noticias Viernes, 11 noviembre 2016

Cuando despertamos, el 4-1 seguía allí

Perú ganó de visita después de doce años en eliminatorias. Goleó a Paraguay en Asunción y se metió en la pelea por el mundial. Rusia es un sueño, ya no una pesadilla.

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Fuente: La República

Había pasado. Esta mañana los peruanos nos despertamos y lo primero que hicimos fue mirar el celular, o prender la tele, o la radio. Y sí, había pasado: Perú le ganó de visita a Paraguay. Y por goleada. Y volteando el partido. Y jugando bien. No nos lo habíamos imaginado. Era cierto.

Después de un triunfo tan rotundo como inesperado, toca poner paños fríos a una ilusión que, como no sucedía hace muchos años, se ha visto absolutamente desbocada. Y, esta vez, con cierta razón. Ayer, la selección mostró que se puede jugar bien en casi cualquier cancha, y, sobre todo, que podemos acostumbrarnos a ganar.

Contra la historia

Nos enfrentábamos a Paraguay, al Defensores del Chaco y, sobre todo, a la historia. Perú nunca había ganado en Asunción, en ese fortín impenetrable que convirtió a Paraguay en uno de los equipos más sólidos de Sudamérica en los últimos veinte años. Y todo se presentaba como la última oportunidad de meternos en la pelea por Rusia, que ahora es más un sueño que una pesadilla.

La selección no salió demasiado enchufada al partido. Tanto así que a los diez minutos ya nos encontrábamos con un gol en contra, producto de una desatención realmente grave de toda la línea defensiva, con Tapia y Ramos como culpables principales. Lo normal, apoyándonos en la historia, hubiera sido que bajáramos los brazos y nos metieran dos o tres goles más. No nos sorprendió que Perú empezara a jugar bien y a llegar al arco. Eso es lo habitual: jugamos bien, generamos ocasiones, pero no las metemos.

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Fuente: SEMANAeconómica

Así terminó el primer tiempo y así empezó también el segundo, con una triple situación con palo incluido que nos hizo creer que, una vez más, este no sería nuestro día. Pero Perú siguió intentando, con la misma idea, tocando, los delanteros desmarcándose y los defensas presionando, hasta que llegó el gol de Ramos, la reivindicación del central que ya jugaba ensangrentado y con una red en la cabeza. La metió Ramos y empezamos a creer, por qué no, que se podía.

Y se pudo. Se pudo porque un tal Christian Cueva ha demostrado estar a la altura de Paolo y de la número 10; porque Corzo –a quien he criticado sin tregua, y por suerte me tapó la boca- nunca perdió una dividida, porque Yotún manejó los tiempos, porque Tapia peleó como si fuera la última vez, porque Flores se ordenó y frunció por una vez el ceño, porque Gallese no cometió ni medio error y porque Paolo aguantó todas. Se pudo porque Gareca esta vez eligió bien y volvió a confiar en casi todos los suyos –menos Carrillo, que mostró tener más talento que todos pero menos regularidad de la que debería-, que han formado un grupo sólido y que mejora partido a partido.

Imposible no recordar la noche en que aplastamos a Uruguay en Montevideo o la goleada a Parguay, también por 4-1 en Lima. Noches de fiesta que no vivíamos hace muchos años. Nadie nos puede prohibir que celebremos.

Ahora, lo que parecía un milagro hace un mes es una realidad: estamos a tres puntos del mundial. Estamos metidos en la pelea. Es verdad que se viene Brasil y que lo más probable es que no ganemos, pero esta vez sí tenemos derecho a ilusionarnos. Hablo de los hinchas, no de la prensa, que se ha dedicado a maximizar clicks y ventas de periódicos vendiéndonos como el mejor equipo del mundo, cuando la realidad es que hicimos un grandísimo partido ante una selección que viene avanzando a trompicones últimamente. Paños fríos, coleguitas.

Pero sí, tenemos derecho a soñar. En este espacio hemos sostenido siempre que Gareca debería quedarse para la próxima eliminatoria, porque ha ido armando un equipo interesante y joven, y debería tener la oportunidad de seguir trabajándolo.

Eso estará por verse, pero el presente nos dice que esta gris mañana de viernes tenemos derecho a sonreír un poco e inflar el pecho. El martes será otra historia, y allí el Nacional y sus cuarenta y pico mil tendrán que demostrar que somos un país, y no solo un equipo.