internacionales , noticias , politica , Tierra Uno Miércoles, 1 noviembre 2017

3 puntos para entender por qué fracasó la independencia de Cataluña

Título original: Cuando la historia lleva el soundtrack de Benny Hill: la no independencia de Cataluña

Para los independentistas fue a lo Monterroso "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí." via El Confidencial

Para los independentistas fue a lo Monterroso «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Imagen: El Confidencial

Si los líderes de dos bandos enfrentados son personajes como Rajoy y Puigdemont, su duelo se transforma en uno de torpezas donde el que más las acumula, pierde. Con la huida de Puigdemont y compañía a Bélgica, la causa del separatismo catalán que capitaneaba se ha decapitado a sí misma.

El pulso entre Madrid y el sector independentista en Cataluña fue más desigual de lo esperado, por una debilidad de sus más altos abanderados tan aguda que, en comparación, hacen ver a Rajoy como un estadista. La aplicación del artículo 155, el último recurso constitucional en caso de problemas con las autonomías dentro de España, reventó como un globo a la República de Cataluña hecha en su 99% con el aire de las palabras que la proclamaban.

No fue precisamente a poner una pica en Flandes. Via @liberal_ojo

No fue precisamente a poner una pica en Flandes. Imagen: @liberal_ojo

El 1 de octubre de 2017, la intervención de las fuerzas de seguridad españolas reforzaron un referéndum por la independencia ilegítimo e irregular. El abanico que se abría para el sector separatista catalán era amplio, dentro de su escaso margen de maniobra. Estas llevaban décadas empujando un escenario para proclamar la separación de España, a pesar de todos los indicadores en contra de la factibilidad de este proyecto:

  • la oposición de la mitad (y probablemente un poco más) de la población catalana,
  • la negativa adelantada de la UE a reconocer al nuevo estado,
  • la poca viabilidad de una Cataluña independiente que perdería mucha de la sinergia económica que obtiene como parte de España,
  • la fragilidad del discurso de ser una «colonia» española llena de dobleces históricos,
  • la evidente falacia de liberarse de un estado opresor siendo parte de una de las democracias liberales del mundo,
  • o de zafarse de la corrupción del gobierno central cuando el autonómico que estaba en manos de los independentistas era tan o más corrupto.

La cáscara vacía del separatismo catalán

Contra la realidad, las palabras fueron llevadas a su extremo inevitable. Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat catalana, estaba encargado de proclamar la independencia ante el muro de los hechos de su imposibilidad y de las consecuencias para él de un hecho claramente sedicioso.

En su primera oportunidad no lo hizo…

…salvo una declaración de «independencia suspendida» que aparentaba traer la física cuántica a la política, en un estado superpuesto de «sí» y «no», pero que finalmente era un gesto cobarde de una mentira que solo podía huir hacia adelante. El gobierno de Rajoy le instó a aclarar la situación para ver si aplicaba el famoso artículo 155 y suspender las competencias de la autonomía catalana.

Tuvo una segunda oportunidad ante el Parlament de Cataluña…

…solo para dejar en manos de los legisladores la secesión. Los próceres de la independencia catalana votaron en secreto por la causa independentista y, en palabras, se había roto el huevo para que nazca una nueva república.

Pero el interior del huevo estaba vacío.

Dentro de la cáscara no había nada.

A las horas y al día siguiente, la vida transcurrió en Cataluña dentro del marco habitual de la legalidad española. Los líderes de la autonomía, como se mencionó al principio, huyeron a Bélgica solo para exigir, desde fuera de Cataluña, la férrea defensa de la independencia. El drama se convertía en comedia y casi se podía decir que tenía un soundtrack perfecto:

¿Qué pasó?

Faltaron elementos que normalmente hacen nacer a otro país, solo para nombrar a los principales:

1. Popularidad

A pesar que los medios e instituciones educativas en Cataluña han empujado por años un fuerte contenido independentista, la idea de separarse de España no convence a la mitad de la población, que la ve como un proyecto descabellado.

El activismo de los independentistas y un discurso agresivo contra sus opositores, sumados a dosis de un nacionalismo muchas veces tóxico, mantuvo a la otra mitad agazapada. La impresión de una aplastante mayoría con fervor independentista fue ilusoria, en tanto en sus propias filas no ha existido mayor reacción efectiva a la continuidad del gobierno español y la suspensión de la autonomía.

2. Control del territorio

El más engañoso de los factores para quienes veían posible la independencia de Cataluña, era el control efectivo sobre su tierra. Las competencias autonómicas que tiene Cataluña son amplias y el dominio continuo de ellas por parte de los partidos independentistas les dio la sensación de manejar un país aparte, al que solo le faltaba un empujoncito.

Pero a España, con todos sus problemas, le ha bastado recurrir a mecanismos constitucionales existentes para mantener el control y espantar rápidamente a los líderes de la secesión. La efectividad de las instituciones en estados que tienen que mantener un prestigio de democracia como el español es doblemente importante: si hubiera recurrido a muestras innecesarias de fuerza como en el 1-O probablemente tendría que presentar batallas mediáticas contra las imágenes de policías contra población.

3. Reconocimiento internacional

Una nueva nación necesita existir reconocida en relación a otra, de no ser así carecerá de relaciones internacionales que la definan. No es necesario el reconocimiento de toda la comunidad internacional o de la ONU, basta el de algunos actores clave.

En lugares muy interdependientes, como Europa, esto es doblemente vital. La negativa de la Unión Europea por sí sola era un suficiente batacazo, pero que ningún otro país del mundo reconozca a la nueva república fue fatal. La oposición directa de países como los EEUU contra la fragmentación de España ya cerraba el cerco. Pero que ni siquiera Corea del Norte lo hiciera con el ánimo de «trolear» a occidente ya lograba un 100% de ley del hielo hacia la República de Cataluña.

En rojo, países que expresamente no reconocen a Cataluña. En gris los que han decidido ignorar el tema. En verde, países que la reconocen. Fuente: el artículo sobre la República Catalana de 2017 en wikipedia

En rojo, países que expresamente no reconocen a Cataluña. En gris los que han decidido ignorar el tema. En verde, países que la reconocen. Fuente: el artículo sobre la República Catalana de 2017 en wikipedia

Sin ninguno de estos pilares, acosado por la huida de empresas con miedo de no gozar las ventajas de la UE, sin claras herramientas de legitimidad, ni una dirigencia dispuesta a enfrentar las consecuencias de un discurso utópico, este intento de la independencia catalana ha perdido su momentum.

Lo que espera en el futuro puede todavía mantener un grado de incertidumbre, ya que algunos retazos del discurso independentista tomaron fuerza frente a instituciones fuera de su tiempo (como mantener una monarquía en una democracia liberal, o un grado de atribuciones fiscales para la autonomía que satisfaga los reclamos más moderados de los independentistas).

Una mitad quiere quedarse, otra apoya irse y no se puede hacer como si ninguna de las dos existiera. La convocatoria de próximas elecciones en diciembre para elegir a los nuevos líderes de Cataluña hace que esta historia no esté cerrada, pero con medio arsenal independentista agotado por el momento.

 

Andrés Paredes

Relaciones Internacionales y otros conteos regresivos