denuncia , discriminación , libertades , noticias , politica , sociedad , violencia Martes, 11 septiembre 2018

La historia no contada sobre la pesadilla de una ex «Avenger» que se atrevió a desafiar el poder de Keiko en Fuerza Popular

La tarde del 13 de octubre del 2016, poco antes de que el Congreso apruebe la Ley Antitránsfugas que convertía en paria a quien renuncie a su bancada, un grupo de parlamentarias se reunió en el baño del Legislativo, el único lugar donde se podía encontrar un poco de la escasa privacidad. 

Todas eran integrantes de la numerosa bancada de Fuerza Popular. Estaban Maritza García, Estelita Bustos, Lizbeth Robles, Betty Ananculí, Marita Herrera, Tamar Arimborgo y Sonia Echevarría. Todas representantes de regiones distintas a Lima.

Esa tarde, el ambiente era de absoluta preocupación, la Ley Antitránsfuga significaba un grillete imaginario, una cadena imposible de romper. Una especie de cárcel dentro de la bancada de Fuerza Popular, donde los carceleros eran los asesores principales de Keiko Fujimori, Ana Herz de Vega y Pier Figari.

Fue Maritza García la que lanzó la idea de votar en contra de la norma. Mientras debatían, según las fuentes consultadas por este Útero, entró al baño la legisladora Alejandra Aramayo, escuchó la conversación y se unió a la intención rebelde.

Una vez acordado, minutos después de dejar el baño, cada una de las legisladoras recibió la llamada telefónica de Pier Figari o de Ana Herz de Vega advirtiéndoles que votar a favor de la Ley Antitránsfuga era un acuerdo de bancada y que de hacer lo contrario tendrían que atenerse a las consecuencias.

Más mala que Merlina. Imagen: Útero.Pe

Ellos son los que siguen.
Imagen: Útero.Pe

Así también se lo advirtieron a Maritza García. Al llegar la hora de votación, tuvo que darle su aprobación a una norma que significaba el encierro. Para ella ese momento no fue el primero que marcaba una fricción con el partido naranja. Su historia comenzó mucho antes y está a punto de terminar en una metafórica decapitación. Pero vayamos por partes.

Lo que mal comienza…

Veinte días antes de las elecciones generales del 10 de abril del 2016, el Jurado Nacional de Elecciones le dio la razón a Maritza García, cuya candidatura al Congreso como representante de Piura había sido retirada por Fuerza Popular sin mayor explicación. Gracias a sus reclamos logró ser candidata. En este video se puede escuchar cómo la actual legisladora se enfrenta públicamente a Karla Schaefer, una de las favoritas de Keiko.

Para cohesionar el grupo en el Congreso, el partido naranja tiene tres formas de conquistar la lealtad:

  • Mediante regalos.
  • Mediante favores.
  • Con amenazas.

Con Maritza intentaron lo primero, lo segundo y finalmente lo tercero. En el 2016, cuando murió su padre, y para disminuir los resentimientos, el partido le depositó siete mil soles en la cuenta para los gastos de sepelio y le envió un ramo de flores. Otras veces se cruzaba con Joaquín Ramírez en el aeropuerto y el ex número dos de los naranjas, aprovechaba para decirle que baje la guardia. Sin embargo, la legisladora continuaba reclamando los malos tratos a los integrantes que no eran de Lima.

El día del debate por la ley contra el transfuguismo, en octubre del 2016, Yeni Vilcatoma, que ya había sido separada de la banKada -aunque luego volvió por razones aún desconocidas- advirtió lo que pasaría en Fuerza Popular con sus demás compañeros:

“Mírenme a mí: si está sucediendo esto conmigo ahora, ¿qué va a pasar con ustedes mañana?”, argumentó la congresista con la voz entrecortada.

Al término de la votación y con la ley aprobada, Maritza García corrió a llorar, nuevamente, al baño. Este fue el primer momento de una pesadilla que duraría varios meses más.

La espada de Damocles

Meses después, todavía en el 2016, cuando aún continuaba el descontento entre García y su exbancada, los medios en Piura difundieron la noticia de que la información de sus estudios de maestría y doctorado no coincidían con la realidad.

En la hoja de vida figuraba que había alcanzado el título pero en realidad solo era egresada. Sin embargo, la congresista se defendió argumentando que ella envió una rectificación sobre la información, indicando precisamente que era egresada en ambos estudios. Pero luego, la acusación cambió. El problema ya no eran sus grados sino sus estudios secundarios.

Un reportaje de Cuarto Poder de febrero de este año reveló que quienes la denunciaban (altos mandos de la Universidad de Piura incluidos) se reunían con la fujimorista Karla Schaefer en el Congreso. La misma a la que Maritza había señalado cuando recuperó su candidatura.

Desde la denuncia, los desencuentros no cesaron y las dudas sobre las intenciones de la hija mayor de Fujimori tampoco.

«Archiven eso»

En marzo del 2017, Yeni Vilcatoma presentó un proyecto de ley para modificar la tipificación del delito de secuestro en el código penal. Su idea era anular los agravantes. Con esto el mayor beneficiado iba a ser Alberto Fujimori, pues con esta norma podía tentar el indulto. Sin embargo, desde Fuerza Popular, ordenaron archivarlo.

Lo mismo sucedió con el proyecto del congresista Roberto Vieira, sobre darle arresto domiciliario a mayores de 75 años. Según fuentes de este Útero, fue la misma Keiko la que ordenó que esos proyectos se manden al olvido.

«Lo último que quería era liberar a su padre», dice a Útero.Pe una de las fuentes consultadas para este reportaje.

A finales del 2017, ante la fuerte presión sufrida como congresista del grupo más poderoso del Legislativo, Maritza García cayó enferma. Tenía cuadros de gastritis, ansiedad, depresión y estrés, así que fue internada en una clínica de Lima.

El llamado de la vacancia

Fue en la noche del 21 de diciembre del 2017 cuando Maritza, en un cuarto de la clínica Centenario en Jesús María, recibió la visita de su compañera de bancada, Tamar Arimborgo, quien fue acompañada de personal de seguridad. El motivo de su visita era llevar el mensaje que Keiko Fujimori tenía para Maritza:

Debía abandonar la clínica firmando un alta voluntaria e ir al Congreso a emitir su voto a favor de la vacancia de PPK.

Para convencerla, le dijeron que el congresista Federico Pariona había vuelto desde Washington a cumplir con su obligación partidaria. Maritza, rodeada, aceptó. Afuera de la clínica la esperaba un auto de lunas polarizadas que la llevó hasta el Legislativo. Una vez ahí, la mantuvieron en el auto por un lapso no tan breve hasta que se acercó la hora de la votación.

Una vez dentro de Legislativo, recibió cuatro llamadas. La primera casi le hizo saltar de su asiento. Era el mismísimo Alberto Fujimori el que hablaba al otro lado del teléfono y le pedía que emita un voto a conciencia porque el país no estaba preparado para una crisis como la que se vendría con la salida del presidente.

La siguiente llamada fue de Keiko Fujimori, quien le indicó, con un tono más de ruego que de amenaza, que el acuerdo de la banKada era votar a favor de la vacancia. La legisladora fue testigo del enfrentamiento entre padre e hija. No sabía qué hacer hasta que vio a Kenji Fujimori ofuscado caminar hacia su despacho. Lo siguió.

Cuando estaban por abordar el tema de la vacancia, entró como un rayo Luz Salgado, acompañada de Alejandra Aramayo, Milagros Salazar y el pastor Gonzales. La veterana del fujimorismo estaba molesta. Su rostro era de furia. Se dirigió al hijo de Alberto. Fue breve.

«¡Si votas en contra de la vacancia, tu hermana mañana se va presa. Ya está su resolución!», tiró la puerta y regresó al Hemiciclo.

Maritza también retornó. Después de zafarse del intento de Aramayo de llevarla a la fuerza a su curul, volvió a recibir la llamada de Keiko insistiendo en votar a favor. No fue sino en la tercera conversación telefónica cuando le dijo finalmente a la lideresa naranja que su decisión sería de conciencia. Con esto, Maritza había firmado su sentencia.

Imagen: Canal N

Bienvenido, Kenji y Maritza viendo la tabla de votaciones. La imagen queda para el recuerdo de aquella única vez en que pudieron ganarle a la dictadura partidaria de Fuerza Popular. Foto: Canal N

Entre parias y calvarios

Fuerza Popular impidió que el grupo de los «Avengers» de Kenji Fujimori, optimistas después de la noche de 21 de diciembre del año pasado, se inscriba como bancada en el Parlamento. Meses después, con la publicación de los #MamaniAudios o #KenjiVideos, los sueños de libertad se difuminaron para siempre.

Kenji, Bienvenido y Bocángel fueron suspendidos del Congreso en lo que duren las investigaciones por tráfico de influencias en su contra. Alberto Fujimori salió libre y toda simpatía que pudo cosechar Kenji entre el sector antifujimorista, vendiendo la imagen de ser víctima de su hermana, desapareció. Finalmente los audios revelaron a otro Fujimori haciendo tratos debajo de la mesa.

Para Maritza el calvario tampoco terminó. De hecho, se agravó.

Después de la no vacancia, el 9 de enero pasado, el grupo de Kenji acudió al local fujimorista en Paseo Colón para dar explicaciones sobre lo que habían hecho. Hasta allí llegó también la legisladora. Cuando le tocó hablar, Lourdes Alcorta intentó jalarla violentamente del brazo, pero la detuvo a tiempo. Ya al frente, Karina Beteta sacó varios recortes de periódicos donde Maritza aparecía criticando a la banKada. «Ahora nos vas a decir en nuestra cara pues. Ahora pues, dilo». Ese día, ella y los demás «kenjistas» fueron notificados de su expulsión de la bancada.

Meses después, el 23 de agosto pasado, el Congreso suspendió a Maritza García por 120 días por «haber mentido en su hoja de vida». Sin embargo, el Ministerio Público, que la investigaba por falsedad, archivó las denuncias en su contra. Pese a eso, su caso ha sido remitido a la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales con destino al desafuero.

Antes de su suspensión, cuando se cruzaba por los pasillos del Congreso con Karina Beteta o Alejandra Aramayo, que fungen de emisarias de las amenazas de los jefes del partido, le decían cosas como «ya te vas del Congreso», «¿ahora qué vas a hacer?», «te has quedado sin títulos».

Maritza adquirió una oficina en Piura, que paga a plazos y que está destinada a ser su lugar de trabajo como abogada al término de su periodo parlamentario. Con el archivo de su denuncia en la Fiscalía, interpuso una demanda para que la universidad le reponga la constancia de sus estudios. Cuando le preguntamos sobre qué pasará si finalmente es desaforada, la legisladora solo se encomienda «a lo que Dios quiera». «Dios me puso en el Congreso. Si me colocó en esta situación de luchar contra ellos (Fuerza Popular), lo haré hasta el final», nos dice.