alejandro Neyra, narra esta, su novela, en primera persona, como si nos estuviera contando la conversación que sostuvo con el detective Malko Linge que es, obviamente, una figura de ficción. Linge es inspirado en el personaje principal de las novelas de espionaje del autor francés Gérard de Villiers.

Imagen: Correo

Imagen: Correo

En el libro de Neyra, presentado en julio del año pasado por el periodista Raúl Tola y el politólogo Carlos León Moya, existen tramos tan cercanos a la realidad que durante la inmersión en la lectura es muy fácil olvidar que se trata de una novela de ficción.

En este Útero, atolondrados por la prosa sublime del autor y por su reciente designación, hemos seleccionado todas las veces en que Neyra menciona al exinquilino del penal Barbadillo, Alberto Fujimori, en su novela.

La razón para realizar esta selección no es otra que la absoluta sorpresa, pues el libro del diplomático, si bien es ficción, no oculta en ningún momento su profunda crítica al régimen que dejó al país en el sótano de la moral y la miseria. Alejandro Neyra será el nuevo integrante de un gabinete dirigido por el presidente que liberó, bajo sendas denuncias de irregularidad, al exdictador. Además será ministro de la cartera que tiene bajo su administración al Lugar de la Memoria, detestado desde su concepción por los fujimoristas. 

Dicho esto, empecemos:

1. Cualquier cosa imaginada fue nada comparada al decenio fujimorista

En la página 69 del libro, Alejandro cuenta cómo se vivió desde el extranjero las elecciones de 1990, cuando Fujimori le ganó a Mario Vargas Llosa en segunda vuelta.

La información que empezó a llegar más fluidamente desde el Perú gracias a las agencias internacionales de noticias nos dio una mejor idea de quién era Fujimori y justamente por eso mantuvimos en estado de desánimo pues intuíamos que lo que las encuestas predecían se iba a convertir en la realidad: un descendiente de orientales sería el siguiente presidente del Perú. Las Caretas y Oiga que llegaban de Lima daban algunas claves sobre el origen del ingeniero agrónomo que llegó a presidente de la Asamblea Nacional de Rectores y que se presentó a la presidencia y al senado para, en el mejor de los casos, alcanzar una curul.

En Lima, lo que nos contaban las familias y amigos a los que podíamos contactar cuando algún milagro permitía que las líneas telefónicas funcionaran, era que el conservadurismo había llegado a convencer a las figuras de la televisión como Augusto Ferrando o Gisela Valcárcel, de que salieran a apoyar públicamente a Vargas  Llosa, en tanto el propio cardenal de Lima autorizaba una procesión del Señor de la Milagros en pleno junio, esperando que la providencia divina hiciera que aquel japonés -apoyado además por las iglesias evangélicas y quién sabe qué otras sectas demoníacas- no llegara a palacio de Pizarro.

Todo fue en vano. El 10 de junio los resultados electorales convirtieron a Alberto Kenya Fujimori Fujimori en el nuevo presidente del Perú. Otra historia empezaba. Y cualquier cosa que pudiese haber imaginado fue nada comparado a lo que se vivió aquella última década del milenio en el Perú.

2. Fujimori metiendo cabeza

Esta es una de las partes más divertidas del libro, cuando narra la gira de Fujimori por el mundo después de ser electo y su estancia en Nueva York para escuchar a los gringos y sus propuestas.

El problema de entrada, y en el cual mi colega tuvo que intervenir directamente, fue el de efectuar una precisa y veloz operación de fashion emergency. Alberto Fujimori había llegado con dos ternos, cada cual más viejo, de colores celeste y verde claro, una aberración y una afrenta para cualquier neoyorquino -más si es de la casta de los diplomáticos o, peor, de los hombres de finanzas-. Si a eso se le sumaba unos mocasines viejos y una extraña predilección -quizás una arraigada costumbre oriental- por las medias blancas, Fujimori iba perdido. Así que lo primero que le encargó el embajador a mi amigo fue que acompañara al presidente a una tienda de Manhattan para comprarse un par de ternos decentes, antes de aparecerse en cualquier reunión. El problema es que, por supuesto, aquellas compras debieron hacerse con el dinero de un pobre segundo secretario pues Fujimori rápidamente aclaró que había ido solo con unos cuántos dólares que debía guardar para comprar recuerdos para sus hijos, en especial para su engreído Kenji – el más pequeño de todos, con apenas diez añitos-.

3. Fujimori más vago que Lucho

El relato continúa en la página 80, donde recuerda que el entonces electo presidente le encargó todo a Hernando de Soto. Con «todo» nos referimos a lo que luego fue el «fujisock» para reinsertar la economía peruana al mundo.

Apagado aquel incendio inicial, la delegación peruana empezó a discutir los problemas de fondo. Fujimori, por exceso de confianza o simple incapacidad, delegó todo en Hernando de Soto, cuya ortodoxia liberal y oportunismo acomodaticio -ciertamente había rápidamente pasado de apoyar a Vargas Llosa para plegarse al bando ganador en las elecciones- convenció al ingeniero de las líneas maestras de lo que en la práctica era el «shock» que tanto había denostado en la campaña y que llevaría al Perú a reinsertarse en el sistema internacional.

En las reuniones, Fujimori buscaba esconder su inexistente inglés y su poco dominio de los términos económicos, bajo el camuflaje del hermetismo y serenidad orientales. En la realidad -esto es siempre en versión de mi colega- «el Chino» no tenía idea de nada y se quedaba viendo el panorama de rascacielos.

4. «Turista pobre»

Página 81. No vamos a hacer ningún comentario con respecto a esta parte.

Frente a eso, la «música celestial» que mencionó Camdessus fue solo una de sus muchas frases de entusiasmo que se sumaban a las de elogio hipócrita para nuestro inexperto y desaliñado presidente, quien solo contaba los minutos para poder escaparse a vitrinear por aquella ciudad que lo deslumbraba y comprar sus peluches o gorritas en una de esas tiendas de souvenirs para turistas pobres, cuyo sueño máximo es tener una pequeña imitación de la estatua de la libertad en la salita de su casa.

5. Fujimori el angurriento

Página 85. Solo lean:

No, pensaba yo entonces, alguien como Fujimori no podía ser ingenuo ni actuar llevado de las narices por alguien más.

Luego de lo que me contaría Malko Linge unas semanas después, me daría cuenta de que, por un lado, tenía la razón y había premeditación -y no poca angurria- en Alberto Fujimori, pero que al mismo tiempo estaba empezando a ser controlado para algunas cosas por un svengali místico y militarista, moderno y mafioso: Vladimiro Montesinos.

Página 103:

(…) Era la suya la historia de un migrante con ansias de triunfar, de salvar cualquier valla que pudiera ponerle su propio origen, y, finalmente, había sido extremadamente arriesgado como para tomar la decisión de formar un partido político y convertirse en candidato presidencial. Su ambición no tenía límites, pero no era solo política. Él había vivido en condiciones difíciles cuando pequeño y una de sus metas era tener una posición económica acomodada; había pensado que con su personalidad metódica y dedicación, en su caso la política podía ser una forma de asegurarla.

6. Dime con quién andas…

Página 125. En esta parte el escritor y Malko Linge hablan sobre la lucha contra el terrorismo y el apoyo de Estados Unidos si Perú se comprometía en otros espacios como aplicar su plan económico y luchar contra el narcotráfico. Pero esto último, le dice Malko al escritor, no se podía con Montesinos.

-Pero un momento. No pude tener tanto poder. Hay un gabinete, hay unos asesores, está Hernando de Soto.

-Y está Montesinos. Eso es lo que me temo. Que Montesinos haya logrado convencer a Fujimori de que él es el hombre que necesita para hacer inteligencia en el país. Y la verdad, por lo que he visto, creo que he llegado un poco tarde.

-¿No confías en nuestro presidente?

-Digamos que es difícil confiar en alguien que confía en Montesinos. Las ovejas negras hacen su propio rebaño, ¿no crees? Si Fujimori y Montesinos trabajan juntos será muy difícil que el Perú vaya por un mejor… sendero.

7. Finalmente, la simbiosis

Neyra es chévere, por eso durará poco. Imagen: Útero.Pe

Neyra es chévere, por eso durará poco.
Imagen: Útero.Pe

El libro culmina en 1992, antes de que el Perú sufra el golpe de Estado del mismísimo Fujimori. Malko Linge finalmente se va del país, Montesinos ya lo había acaparado todo.

-¡Pero cómo! Si supuestamente Fujimori es un chinito que se hizo de abajo, un oriental trabajador, inteligente, que hizo una carrera, que tiene una familia unida. Un tipo que ofrece honestidad como primera cosa. Y es… ¿Cómo decía su campaña? Mmm… Sí, decía que es «un peruano como tú».

-Quizá justamente ese sea el problema. Puede que como él, cualquier peruano que tenga todo el poder y los recursos del Estado en bandeja de plata, se convierte en un doctor Montesinos cualquiera.

-Quiero creer que no…

-La historia es una. Ojalá me equivoque, pero creo que el Perú necesitaría de un cambio realmente brutal para que todo cambie. O quizás no sea solo el Perú; total corruption is everywhere…

-Sí, supongo que corrupción hay en todos lados.

-Lo triste es que acá la hay cuando existe tanta miseria, terrorismo… en fin. Solo te diré lo que me dijo Montesinos en el desayuno. Igual pronto tendremos que irnos de aquí. Yo… debo partir.

Conclusión: Lean el libro completo y los demás sobre las aventuras de Malko Linge. No se van a arrepentir. Alejandro Neyra es tan chévere que seguro será la primera próxima víctima del mototaxi que ya volvió a calentar sus infames motores.