sociedad Jueves, 1 febrero 2007

Carnaval toda la vida

carnval.jpgEl martes, Sedapal hizo el llamado de costumbre:

«Hemos hecho un cuidadoso manejo del recurso agua durante el 2007 para poder tener reservas este año. Es de suma importancia que la población colabore con Sedapal para que todos tengamos agua sin restricciones», declaró Hilda Abuid, jefa de Relaciones Públicas de Sedapal…

«La gente no solo juega carnavales desperdiciando el agua, sino también malogrando las instalaciones de la empresa, sobre todo los grifos contra incendios. El que tiene agua debe cuidarla para que accedan a ella los que no la tienen», agregó.

¿Y qué creen que dijo, esa misma tarde, el ministro encargado de administrar el agua en todo el Perú, Hernán Garrido Lecca? ¿Acaso salió a apoyar a sus funcionarios? ¿A explicar que si García ganó las elecciones prometiendo «Agua para Todos«, eso implica evitar el absurdo derroche de lo que mis coleguitas llaman el líquido elemento?

No, pues. Ese sería un funcionario de verdad, que intenta ser didáctico para orientar a los privilegiados 2/3 de peruanos que sí tienen agua potable. El ministro salió y dijo que cortar el servicio los domingos sería «una propuesta trasnochada«, que pobrecitos los niñitos, que qué culpa tienen unos de los carnavales de los otros y les pasó la pelota (o el globo con pichi) a los alcaldes.

Y los alcaldes distritales, abandonados a su suerte por Castañeda, tienen que hacer malabares. El de La Victoria (sí, el pionero del Plan Zanahoria en Lima) ya prohibió los carnavales en sus distrito. Pero es lo mismo que con los chupódromos: si no se implementa en toda Lima, la medida no tiene suficiente fuerza como para ser efectiva.

Y como tenemos un alcalde metropolitano única y freudianamente obsesionado con las piletas más grandes del mundo, ¿qué esperanza nos quedaba a nivel macro?: Sedapal.

Bueno, hasta que Garrido Lecca le dio la bendición a esos carnavales y legitimó a los vándalos que se gestan en esas épocas.

Vamos, todos sabemos que la única forma de evitar el caos es suprimiendo el agua los domingos de febrero. No todo el día, claro. Puede ser, qué sé yo, desde las 8 hasta las 5. La idea es que entendamos que estamos en crisis.

A menos que no tengamos ninguna queja sobre la inseguridad ciudadana. A menos que no nos interesen los siete millones (de nuevo: 7 000 000) de peruanos que no tienen agua potable, que pagan diez veces más que nosotros por cada litro que compran a los camiones cisterna.

Ah. Y si el derroche de agua se traslada al sábado, se suspende el agua el sábado. Ya lo dije: situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas (no bendiciones populistas).