En Cinta Domingo, 22 enero 2017

Estos son nuestros 22 musicales favoritos de la historia, ordenados cronológicamente

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El musical es ese género que siempre pone a los más y los menos cinéfilos en las antípodas, ya que para apreciar sus virtudes uno debe aceptar como verosímil que los personajes, de la nada, empiecen a cantar y bailar mientras transcurre su día a día. Claro que, con el tiempo, el género ha ido modificando sus convenciones y excusas para acercar al realismo su corazón musical (o enmascararlo desde el videoclip, en otros casos), pero la esencia se mantiene. Lo que empezó como un mero lucimiento de los avances tecnológicos que había alcanzado el cine en el sonido, así como una necesidad de ofrecer espectáculos más grandes para que la gente siguiera pagando su entrada al cine, con el tiempo ha sido manipulado y explotado por todo tipo de autores alrededor del mundo, los cuales exploran sus posibilidades narrativas y estéticas.

Con el estreno de «La La Land» y el augurio de Oscar que vibra en torno a ella, nos animamos a recordar nuestros musicales favoritos: cada redactor de esta página se animó a escoger uno más clásico y otro de los años más recientes. Es así que hemos ordenado nuestros 22 musicales favoritos de la historia, en orden cronológico. Y es seguro que se nos quedaron varios en el camino, pero este es un buen (y ecléctico) punto de partida.

1. «Top Hat» (1935) de Mark Sandrich

“Top Hat” se nos presenta como una comedia de situaciones, pero en verdad es pura fiesta. En esta cinta, la más exitosa de la formidable dupla Astaire – Rogers, la trama se disfraza en la forma de un divertimento de enredos. Fred Astaire es Jerry Travers, un artista que llega al lujoso hotel donde lo espera su amigo y benefactor Horace Hadrwick (traído a la vida por Edward Everett Horton, un popular actor de carácter de la época), para ofrecer una serie de espectáculos de canto y baile. Ahí conocerá a Dale Tremont, interpretada por una Ginger Rogers que encanta con sus mohines y sus mimos de damisela de alta sociedad. Travers quedará prendado de ella instantáneamente y ese será el comienzo de sus problemas, los cuales querrá sortear zapateando coreografías de tap y entonando las luminosas melodías de Irving Berlin.

Ninguno de los noventa minutos que dura esta cinta tiene pierde. Es la cima del espectáculo de un Hollywood de Edad de Oro. No es exageración. Lo tiene todo: una historia con engranajes bien articulados (cada nuevo embrollo que se presenta se siente orgánico y coherente), un diseño de producción sofisticado pero funcional (los decorados nunca saturan, están al servicio de las necesidades del guion y los intérpretes), una puesta en escena esencial y precisa (los tránsitos, las posiciones, la comedia física, todo en su lugar y en su tiempo), y por último, cuenta con dos de las luminarias más refulgentes del cine de todos los tiempos: Fred Astaire y Ginger Rogers.

El diseño de los encuadres lo hace patente: la mayoría son de medio cuerpo o de cuerpo entero, y estas estrellas lo justificaban plenamente. Ellos no eran actores de rostros sutiles ni de expresividad contenida. Astaire y Ginger reaccionaban con todo su cuerpo, empleaban todas sus extremidades con osadía y encantaban con la claridad de su registro gesticular. Claro, esto se debía a que no eran solo actores, sino también cantantes y bailarines. Aún así, ese carisma traslúcido y resuelto, esa entrega total al baile y al espectáculo, fue lo que logró que esta pareja nos hiciera creer que la vida con música se sienta más viva y, por ende, más real.

Rafael Flores Figueroa

2. «A Night at the Opera» (1935) de Sam Wood

Probablemente la mejor película de los Hermanos Marx. Pasada su etapa en Paramount (y ya sin Zeppo), este trío brillante de comediantes nos regala una película llena de gags y humor tan fino como original.

El frenético argumento del filme nos lleva por un ambiente operístico que no solo complementa la genialidad de la comedia de Groucho, Chico y Harpo, sino que brilla por cuenta propia. La historia —que parecía ser lo de menos en las comedias de estos hermanos— cuenta cómo el supuesto manager Otis B. Driftwood (nuestro entrañable Groucho Marx), se hace un espacio en el mundo musical por medio de argucias, contratando a un joven desconocido que finalmente se ganará el corazón del público en medio de un crucero con destino a Nueva York.

Los números musicales (bien llevados por Harpo y Chico), están presentes en todo el metraje y son realmente espectaculares para la época, y guardan perfecta coherencia con lo que se cuenta, algo sui generis en un filme de los hermanos, por eso nuestra especial predilección por esta cinta. Inolvidable es, sin duda, la despedida en el muelle, en el que el joven enamorado se roba el show cantando a dúo con su pareja femenina, la hermosa canción “Alone”, quizás la mejor escena musical (aunque, realmente, hay para escoger), junto con esa larga secuencia que se desarrolla en la épera, con los gags y el inteligente humor de Groucho y sus hermanos presentes en cada diálogo, escena, gesto. Imperdible.

Camarero: Su cuenta señor.
Groucho: 9 dólares con 40 centavos. ¡Vaya un abuso! (A la mujer que cena con él). Yo que usted no lo pagaría.

Dante Morales

3. «El mago de Oz» (The Wizard of Oz, 1939) de Victor Fleming

Si de musicales clásicos hablamos, «El mago de Oz» es un gigante. De visionado indispensable (aunque cada vez es más raro pillarla por televisión), hablamos de una película tan legendaria que al día de hoy se sigue hablando de las leyendas alrededor de su producción – principalmente porque, como la mayoría debe saber, la realización de este filme fue un completo infierno.

Ahora bien, ¿por qué «El mago de Oz» es uno de los mejores musicales de la historia? Creo que para lograr una gran película del género, la música (por muy bien orquestada que esté) no puede quedar desligada del apartado visual. En ese sentido, «El mago de Oz» no solo ofrece imágenes que quedan grabadas en la memoria por siempre, tengas la edad que tengas al verla por primera vez, sino que sus canciones se han ganado su conocimiento universal con creces. Inolvidable Judy Gardland interpretando “Over the Rainbow”, y esa transición de la opaca Kansas al mundo extremadamente colorido y mágico de Oz.

Honestamente, no hay mayor ciencia con esta película: Victor Fleming nos relata un cuento infantil de premisa simple, con personajes exquisitos que pueden ser fácilmente confundidos con seres unidimensionales, pero nos la cuenta de la mejor forma posible, sumada a la insuperable partitura de Herbert Stothart y Harold Arlen.

77 años después de su estreno, Oz parece un lugar acartonado y ciertamente falso, pero creo que ha envejecido mejor de lo que los escenarios hechos en CGI lo harán. Cada lugar de este reino es palpable, cada nota de este musical es un goce; cada baldosa amarilla de ese camino es un recordatorio a nunca dejar de sorprendernos, una invitación a seguir siendo niños.

Porque la inmortalidad de «El mago de Oz» descansa, después de todo, en la suma de sus bondades. Y aunque Dorothy quiera volver a Kansas, su corazón y el nuestro estarán por siempre en Oz.

Vladimir Soriano Galarza

4. «Meet Me in St. Louis» (1944) de Vincente Minnelli

Este es uno de los musicales más reconocidos de la historia, protagonizado por la bella y carismática Judy Garland (estrella de Hollywood y Broadway que alcanzó la fama interpretando a Dorothy en “El mago de Oz”).

La película se encuentra dividida en cuatro estaciones y a través de cada una se acompaña a una familia acomodada de la ciudad de St. Louis a distintos eventos que irán mostrando el cariño que se tienen y el que le guardan a la ciudad, en especial a su feria, que es vista como un gran y asombroso evento mundial por todos los habitantes del lugar, que parecen andar impacientes por su llegada. De manera bastante natural se irán incorporando excelentes números musicales que no rompen la realidad de la narración, como por ejemplo cuando dos de las hermanas bailan y cantan un número bastante simpático en una reunión a pedido de los asistentes, mientras que en otros momentos, estos segmentos solo enfatizan las emociones de los personajes.

Y si bien el filme en general guarda un tono cálido, alegre y gracioso, que busca afianzar esos lazos de manera bastante armoniosa entre la familia, los amoríos juveniles, los amigos y con la ciudad, también es destacable como se añaden elementos más oscuros, como la hermanita menor, que habla de muñecas muertas y enterradas en el cementerio con una perturbadora y cómica inocencia. Esto último encuentra su punto más alto en la celebración de Halloween, donde podemos palpar mejor todas esas sensaciones al ver todo un tramo a través del punto de vista de este personaje. De manera distinta, pero incluso más notable, durante Navidad, se puede apreciar una gran mezcla entre la felicidad por la celebración y una triste nostalgia por el pasado o el presente que pronto lo será.

Giorgio Lázaro (@Giorz)

5. «Cantando bajo la lluvia» (Singin’ in the Rain, 1952) de Stanley Donen y Gene Kelly

Si de grandes musicales de la historia del cine se tiene que hablar, el primer título que viene a la mente es el de «Cantando bajo la lluvia», tal vez el mejor del género que se haya hecho jamás. Y se trata de muchísimo más que el número inmortalizado por Gene Kelly mientras chapotea por las calles inundadas por la lluvia, que le da el título a la película. Cada número musical, cada nota y paso de baile en pantalla, sirve para conjugar la grandiosidad de una Era Dorada de hacer cine que se ha perdido con el tiempo, en la que la luz del proyector servía para insuflar virtuosismo, para contagiar emoción, para ofrecer un espectáculo farsesco, que hacía todo cuanto estuviera en sus manos para alejarse de una realidad posguerra que aún deprimía al mundo entero. La magia del cine como el mejor vehículo de escape, de fantasía y sueño.

Pero «Cantando bajo la lluvia» es mucho más que números ostentosos y coloridos: es también un documento artístico para entender todo lo que significó el paso del cine mudo al sonoro al final de la década de los 20s, lo cual modificó los modelos de producción de la industria, así como remeció al star system. Es así que «Cantando bajo la lluvia» ofrece un retrato cálido, es verdad, pero a la vez revelador y (dependiendo de cómo se vea) hasta duro de lo efímero del éxito, de las apariencias, de esa falsedad o hasta mentiras que el cine se encarga de consolidar. Es cierto que este musical es alabado y recordado todo el tiempo debido a la complejidad y prolijidad de su puesta en escena, pero me parecía importante también resaltar todo el subtexto que encierra ese detrás de la cortina que revela del séptimo arte.

Claro que «Cantando bajo la lluvia» no sería nada sin ese trío protagónico de lujo compuesto por Gene Kelly, Debbie Reynolds (quien falleció en diciembre del año pasado, lo cual hace el visionado de esta película aún más nostálgico en este momento) y Donald O’Connor, tres leyendas del cine que conjugaron la más increíble de las químicas en pantalla gigante, a pesar de las comentadas riñas que tuvieron detrás de cámaras. Porque la función debe continuar.

Alberto Castro (@mczorro)

6. «West Side Story» (1961) de Robert Wise y Jerome Robbins

Este musical marcó historia, no solo por arrasar en los Oscar de 1961 con 10 premios (que incluyeron mejor película, director, actor y actriz de reparto), sino también por sus icónicos números musicales que narran una de las historias de amor más conocidas del cine. Una adaptación moderna de “Romeo & Julieta” ambientada en el West Side de Nueva York en los años 50, con dos bandas callejeras: los “sharks” que son los inmigrantes que provienen de Puerto Rico y los “jets” de ascendencia europea. Dos jóvenes pertenecientes a bandas diferentes se enamoran y este será el hilo que desatará una violenta pelea entre ambos bandos.

Protagonizada por Richard Beymer, Natalie Wood, Rita Moreno y George Chakiris esta adaptación del musical de Berstein/Sondheim de Broadway bajo la dirección de Robert Wise y Jerome Robbins, el segundo coreógrafo de profesión y encargado de los números musicales de la película, es considerada un clásico gracias a que renovara el género al tratar temas como la violencia callejera, la situación de los inmigrantes, familias divididas y el racismo muy presente en la época. Todo filmado con un dinamismo y energía que logran enganchar al espectador en todo momento desde su prólogo con un número musical con pasos de ballet y la potente banda sonora que acompaña o la competencia de baile al ritmo de Mambo!, donde cada movimiento se siente al ritmo de la melodía y es el momento donde la pareja se conoce.

Una mención aparte al aspecto técnico, desde la deslumbrante escenografía y decorados, así como el vestuario. Un musical completo que encuentra el romanticismo en un lugar donde predomina la violencia, donde todos buscan el sueño americano de poder obtener riquezas y una mejor vida, algo que es notablemente retratado en el número musical más famoso de la película: “America”.

“West Side Story” es de esas películas que no pierden su esencia con el paso del tiempo ni dejan de asombrar al espectador contemporáneo; dejando una notable influencia en el género musical.

Andrei Contreras Romero (@Dacromero)

7. «Mary Poppins» (1964) de Robert Stevenson

El relato sobre esta nana británica que baja de las nubes cuando un niño la necesita, es mágica, un sueño, todo aquello que un menor de edad ha imaginado que podría suceder. Todo es una locura colectiva: gente muere de ataques de risa, merienda en el techo, se meten dentro de los cuadros, vuela con paraguas o baila por los tejados. Y a esto hay que añadirle una cinematografía excelente para su época (los créditos del comienzo son únicos, las escenas que mezclan animación con personajes reales son espléndidas y al día de hoy no se han hecho mejores que estas, y la escena musical por los tejados de Londres es única e inolvidable).

Emplea una narrativa rápida e ingeniosa para las canciones, y equilibrada, académica e impoluta para el resto del filme. Hay que resaltar también unos efectos competentes y eficientes para la época, que llaman la atención por ser maravillosos y llamativos, y unos diálogos graciosos que calan en el público por ser sutiles, dinámicos y oportunos.

Una obra inolvidable e indispensable en la filmografía infantil y familiar, por ser entretenida, agradable y divertida, y por tener buenos mensajes en su interior, tanto para niños como para los adultos.

Omar Cáceres (@Cine_filoso)

8. «La novicia rebelde» (The Sound of Music, 1965) de Robert Wise

Por el año 1966, Robert Wise nos trajo una historia ambientada pocos meses antes de que Austria se uniera voluntariamente a la Alemania de Hitler. “The Sound of Music”, o más conocida como “La Novicia Rebelde”, es una historia de amor en la que una novicia llamada María es enviada a la casa de un viudo capitán por la madre superiora de su convento para cuidar a siete niños y así aclarar sus ideas religiosas respecto al estilo en que debe vivir su vida.

Más allá de lograrlo, nuestra joven amiga protagonizada por Julia Andrews, optaría por vivir plenamente olvidándose de los prejuicios religiosos y formando una estrecha amistad con los niños, para luego caer perdidamente enamorada del viudo capitán, quien estaría a punto de casarse con la baronesa Schroeder.

La cinta terminó siendo un todo un fenómeno cinematográfico y cultural, destronando a «Lo que el viento se llevó» como una de las películas más taquilleras de la historia en su época y compitiendo con «Doctor Zhivago» por 10 nominaciones en el Oscar, llevándose los premios a Mejor Película y Director, a pesar de que todos consideran que la cinta de David Lean tiene mayores méritos que la historia de Wise.

A pesar de que en ciertos momentos la cinta resulta empalagosa, no se puede negar que lo mejor de «La Novicia Rebelde» son los planos aéreos de los Alpes, cuando la banda sonora mezclada por sonidos de viento y pájaros cierra sus coros para oír el fabuloso sonido de “The Sound of Music” entonado por la fabulosa Andrews, una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Como dato curioso, la familia en la que se basa la película existió en la vida real y la película se basa en sus aventuras. Si bien la película transcurre en 1938, María se casaría en la vida real en 1927 y viviría hasta 1938 en Salzburgo hasta emigrar a los Estados Unidos. Pequeños cambios que no cambiar el tenor del clásico de Hollywood.

Renzo Mendoza Sotero (@RenzoMendozaS)

9. «The Rocky Horror Picture Show» (1975) de Jim Sharman

La película nos cuenta la historia de Brad y Janet, una pareja de recién comprometidos que decide ir a ver a un profesor de ciencias de ambos. El auto se les malogra y deciden pedir que les presten una llamada telefónica en un castillo que vieron en el camino. Al entrar, se encuentran con los seres más extravagantes venidos desde el planeta Transexual de la galaxia Transylvania, y liderados por el Dr. Frank n’ Furter, un extraterrestre travesti. Brad y Janet están incómodos y asombrados con este mundo al cual han llegado, pero quedarán atrapados y cambiarán sus preceptos y convicciones para siempre.

También hay un narrador, como un guía omnisciente que se hace llamar el Criminólogo, el cual nos irá dando una especie de reflexiones sobre la condición humana, nuestras luchas terrenales, y nuestras expectativas arraigadas en la moral. La cinta se pasea entre canciones, destripamientos, creaciones metahumanas, como lo es Rocky Horror, y un contrapunto muy específico en cuánto a la moralidad puritana con las costumbres sociales y la liberación del líbido, los deseos carnales y la fluidez sexual. Se han creado hasta rituales, durante décadas, al momento de visualizar la película: normalmente se ve a la medianoche y con actores (básicamente amateurs) que se visten como los personajes, que cantan y actúan las escenas durante las proyecciones.

«The Rocky Horror Picture Show» fue un fracaso de taquilla en su momento, pero se ha convertido en una verdadera película de culto luego de tener más de 40 años de vida.

Terina Flores Castillo (@rosebud8421)

10. «All That Jazz» (1979) de Bob Fosse

Estoy segura de que al enfrentarse a películas como «All that jazz» (1979) hay que hacer esfuerzos para mantener la boca cerrada. ¿Qué es lo que define a un musical? ¿Que los actores cuenten parte de la historia cantando? Sí. ¿Qué la música sea la protagonista? Puede ser. ¿Que prime el espectáculo en cada canción? También. Pues «All that jazz» tiene esto y más desde el principio, al primer grito de It’s showtime’.

No es un musical convencional. De hecho, no es una película contada de manera convencional. El director, Bob Fosse, cuenta la historia de Joe Gideon (Roy Scheider), un coreógrafo obsesivo, mujeriego, fumador compulsivo y desconectado de todo aquello que lo aleje de su trabajo. La película usa el espectáculo para contar la historia cotidiana de quienes son los responsables de que el show continúe. Muchos de los demonios de Broadway y Hollywood son expuestos sin reparos y servidos a la mesa del público sin anestesia.

Con la misma espectacularidad, se sumerge en la cabeza del protagonista para contar su propia historia y dejar al descubierto su intimidad, sus temores, su retorcida manera de ver el mundo y de verse a sí mismo. En este recorrido, planteado con humor y de manera inteligente y compleja, aparece Angélique (Jessica Lange), el ángel de la muerte, que acompaña y ayuda al protagonista a recoger sus pasos.

«All that jazz» no es una película sencilla. Requiere una conexión especial con el espectador para llegar a entrar en su esencia. Se trata de una película inteligente, impúdica, arriesgada, disruptiva…se trata de un hito en la historia del cine musical.

Ganó cuatro de los nueve premios Oscar a los que fue nominada: mejor dirección artística, mejor diseño de vestuario, mejor montaje y mejor banda sonora. Ganó el BAFTA a la mejor fotografía y al mejor montaje y la Palma de Oro del Festival de Cannes.

Kathy Subirana (@Catalina_)

11. «La tiendecita del horror» (Little Shop of Horrors, 1986) de Frank Oz

Seymour Krellborn es un nerd (y esto lo sabemos porque está interpretado por Rick Moranis, el nerd por excelencia más querido de los años 80) que trabaja en una florería en un barrio de mala muerte en Nueva York. Su mayor sueño es conquistar a Audrey, su rubia colega que pareciera que inhaló demasiado helio antes de hablar. Seymour descubre una nueva planta, Audrey II, que vuelve al negocio un éxito a punta de canciones. También necesita sangre humana para sobrevivir.

«La tiendecita del horror» es el remake de una cinta de 1960, dirigida por el experto en bajos presupuestos Roger Corman, quien originalmente creó una bizarra comedia digna de los Monty Python que filmó en dos días para ganar una apuesta y utilizando una escenografía que le dieron al azar – la fachada e interiores de una florería.

Esta maravilla del cine Z fue convertida en un musical y luego en esta delirante película, dirigida por Frank “Yoda” Oz: gracias a sus canciones inspiradas en la música soul y el rock de los años 50, resulta de un humor negro bastante macabro – el final feliz que de seguro más de uno recuerda fue el apurado reemplazo de un grotesco clímax que parecía querer emular a King Kong y La Guerra de los Mundos al mismo tiempo. Por más adorable que parezca (y por más que hable como James Brown), Audrey II es bastante sádica.

Oz reúne a lo mejorcito de la comedia ochentera para esta bizarra comedia; Steve Martin se roba sus escenas como el abusivo dentista Orin Scrivello, en especial su canción “I’m a Dentist”, una oda a los especialistas dentales y su psicopatía con sus pacientes. Imperdible también Audrey II entonando “Mean Green Mother From Outer Space”, la primera canción nominada a un Oscar que utiliza palabrotas; sólo con ese pequeño detalle, es aparente que este era un musical bastante subversivo.

Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

12. «Meet the Feeble» (1989) de Peter Jackson

“Meet The Feebles” forma parte del primer grupo de cintas gore de Peter Jackson. Esta etapa refleja a un director mordaz y malcriado, enamorado de las vísceras y del mal gusto. La cinta en cuestión, sin embargo, se separa del resto por dos características claras. La primera de ellas es que se trata de un musical con números de baile y composiciones originales. La segunda es más excéntrica todavía: Jackson elige prescindir de actores humanos y, en su lugar, emplea marionetas para contar su historia.

La trama relata los entretelones de un elenco teatral que busca trascender a la televisión con un show propio. El realizador aprovecha el escenario para elaborar una sátira implacable, cruel y acertada del mundo del espectáculo. El desmadre intenta abarcar todos los vicios, desde la drogadicción hasta la homofobia, y lo hace mostrando los costados más obscenos de los protagonistas, todos involucrados en algún tipo de ultraje sórdido y vergonzoso.

El resultado es hilarante y descarado. El guion termina convertido en un culebrón que roza el absurdo, pero en ese mundo de marionetas no hace sino volverse más corrosivo y emocionante. A pesar de ser una historia coral, todos los personajes son memorables (debido en gran parte al diseño rudimentario y exagerado de los títeres), y las historias aisladas que son agregadas aquí y allá logran darle más color y dimensión a la cinta. La puesta en escena es excesiva, muy a tono con el escalamiento del disparate dramático.

Ya ni qué decir sobre las canciones, que no tienen nada que envidiarles a otros musicales más prestigiosos. Una de ellas, especialmente, contiene un mensaje apropiadísimo para estas épocas plagadas de conservadores estrechos y defensores de la virtud y las tradiciones. Podemos resumirlo en estos versos, interpretados por el propio director escénico del elenco, el zorro Sebastián: “Esto mejorará su vida sexual aunque al principio les vaya mal / Un acto que los fundamentalistas encuentran difícil de tragar / Así que únanse mientras canto sobre una divertida actividad / Abran bien su anillo… ¡Y prueben por detrás! / ¡Detrás, detrás, detrás, detrás!”. La escena en cuestión, por supuesto, no da lugar a malos entendidos, y lo deja todo muy claro y preciso.

Rafael Flores Figueroa

13. «El extraño mundo de Jack» (Nightmare Before Christmas, 1993) de Henry Selick

Desde su estreno en 1993, “The Nightmare Before Christmas” se ha convertido en un clásico animado para niños y adultos, uno que combina ingeniosamente festividades tan opuestas y semejantes como la Navidad y Halloween, donde lo excéntrico, lo gótico y lo romántico confluyen para contar una historia de soledad, un modelo que luego replicaría Tim Burton en sus posteriores “Corpse Bride” y “Frankenweenie”.

Dirigida por Henry Selick, la cinta cuenta la historia de Jack Skellington, el Señor del mundo de Halloween, quien se queda fascinado con la Navidad, por lo que decidirá apropiarse de ella y mejorarla para el año siguiente. Sin embargo, la visión que tiene nuestro protagonista es contraria al espíritu navideño que imparte Santa Claus, por lo que debe elaborar un plan macabro para secuestrarlo. Claro que, como buena película para niños, en el camino Jack irá entendiendo su error y deberá remediar el caos que él mismo armó para salvar la Navidad.

La técnica de animación stop motion utilizada en la cinta es exquisita, algo que aporta en dureza a una cinta infantil, que en animación 2D dibujada a mano hubiera perdido algo de esa tosquedad que la eleva. Felizmente Disney no la canceló, luego de postergar su realización por bastante tiempo y de querer cortar escenas por su excesiva oscuridad. Algo curioso es que todo el mundo atribuye esta película a la imaginería de Burton, cuando él no la dirigió: lo que pasa es que la cinta revisa todos los temas y formas explorados por Burton en su filmografía, además de ser el responsable de la historia, del diseño de los personajes y de fungir como productor de la cinta. Un sueño para grandes y niños que nunca cansan.

Renzo Mendoza Sotero (@RenzoMendozaS)

14. «Everyone Says I Love You» (1996) de Woody Allen

Una de las películas más encantadoras y singulares de Woody Allen es una comedia musical titulada «Everyone says I love you» (1996). En ella, muy al estilo de Allen, conviven las historias de los miembros de una familia funcional a su estilo, donde el padre, la madre, el ex de la madre, los hijos, sus amigos, sus parejas se relacionan entre sí y construyen una atmósfera cálida, divertida y extravagante.

Joe Berlin (Woody Allen) es el ex esposo de Steffi Dandridge (Goldie Hawn), quien al separarse se volvió a casar con Bob Dandridge (Alan Alda). Sin embargo, entre los tres hay una relación más que amical, cómplice. La situación se plantea de manera elegante, con humor e inteligencia. Steffi y Bob, paradigma de la familia burguesa de Nueva York, se preocupan por la (mala) suerte de Joe con las mujeres, mientras sus hijos representan diversas y desquiciadas situaciones: una es inestable, el otro conservador; otra está a punto de dejar a su prometido, hombre de bien, por un delincuente, mientras las hijas adolescentes se pelean por chicos multimillonarios.

La vida de los hijos, de los padres, y sus relaciones establecen divertidos intríngulis que generan situaciones que incluyen, casi todas, una canción. Esta debe ser una de las pocas películas en las que todos los personajes cantan una canción y en la que Allen logró reunir a una docena de estrellas, muchas de ellas normalmente alejadas de las comedias o que no hemos vuelto a ver en un musical o algo por el estilo.

La banda sonora, como suele suceder con Woody Allen, es exquisita. «Everyone says I love you» es, a pesar de su irreverencia, un homenaje a los musicales y comedias de antaño. Incluye una escena encantadora, inspirada en un musical clásico de Hollywood: «An American in Paris» (1951), protagonizada por Gene Kelly y Leslie Caron. Pero mientras la escena de Kelly y Caron es reposada y romántica, la de Allen y Hawn es mágica y sensual.

Kathy Subirana (@Catalina_)

15. «South Park: Longer, Bigger and Uncut» (1999) de Trey Parker

Estaba muy tentado a poner cierta película de Disney con leones aquí. Pero entonces me acordé de esta cinta de culto. Y para qué engañarnos: todos nos olvidamos que ese par de genios que son Trey Parker y Matt Stone nos regalaron una de las grandes joyas del cine animado musical. Digo esto sin un ápice de ironía, porque «South Park: Más Largo, Más Grande y Sin Censura» es, para los que tenemos la dicha de haberla visto, una obra cumbre en su género.

Un tanto más ligera que las temporadas posteriores de la serie (salió apenas después de la segunda temporada del show), Parker y Stone aprovechan su duración para reflexionar sobre la propia naturaleza del concepto de South Park y sus consecuencias en la cultura norteamericana llevadas a un extremo tan impresionante como inteligente: una película canadiense musical para mayores de 18 con muchas groserías se comienza a hacer popular entre los niños del pueblo, lo que genera un movimiento de padres de familia contra Canadá, lo cual a su vez desemboca en una sangrienta guerra. Y todo narrado a través de canciones cada una más memorable que la anterior. Un logro que ni la misma serie ha podido replicar.

Mountain Town, Up There, La resistance, Uncle F*cker, y sobre todo, la nominada al Oscar, Blame Canada, hacen de esta película uno de los grandes musicales del cine moderno. Es una historia de origen, una crítica a la MPAA, una aventura tremendamente irreverente. No necesitas saber absolutamente nada de la serie ni sus personajes para disfrutarla al máximo. Venga, lo que toda película que realmente se precie debería ser. Un j*dido espectáculo.

Vladimir Soriano Galarza

16. «Moulin Rouge!» (2001) de Baz Luhrmann

Una de las cumbres del posmodernismo fílmico. Este experimento bien pensado de Baz Luhrmann ha recibido opiniones antagónicas desde su estreno. Algunos críticos la rechazan por “desproporcionada” o “vacía argumentalmente”, mientras otros (como Mark Cousins) creen que, para bien o para mal, está película marcó un antes y después en la historia del cine. Es la consolidación del cine digital, y a lo que realmente apuntó desde el principio: crear historias para el gran público. Claro está que la estética pop del filme también apunta a ello. Ambientada en el París bohemio de 1900, «Moulin Rouge!» es la historia de un joven aspirante a escritor (Ewan Mc Gregor) que pronto se ve envuelto en la escena dramática francesa. Posteriormente se enamora de la estrella del Moulin Rouge (Nicole Kidman) y, a fuerza de versos y musicales rutilantes (literalmente), enamora a la mujer más deseada de la ciudad. Esta parece ser la perfecta excusa para lo que se nos muestra después: toda una justificación de la filosofía nihilista que se arrastraba de los noventas, y que rechaza las categorizaciones y hasta —inclusive— la reflexión.

De ninguna manera se puede decir que «Moulin Rouge!» es una mala película, pero sí que bebió directamente de algunos vicios del blockbuster americano promedio. Los detalles digitales en cada una de las escenas musicales parecen hechos en nuestros días y no hace más de quince años, que es cuando se estrenó. Argumentalmente no hay mucho más que contar: es la típica historia en la que amor vence todos los obstáculos aderezado de comedia y melodrama, esta vez en una atmósfera de pura fantasía que ni es ingeniosa ni resulta original. Pero visual y sonoramente es revolucionaria, tal así que podemos ver un híbrido entre el teatro, el cine musical y hasta —por momentos— el arte del cómic. La amalgama de referencias musicales (desde Nirvana hasta David Bowie), la hacen tan poderosa y atractiva que no pierden nuestra atención ni un segundo. Con tantos aspectos positivos como negativos, «Moulin Rouge!» definitivamente marcó un hito en la era moderna del cine.

Dante Morales

17. «Hedwig and the Angry Inch» (2001) de John Cameron Mitchell

Este debe ser el mejor musical que nos ha regalado el presente siglo en pantalla gigante, con un John Cameron Mitchell que adapta el musical de Broadway original que él mismo escribió. Se trata de una obra de culto sobre una cantante transexual de punk-rock y su historia de desamor, enmarcada en una operación de cambio de sexo fallida (a la cual hace referencia el título y esa «pulgada furiosa») y la caída del Muro de Berlín. Es así que la película nos habla del amor y el sexo, del cuerpo y sus constricciones, de la libertad y sus consecuencias, mientras elabora una aventura kitsch, caótica y abrumadora. El corazón de esta película, muy adentro de esa coraza contestataria, es noble y temoroso, aún buscando terminar de definir y asumir su identidad.

El momento cumbre de la película llega con «The Origin of Love», canción que adapta El banquete de Platón, para hablarnos sobre la naturaleza del amor a través de una fábula de seres divididos en dos por dioses malvados, sobre almas que nunca dejarán de buscarse para sentirse completos. Porque eso es básicamente el amor, fuera de las limitaciones de género, de política y de sociedad. El amor como ese todo irremediablemente dividido que tal vez jamás podrá repararse, y que tal vez es el responsable de las rupturas generales del mundo, en todo ámbito. Ese Muro de Berlín, esa Alemania dividida, ese pene mal cercenado, esa ansiedad contenida que eventualmente explota y hace daño, como la manifestación máxima de esa búsqueda de amor no correspondida e irresoluta.

Alberto Castro (@mczorro)

18. «Chicago» (2002) de Rob Marshall

Adaptación cinematográfica del famoso musical de Broadway que cuenta la historia de dos mujeres que cometieron homicidio en los años veinte en la ciudad de Chicago; ambas se disputan la atención de la prensa y tratan de evadir el castigo de su crimen de manera mediática y con la ayuda del abogado más timador. Una historia que muestra cómo la ley es burlada, los medios manipulados, el público ávido de más sensacionalismo, sin importar las consecuencias reales y las víctimas en el camino.

Rob Marshall y Bill Condon otorgan a la historia credibilidad y estructura, haciendo encajar adecuadamente cada número musical dentro del esquema de espectáculo que propone la cinta. El excelente reparto es encabezado por Renée Zellweger, mientras que Catherine Zeta-Jones en el papel de Velma Kelly se luce desde la destreza física de los complicados bailes que debe presenta, y Queen Latifah nos regala su mejor actuación a la fecha, con una performance coqueta de la carcelera convenida y ávara. Pero el secundario que se lleva todos los aplausos es John C. Reilly: con sus pocos minutos en pantalla y su único número musical “Mr. Cellophane” logra conmovernos sin necesidad de una gran voz o complejos pasos de baile.

Los mejores números musicales de la película, y aquellos que se repiten una y otra vez en nuestra memoria, son “Cell Block Tango” y también «We Both Reached for the Gun».

Andrei Contreras Romero (@Dacromero)

19. «Once» (2007) de John Carney

«Once» nos cuenta la historia de un cantante callejero y técnico que arregla aspiradoras, y de una inmigrante checa ambulante de flores y pianista, que se conocerán en su propio hábitat: las calles de Dublín donde suelen pasar casi todos sus días. Escrita y dirigida por el irlandés John Carney, es una película sin pretensiones, y con una naturalidad tan sincera que por eso conmueve. Filmada en 17 días, en donde la cámara se acomoda a su antojo para mostrarnos miradas, rostros con algunas emociones, pero sobre todo para registrar interpretaciones completas de las canciones, en las voces de personajes que viven reprimidos de sus propios sueños o atrapados en la rutina de lo que dejó su pasado. Una cinta que pone a la música en el centro, no porque el género lo reclame y lo imponga, sino porque la música aquí es un puente, un camino que conecta el diálogo de los dos protagonistas.

Sin música no se hubieran conocido, ni siquiera se hubieran podido contar las historias que los vuelven íntimos. Y en esa intimidad musical radica su conexión, aceptando lo que son y lo que no pueden ser, la complejidad de los encuentros inesperados, el no tirar lo pendiente por la borda, el contener el impulso en lo que no es necesario. Las verdaderas conexiones entre seres humanos no necesariamente tienen que ser sexuales: pueden permanecer en el entendimiento con las miradas, siendo por siempre amantes en potencia, pero también habiendo sido el punto de partida para el despegue del uno y del otro.

Terina Flores Castillo (@rosebud8421)

20. «Sweeney Todd» (2007) de Tim Burton

Tim Burton tiene afinidad por los marginados, los freaks, los rechazados por la sociedad; y es que el director de la indomable peluca de loco siempre ha sido un incomprendido, alguien que fue echado de Disney porque su estilo macabro/gótico no iba con la imagen familiar de la empresa del Ratón Mickey. «Sweeney Todd» es justo el tipo de relato hecho para un director como Burton: una oscura historia de venganza que no resulta totalmente deprimente sólo porque todos cantan y bailan.

Es también la última película tolerable que resultó de la eterna alianza entre Burton, Johnny Depp y la novia de turno del director, en este caso Helena Bonham Carter. Depp da rienda suelta a su instinto asesino para interpretar al asesino del título, un barbero que tras “viajar por el mundo y ver sus maravillas”, vuelve a Londres, aquí una cloaca eternamente gris donde a nadie le gustaría vivir. Su cómplice en su venganza en contra del corrupto juez que lo condenó a prisión y le robó a su mujer (el gran Alan Rickman, quien aquí mostró aptitudes para el canto; otro talento más de una larga lista) es la señora Lovett, quien cocina los mejores pasteles de carne de la ciudad, con un ingrediente secreto.

Tras cantar una oda a sus navajas, Todd emprende un derramamiento de sangre digno de Jack el Destripador, imponiendo un nuevo récord en degolladas. A pesar del canto y del baile, «Sweeney Todd» no sacrifica su lado oscuro: es una historia grotesca que parece sacada de las páginas policiales de un diario amarillista. Burton, que siempre ha vacilado entre filmes para todo público y aquellos cargados de morbo para los más adultos, aquí parece dar rienda suelta a sus impulsos más extremos, creando tal vez su versión más cercana de una cinta de terror.

«Sweeney Todd» es prueba de que cuando encuentra el material adecuado, Burton puede sorprender; diez años después y a pesar de que aún sigue trabajando, seguimos esperando que recaiga en la sordidez, sea esta cantada o no.

Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)

21. «Office» (2015) de Johnnie To

Este musical ha recibido mucho menos notoriedad de lo que debería. Quizás ello se deba a que para poder apreciarla totalmente es necesario verla en 3D, ya que así fue concebida. Pero, para mí, no solo es una de las mejores películas del 2015, sino uno de los mejores o quizás el mejor musical del último lustro (y sí, estoy incluyendo a “La La Land”).

Lo que hace el hongkonés Johnnie To es explotar el uso del 3D para hacer una maravilla en el aspecto formal, al otorgar de profundidad de campo a toda la película, como si estuviésemos en un escenario, con un constante dinamismo, pero también mecánico y esquematizado. Ello calza a la perfección con este mundo de colores fríos y de lujos y artificios que brillan, como es el capitalista, el cual se ve plasmado simbólicamente en una empresa, sus oficinas y los negocios que ocurren en ellas. Pero estos escenarios al descubierto, casi sin paredes y que ponen en evidencia que estamos frente a algo ficticio, se extiende a las calles o recintos privados, como si el mundo de los negocios tuviese un alcance tan amplio que llega a extenderse a todos las demás esferas. A través de los bailes y los momentos cómicos se ejerce una triste contraposición a la crudeza del sistema, lo cual permite que se cree toda una crítica a esta realidad donde emergen la corrupción, el engaño y el egoísmo.

Giorgio Lázaro (@Giorz)

22. «Sing Street» (2016) de John Carney

La cinta nos muestra el despertar a la vida de un joven que padece de acoso escolar y que viva con una familia en descomposición en los 80s, el cual encontrará su válvula de escape y su forma de alzar la voz en la música (como a cualquier músico le ha pasado), también usada como pretexto para conocer a aquel amor platónico. Lo mejor es que el relato nunca se detiene a subrayar esos padecimientos y le dedica una mordaz crítica a la iglesia católica como amenaza de la estabilidad de la familia.

La película está llena de claras referencias a la cultura musical y tribus urbanas de la época, los nuevos románticos, la new wave, el post-punk y las canciones originales, escritas por el mismo director, están muy bien engarzadas en la trama y encandilan por el entusiasmo con el que se presentan.

«Sing Street» es una historia sobre el primer amor, pero no es otra historia sobre el amor, ya que nos habla sinceramente de la manera en la que te cambia esa emoción, a ti y a los demás, dándote la sensación de que cualquier sueño está al alcance de tu mano. Es también un hermoso tributo a una época inolvidable, los 80s, y cómo hasta hoy sigue siendo una gran influencia. Y una hermosa muestra de amor a la música, a lo que haces: pese a cualquier problema que te pone la vida en frente, un leve sonido puede transformarte en aquello que en sueños aspiras ser.

Omar Cáceres (@Cine_filoso)

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