Facebook Lunes, 5 enero 2015

Esta es la razón por la que es importante no tener al Cardenal sentado en una juramentación oficial

Foto: Peru21

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Escribe Augusto Rey

En vista de las diversas reacciones que ha generado mi reciente comentario sobre la presencia del cardenal Cipriani en la mesa oficial de la juramentación de alcalde y regidores metropolitanos, así como mi posición sobre la necesaria laicidad del Estado, me gustaría aprovechar la oportunidad para aclarar un poco mejor mi postura y compartirla con ustedes. Es cierto que nuestro país es mayoritariamente católico, pero también es verdad que no somos un Estado de religión única, y es por ello que creo que este es un debate necesario que amerita tenerse en condiciones dialogantes y alturadas. Van a disculpar que me extienda un poco más de lo normal en este comentario, pero aquí está mi postura para a quien le interese continuar con la discusión.

Es importante aclarar que nunca critiqué la presencia del cardenal como invitado a la juramentación, como también estaban invitadas muchas personalidades de distintos sectores, a pesar de que algunos medios han escogido presentarlo de esta manera. Lo que sí critiqué y critico es su presencia en la mesa oficial de juramentación y, por lo tanto, su participación en el protocolo oficial. La discusión no es, finalmente, sobre el cardenal Cipriani, sino sobre la relación del Estado y las religiones.

He podido notar en los comentarios que todavía se confunde la defensa del laicismo con una postura antirreligiosa o de intolerancia frente al derecho de cada persona de seguir su tradición religiosa. A mí parecer, no hay nada más lejano de ello. Nuestro país reúne a tradiciones diversas y cambiantes, entre ellas distintas creencias religiosas. Somos un país mayoritariamente católico, pero también (y cada vez más) evangélico, musulmán, judío, sincretista y, en algunos casos, ateo o agnóstico. Es importante reconciliar esta diversidad en el Estado, pues hemos visto, a lo largo de la historia y en todo el mundo, lo que la persecución religiosa puede hacer: hoy en día hay millones de cristianos, musulmanes, budistas y judíos perseguidos por sus creencias en países en donde constituyen una minoría.

Debemos recordar esto para evitar que las mayorías actúen dictatorialmente sobre las minorías con menos poder, en lo que comúnmente conocemos como “tiranía de la mayoría”. Es por ello que, si bien en una democracia, las decisiones se toman según voto mayoritario, estas decisiones deben siempre estar supeditadas a una serie de derechos individuales inquebrantables. Entre ellos, la libertad de culto y el derecho a ser plenamente representado por el Estado independientemente de la creencia religiosa que uno asuma. Cuando el representante de una determinada religión ocupa espacios oficiales en las ceremonias públicas de nuestro país, el mensaje es claro para todos los que no forman parte de esa congregación. Más aun, hoy en día, hay otras fuerzas religiosas en ascenso en nuestro país. ¿Qué ocurriría en el eventual caso de que una de ellas se vuelva mayoritaria?, ¿celebraría entonces la minoría católica su preponderancia en el cuerpo del Estado?

Por todo ello es que creo que la condición necesaria e ineludible para la convivencia entre las diferentes religiones o la ausencia de ellas es un Estado verdaderamente laico que respete y valore la dimensión espiritual de sus ciudadanos, sin promover ninguna por encima de otra y menos darle carácter oficial a una en detrimento de las demás. Y esto se profundiza aún más cuando el Estado peruano financia a la iglesia católica con el impuesto de todos los peruanos o cuando políticas públicas que deberían establecerse sobre la base de derechos, se definen según un criterio religioso.

Este esfuerzo por defender la laicidad del Estado es parte de una lógica que debería regir todos los aspectos de nuestra sociedad, basada en la tolerancia, el reconocimiento del otro, la pluralidad y la convivencia pacífica. Esta convicción es una que asumo como propia y que continuaré defendiendo según mis principios desde el espacio que me lo permita.