literatura Viernes, 17 febrero 2017

Ciro Alegría no publicó sus mejores obras en Perú, sino en este país al que llegó deportado

Titulo original: Ciro Alegría en Chile: tres novelas desde el exilio

Escribe Ybrahim Luna

El escritor peruano Ciro Alegría Bazán no publicó sus mejores obras en la tierra que lo vio nacer, sino en Chile, el país al que fue deportado en 1934 por el gobierno de Óscar R. Benavides. Ciro partió en un barco junto a otros militantes apristas rumbo a un futuro incierto.

El joven periodista Ciro Alegría y su tío Néstor habían sido detenidos en cuevas en las sierras de Cajamarca, acusados de sedición por la revolución de Trujillo durante el final de la dictadura de Sánchez Cerro y llevados a cárcel. El dictador fue asesinado en un atentado y el general Benavides, quien tomó la posta, decretó una amnistía para reos sin proceso ni juicio.

Ciro tuvo una corta libertad, pero fue detenido como sospechoso de un nuevo intento de sublevación aprista. Ciro, con antecedentes, y las autoridades del momento llegaron a un acuerdo:

no lo enviarían a una celda nuevamente, sería deportado.

El futuro escritor partió de su celda provisional en la prisión del Real Felipe, el 7 de diciembre de 1934, hacia el barco chileno Santa Cecilia. Entre los deportados lo acompaña el intelectual Luis Alberto Sánchez. En tierra lo despidió su novia Rosalía Amézquita, con quien se casaría en Santiago en febrero de 1935.

Durante su incierta estadía en Chile, el deportado Ciro recibió el apoyo económico de algunos amigos para poder sobrevivir. Ciro sabía que ese país era diferente en todo al que dejaba atrás. Publicó por entonces algunos cuentos en revistas literarias a cambio de unos pesos, apenas para la comida.

ciro2

La novela La serpiente de oro tuvo su génesis en un cuento titulado La Balsa. La historia relata las experiencias de vida de los “cholos balseros” de Calemar en la ceja de selva peruana, a orillas del río Marañón. La “serpiente de oro” es ese hermoso río dorado por el sol.

Ciro envió el cuento La Balsa -de unas cincuenta páginas- al suplemento semanal del diario La Crítica de Buenos Aires, pero fue rechazado por su extensión, el promedio publicable era de diez. Ciro no dejó el proyecto en el aire e ideó una novela, la que terminó con ciento veinte páginas bajo el título de “Marañón”.

Ciro se enteró del Concurso Nascimiento convocado por la Sociedad de Escritores de Chile y, luego de ampliar su novela a doscientas páginas, y con el seudónimo de Fausto, envió su novela con las esperanzas de un escritor novato de veintitantos años.

Los días esperando una novedad del cartero fueron duros, hasta que hizo asomo la tan ansiada respuesta: Ciro había ganado el primer lugar, el reconocimiento de ese país y unos tres mil pesos con los que pudo comprar una máquina de escribir, algo de ropa y, por supuesto, pagar las deudas que lo agobiaban.

En la premiación, el peruano se rodeó con lo más graneado de la intelectualidad chilena. A pesar de las celebraciones, Ciro siempre fue tímido y reservado con los demás, una actitud que lo acompañó buena parte de su vida al igual que un cigarrillo en la mano.

Ciro fue nombrado miembro del directorio de la Sociedad de Escritores de Chile y en diciembre de 1935 vio la luz la primera edición de La serpiente de oro, cuyas iniciales traducciones fueron al checo y al alemán (Menschen am Marañon), luego de sortear la censura nazi tras el fin de la guerra.

La novela estaba, obviamente, prohibida en Perú, por ser su autor un deportado impedido de regresar a su país. Pero como la censura no es eterna, poco a poco se fueron colando algunos ejemplares de manera clandestina hasta llegar a las redacciones culturales de diarios limeños y trujillanos que ensalzaron al compatriota que no era profeta en su tierra.

Ciro empezó a trabajar para la Editorial Ercilla de Chile haciendo traducciones de diversas obras con el apoyo de su ya esposa Rosalía Amézquita. A pesar de ello, seguía colaborando con cuentos con el diario El Mercurio.

A la pareja no le faltaba el dinero pero tampoco le sobraba.

Si algún karma llevó el escritor peruano fue el de las regalías no reconocidas. Eran épocas diferentes y hasta las más famosas firmas editoriales miraban al techo a la hora de pagar lo justo y reconocer los derechos de autor.

base_image

Fotografía de Baldomero Pestana, hecha en Lima en 1963

En 1936 a Ciro se le recrudece una de sus famosas gripes. El escritor debe dejar el cigarro del que se ha hecho ferviente cómplice desde sus épocas en una cárcel peruana. Esas gripes se las atribuye Ciro a las condiciones en las que vivió al escapar de la policía y esconderse en cuevas totalmente empapado por la lluvia.

Incluso durante su detención perdió el tímpano izquierdo cuando un fusil fue disparado adrede muy cerca de su cabeza, solo como amedrentamiento policial.

Pronto empeora y es diagnosticado con una tuberculosis que le daña seriamente el pulmón izquierdo. Es trasladado al Sanatorio de San José de Maipo, al sureste de Santiago. En 1938 hace una pleuresía y necesita un neumotórax artificial, luego de la operación entra en coma, al salir de ese estado está confundido, ciego, con medio cuerpo paralizado, con pérdida de memoria y con la obvia imposibilidad de escribir.

La recuperación es lenta, pero la fuerza de voluntad es inquebrantable.

Como terapia de recuperación, al doctor de Ciro se le ocurre la sensata idea de conminarlo a crear, a escribir. Sus primeros intentos son frustrantes, ni siquiera puede trazar bien su nombre sobre el papel. Pero continúa la lucha día a día. Poco a poco se le iba formando una idea, un tema.

Una noche en su convalecencia escucha el ladrido de unos perros encerrados. Recuerda una terrible sequía que azotó la sierra norte peruana y también un cuento suyo al que pensaba titular Los perros hambrientos. Decide hacerse un autopréstamo literario, ya que Ciro no podía escribir una novela si es que previamente no tenía el título exacto.

Escribir agilizaba su memoria y también la elasticidad de sus manos que aún producían garabatos. Su esposa era la encargada de entender y transcribir todo a máquina. Ciro culmina su novela y su recuperación casi al mismo tiempo.

Por afortunada coincidencia se entera de la extensión del plazo del Concurso Zig Zag de Novela. Entre más de sesenta novelas, la de Ciro se alza con el segundo lugar, ya que el jurado se vio impedido de declarar un empate en el primer puesto, situación que llevó a cierta controversia que a Ciro no le generó mayor molestia.

En 1938 nace su primer hijo y abandona definitivamente el sanatorio. Pero tiene fuertes recaídas. Los médicos toman la drástica decisión de aislarle el pulmón izquierdo para impedir que el daño se extienda hacia el derecho.

El año 1939 parece ser prometedor. Ve la luz la traducción al inglés de La serpiente de oro y se publica Los perros hambrientos. A pesar de las novedades literarias, la vida privada es muy distinta para Ciro. La pobreza siempre aprieta debido a los temas de salud, a la inestabilidad laboral y por los derechos de autor no reconocidos. Ciro se ve en la necesidad de escribir a familiares en Perú para pedir alguna ayuda económica.

Las cartas son verdaderos epítomes de desilusión.

En marzo de 1940, un amigo de Ciro le lleva las bases de una nueva convocatoria literaria, se trata del novedoso Concurso Latinoamericano de Novela convocado por la editorial Farrar & Rinehart de New York, el que se realizará en dos etapas, la primera en Chile y la final en EE.UU. Entre los integrantes del jurado de Estados Unidos se encuentra nada menos que el escritor John Dos Passos.

Pero Ciro y Rosalía viven en permanentes apuros económicos y no se pueden dar el lujo de tomar tal emprendimiento, tomando en cuenta que la novela debe contar con un promedio de 5oo páginas, lo que a Ciro le tomaría meses de dedicación exclusiva, y Rosalía esperaba su segundo hijo.

Entonces, ¡un giro inesperado de la vida!

Su amigo el doctor Federico Chávez convocó a un grupo de médicos para exponerles la situación y los convenció de realizar un generoso préstamo al convaleciente escritor peruano con el objetivo de permitirle escribir tranquilamente su novela. El dinero del préstamo sería devuelto cuando Ciro ganase el premio: así de convencidos andaban todos.

El mundo es ancho y ajeno fue un título que Ciro tenía bajo la manga desde hacía un tiempo.

Un refugiado español fue contratado para apoyar al autor peruano como el secretario que transcribiría sus escritos a limpio y que solo cobraría por su labor si el novelista ganaba el concurso. La monumental novela, que relata las vicisitudes de los pobladores de Rumi y su alcalde Rosendo Maqui, fue culminada y sus últimas hojas compaginadas el mismo día que vencía el plazo de entrega del concurso. Ciro y un amigo llegaron a las oficinas de la Sociedad de Escritores de Chile minutos antes de que se cumpliera el plazo.

Ciro volvió a colaborar donde pudo para ganarse la vida mientras se resolvía el concurso. En Chile fueron seleccionadas dos obras, la de Ciro y la de un chileno. Ambas fueron enviadas a New York junto con las obras seleccionadas de otros veinte países. En febrero de 1941, el cartero trajo la tan ansiada noticia:

¡Ciro había ganado, nuevamente, por tercera vez y ahora a nivel internacional!

El premio consistía en 2 500 dólares y un viaje con todo pagado a Estados Unidos. Ciro enrumbó solo a New York. Hacía tiempo que tenía determinado separarse de Rosalía. Viajó en barco y dejó atrás su pobreza, sus ataduras sentimentales y los recuerdos de su persecución.

En EE.UU. se hospeda en lujosos hoteles, es entrevistado y homenajeado el día de la entrega del premio. No pasa mucho tiempo y conoce al escritor Waldo Frank, con quien entabla una gran amistad.

Para quedarse en EE.UU. tiene que dictar clases de español y ofrecer charlas sobre literatura. Por entonces se hizo amigo de Gabriela Mistral, entre otros latinoamericanos mundiales.

ciro1

Imagen: Lornebay

A finales de 1941, sale a la venta la traducción de El mundo es ancho y ajeno en inglés, bajo el título de Broad and Alien is the World, que se situó como el cuarto libro más leído del momento en EE.UU.

  • En 1943, el New York Times considera a la traducción al inglés de La serpiente de oro como una de las mejores novelas del año en el mundo.
  • En 1944 en Rusia se editó la versión traducida de El mundo es ancho y ajeno.
  • En 1945 Ciro Alegría ingresa a trabajar en la sección de doblaje de la Metro Goldwyn Mayer. Sus novelas son traducidas a decenas de idiomas.

La historia de Ciro continúa con altos y bajos. Contrajo segundas nupcias con Ligia Marchand. Vivió en Puerto Rico y en Cuba. Regresó a Perú e incursionó en política para hacer frente al APRA, del que se había desencantado.

Ciro Alegría Bazán, que nació en noviembre de 1909 en la pequeña hacienda Quilca (Huamachuco) en La Libertad, murió el 17 de febrero de 1967 en Chaclacayo, Lima, víctima de un derrame cerebral y una dolorosa agonía mientras reposaba junto a su tercera esposa, la escritora cubano-peruana Dora Varona Gil.

Dora fue la mejor biógrafa, recopiladora y más objetiva estudiosa de la vida de su esposo. En 2008 publicó “Ciro Alegría y su sombra”.