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La comunidad transgénero es la más afectada de la pandemia y la menos reivindicada en el mes del Orgullo

Un grupo de hombres intervienen a una mujer transgénero en medio de la oscuridad. Bajan de su auto, la rodean y empiezan a empujarla. Luego de violentarla sexualmente, le cortan el cabello mientras le dicen «ya está pareciendo hombre». Al final, la obligan a ranear bajo el grito de «más fuerte, como hombre». La escena es un extracto de Loxoro, un cortometraje de Claudia Llosa del 2011 que, casi una época después, sigue pareciéndose a la actualidad.

Al inicio de la cuarentena, también se vio a mujeres trans siendo maltratadas ante cámaras, pero no en la ficción. Ejemplos hay de sobra. Los policías que detuvieron a una mujer transgénero para ordenarle ranear y que grite: «Quiero ser un hombre». Otros agentes les impidieron el tránsito durante los días del Pico y Género, porque sus DNI no mostraban el género con el que ellas se identificaban. Los centros comerciales no se quedaron atrás y algunos les impidieron el ingreso.

La pandemia no afecta a todos por igual. Eso es una realidad y la comunidad transgénero es una prueba más. Santiago Balvín, integrante de No tengo miedo, resume así el gris panorama:

«Las personas trans ya vivíamos en una situación de vulnerabilidad. Ya existía la persecución de la Policía y del serenazgo a compañeras trans, trabajadoras sexuales, ya existía desempleo, ya existía violencia familiar. La cuarentena simplemente ha hecho que esto se intensifique mucho más».

Imagen: Observatorio

De los 170 abusos contra la comunidad LGTBi cometidos en 2019, el 48.8% (83) fue contra las personas trans, según el Informe Anual del Observatorio de Derechos LGBT.

A la comunidad trans no solo le llegó el covid-19, sino también el desempleo. La mayoría contaba con trabajos informales. No tenían esos puestos por elección, sino porque la discriminación las empujó a esa situación.

  • Yefri Peña, directora de la Casa Trans de Lima Este explica: «Si esas mujeres, esas chicas ejercen el trabajo sexual es porque no tenemos oportunidades laborales. No conseguimos trabajo fácilmente y nos dedicamos a ser cosmetólogas, a ejercer el trabajo sexual o a ser cocineras«.
  • Santiago añade: «Tenemos trabajos informales porque nuestra identidad, nuestro nombre no representa nuestra imagen. Ahí tenemos muchas más dificultades para acceder a trabajos. (…) Los trans masculinos también estamos en puestos informales como venta de cosas, donde no hay contrato de por medio«.

 

Mira ese 37% que no estaría dispuesto a contratar a una persona trans. Imagen: Ipsos Perú. Imagen: Ipsos Perú

Mira ese 37% que no estaría dispuesto a contratar a una persona trans. Y el estudio es reciente. Imagen: Ipsos Perú. Imagen: Ipsos Perú

Con los donativos de algunos personajes públicos y oenegés, Yefri pudo repartir canastas a sus compañeras de Lima Este. Pero a la semana, recibió el llamado de otras que le decían: «¿Madre, y para mí no hay?». Tuvo que seguir organizándose para continuar ayudando a sus compañeras que se quedaron sin un sol. En total, ayudaron a 70 mujeres trans durante dos meses.

La Casa Trans de Lima Este se inauguró el año pasado, justo a tiempo para ayudar a la comunidad transgénero en tiempos de pandemia. Imagen: Presentes

La Casa Trans de Lima Este se inauguró el año pasado, justo a tiempo para ayudar a la comunidad transgénero en tiempos de pandemia. Imagen: Presentes

La falta de trabajo solo es una de las características de la eterna pandemia de la discriminación que padecen desde que se muestran como son. «No tenemos oportunidades en lo laboral, en la salud, la educación, ni alimenticias. ¿Económicas? Peor», enumera Yefri. «Estamos expuestas a todo y no tenemos ninguna ley que nos defienda».

La casa ha sido el símbolo del refugio en la pandemia, pero para ellas significa el génesis del infierno. «Prácticamente somos expulsadas de nuestros hogares o porque en la casa recibimos violencia transfóbica y decidimos salirnos», cuenta Santiago por experiencia propia. Él se fue hace años, luego de que un familiar suyo lo maltratara al punto de fracturarle un brazo. «Ellas son arrojadas de sus propias familias, vienen (de regiones) con el sueño de llegar a Lima y conseguir algo mejor, pero cuando llegan aquí, encuentran otro tipo de realidad», agrega Yefri con desilusión.

Imagen original: AP

Imagen original: Agencia AP

Con la llegada del coronavirus, la muerte rondó cada uno de nuestros barrios y hogares, pero en el caso de la comunidad trans, el temor de morir siempre estuvo ahí. La esperanza de vida de varias es de 35 años. Yefri revela: «Yo he visto morir a mucha gente, a mis propias compañeras. Las he enterrado y la única sobreviviente de mi grupo soy yo. (…) Muchas jóvenes no llegan ni a los 25 años acá en Perú».

El débil Estado tampoco existe aquí. Ha habido esporádicos donativos de algunos ministerios y municipios, pero nada concreto más allá que una mención honrosa en los discursos presidenciales. Nuestro país no tiene una Ley de Identidad de Género. En el Congreso existe un proyecto que fue presentado por Marisa Glave en 2016, pero que nunca llegó al pleno. La comunidad trans es consciente de que la Ley de Identidad no solucionará sus problemas, pero ayudaría mucho.

Yefri: «Yo sé que no me va a solucionar la vida, pero me va a ayudar bastante en el trato hacia mi persona».

Santiago:«No solo tiene que ver como un tema de reconocimiento de nombre, sino que deben haber ciertas políticas vinculadas a la salud, vivienda, justicia, participación ciudadana, familia, trabajo, todos los derechos fundamentales que no son reconocidos a las personas trans».

Ni Santiago ni Yefri se victimizan. Los abusos son una realidad y las denuncian sin titubeos. Ni él ni ella bajan los brazos cuando se trata de exponer la situación de su comunidad, discriminada incluso dentro del propio mundo LGTBi. La voz no se les apaga y Yefri resume muy bien su espíritu: «Para mí, la vida continúa. No me han matado esos cinco sujetos (que me agredieron) y mucho menos me va matar el covid».