cholósfera , noticias , periodismo Domingo, 28 diciembre 2014

¿De dónde salieron estos resentidos sociales? La historia de El Panfleto contada por El Panfleto

«Nos hemos hecho la fama de vírgenes, de castos, de nerds, que estamos en la computadora todo el día, jugando DoTA, haciendo GCU. Bueno, vamos a jugar a eso. Si creen que somos castos, somos castos. Y si creen que somos chibolos pulpines, lo somos.»

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Foto de portada de El Panfleto en Chuirer.

Fernando Ríos Correa es un antropólogo de San Marcos. Es piurano, hijo de ayabaquina y mangache. A quienes sean seguidores de El Panfleto no les extrañará enterarse que sus intereses académicos incluyan la antropología del poder y «la música como manifestación social de los pueblos latinoamericanos».

Fernando es el fundador de El Panfleto, uno de los fenómenos de la red que explotaron este año. Tiene 23 años y comanda un grupo en el que todos son mayores que él (alguno tiene 31 años). Al verlo en acción no extraña la ascendencia que tiene sobre gente mayor y de lugares tan distintos entre sí (Lima, Chachapoyas, Huancayo, Huamanga, Arequipa, Moquegua).

Lo vi en acción hace un mes y medio, en el Encuentro de Comunicación y Cultura, cuando se reveló como artífice de El Panfleto, en una mesa sobre el humor como herramienta del periodismo cultural o algo así. Yo también estaba en esa mesa, con el secreto propósito de preparar este post que están leyendo. Para conseguirlo tuve que sobrevivir a su ametralladora (antiético, fan de Macho Peruano, difusor de gatitos, etc), aunque el público, consistente principalmente en periodistas culturales no la pasó mejor («el periodismo cultural funciona un instrumento de exotización de las regiones para la comodidad limeña»).

¿Por qué El Panfleto se ha impuesto encima de otras muchas publicaciones de prensa satírica que han inundado la Internet peruana desde hace años? Creo que tiene que ver con que esas otras publicaciones supuestamente satíricas, finalmente, terminaban reproduciendo dos de las principales taras de nuestros medios nacionales: su mesocratismo y su limeñocentrismo. Existe todo un país fuera de esas dos coordenadas que no se ha visto representado casi nunca en los grandes medios. Ahora tienen El Panfleto. Por eso es que su humor resulta fresco, novedoso y también, altanero. No han venido a pedirle permiso a nadie. 

Esa es, al menos, mi hipótesis. Para intentar corroborarla, simplemente, voy a dejar que Fernando hable aquí. He resumido casi una hora de charla, conversa y ametrallada en estos extractos. Las palabras «rabia» e «indiganción» se repiten. Pensé en pedirle a Fernando, por inbox, una ampliación de algunas ideas, pero creo que el texto ya está suficientemente largo así. Por un momento temí que El Panfleto diera una entrevista así de detallada a otro medio o que Fernando se revelara en otro espacio, pero no sucedió. y finalmente nos empataron: Juana Gallegos los entrevistó para La República. Así que, aquí, en pleno Día de los Inocentes, en semi-primicia, aquí tienen a El Panfleto por El Panfleto. Inocencia cero.

 

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A la derecha, Fernando Ríos, fundador de El Panfleto. Foto: Encuentro Comunicación y Cultura.

 

La rabia de esa época

«La primera etapa impresa fue una revista universitaria que, en un primer momento, fue solo un pasquín fotocopiado dentro de San Marcos entre el 2010 y el 2012. Y luego tuvo una segunda etapa, en la que pudimos introducirla en lugares como la Católica, San Cristóbal de Huamanga y San Agustín de Arequipa, a partir del 2012 hasta el 2013.

«En diciembre del año pasado, decidimos que podíamos empezar con el proyecto que conocemos ahora que es El Panfleto Perú.

«¿En qué contexto nace esto? El Panfleto no es una cuestión gratuita ni simplemente fue un grupo de chibolos ociosos que no tenían nada que hacer. Lo que nos faltaba era tiempo en la vida. Pero estábamos en un contexto de transiciones políticas y académicas en las universidades públicas del Perú. Tenemos que recordar que la generación que está en El Panfleto es gente que ha ingresado a la universidad pública entre el 2004 y el 2010, aproximadamente. Fuimos una suerte de generación de transición entre los gobiernos interventores de las universidades por parte de Fujimori y algunos rezagos fujimoristas que quedaban en las universidades. Nosotros hemos visto en Arequipa, en Huancayo, en Ayacucho, en Lima, una escena política universitaria todavía bastante agitada. Y lo que sobraban, que ahora es prácticamente un elemento extinto de la universidad, eran los panfletos.

«En cualquier lugar te entregaban panfletos. Para cualquier situación: para difamar a alguien, para denunciar cualquier cosa. Llega un momento que nosotros podíamos tener folders enteros donde coleccionábamos todos estos panfletos. En ese contexto es que aparece El Panfleto como un medio para burlarse, en un principio, de las políticas universitarias y también de las taras y los estereotipos que los mass media nos habían asignado. Nos decían que éramos terroristas, hacíamos noticias burlándonos de nosotros mismos como terroristas. Decían que éramos ociosos, hacíamos noticias diciendo que íbamos a egresar en 12 años. Nos burlábamos de esos estereotipos y los usábamos en contra de sí mismos.

«Y también debemos recordar que fue una época de bastante discusión respecto a la memoria post conflicto. A partir del 2003, que fue la presentación del informe final de la CVR, y hasta el 2011, hubo un gran auge –y ustedes han sido testigo de eso en conversatorios, ponencias, discursos y talleres–, de discusiones en torno a lo que el informe de la CVR había publicado. Llegó un momento en que todo eso se volvió un sinsentido, porque era exactamente hablar de los mismos casos, de los mismos lugares, después de 30 años. Y eso también es parte de lo que trabaja El Panfleto.

«De una u otra forma partimos de un contexto en que estuvimos esperanzados de muchos cambios dentro de la universidad porque de pronto te decían: “bueno, ahora sí se ha podido visibilizar cuál era el conflicto armado interno, se pueden hacer buenas cosas”. Pero sucedió que esto terminó instrumentalizado por todos lados. Tanto por el fujimorismo y el aprismo que empezaron a decir que esto era una cuestión caviar. Y también de parte de los caviares pues que explicaron esta situación a partir de cinco o seis casuísticas. Digamos que nosotros, al menos en San Marcos, en San Cristóbal de Huamanga y en San Agustín, nos sentimos en medio de un fuego cruzado. Y creo también que El Panfleto recoge esa rabia de esa época.»

No visibilizamos a nadie

«¿Qué pretenden estos chibolos? Resaltar lo que no es importante y lo que sí lo es, pero que no te importa conocer.

«Lo curioso con las noticias de El Panfleto es que las que no apelan al humor de Lima tienen 10 o 15 likes. Cuando hablamos de los borrachos de Huancayo, de los sicarios de Chiclayo, les parece gracioso a pocas personas. Esa es una cuestión que queremos combatir día a día. No nos vamos a amilanar por eso. Queremos seguir trabajando en torno a esas noticias así no resulten graciosas ahora. En algún momento tienen que incluirse esas agendas dentro de esta gran agenda del periodismo satírico.

«No visibilizamos a nadie porque no somos una ONG. Nos encantaría porque varias veces nos preguntan cuál es su rollo. Estamos acostumbrados a que cada proyecto de ese tipo sea todo un rollo de reivindicación social. No, simplemente tenemos un pequeño tiempo disponible y nos ponemos a escribir de las cosas que siempre hemos discutido entre chelas, conversando, indignándonos. Es como que nos hemos pasado toda la vida diciendo «oye, has visto esa huevada que dice tal socióloga de la Católica, qué hasta las huevas». Bueno, visibilizarlo. Ponerlo en vitrina y decir «oye, esta es la tara», en vez de decir «mira, quiero que sepas que esto es la tara». Esto lo hacemos repitiendo y copiando el mismo formato, el mismo estilo y los mismo contenidos de estas personas para que se den cuenta lo tontos que suenan.

«No buscamos hacer periodismo, mucho menos periodismo satírico porque no somos periodistas. Somos de Antropología, de Sociología, somos de Literatura. Hay un periodista por ahí que siempre reniega del periodismo pero no somos del entorno periodístico.  Y lo único que hacemos es copiarnos todos los giros, todos los clichés que se usan en los medios para visibilizar que no se necesita aprender cinco años de periodismo para darte cuenta que hay cosas dentro del periodismo que están yendo bastante mal, muy mal, al menos dentro del periodismo limeño. Y muchas veces todo eso es replicado por grandes medios de las regiones, como La Industria en Trujillo, o El Pueblo de Arequipa, que son tabloides, y que sin embargo tienen las mismas taras: las páginas sociales, la mitad de la información es sobre Lima, etcétera.

«También solo estamos aquí para burlarnos de la todopoderosa, en agonía permanente, blogósfera y los gurús 3.0, porque no creemos en eso. Apenas saben abrir el Google Analytics. Cuando empezamos en estas situaciones, creíamos en esto de la métrica, que había horas para publicar. Clases de Periodismo se la pasa todo el día diciendo que tienes que hacer tal cosa y tips para aprender a publicar. Y resulta que cuando una noticia es buena, si la publicamos a la una de la mañana tiene la misma cantidad de likes, que la misma que debías publicar a las 8 de la mañana como decía tal gurú. Entonces empiezas a descubrir que estos santos de barro no son tan santos. Empiezas a descubrir muchos monstruos y empiezas a burlarte de ellos permanentemente.»

“Tener a un miembro de la PUKE fue nuestra acción de inclusión social. Llegó el día que la gente de universidades públicas pudo incluir a alguien de la Católica y no al revés.” (aplausos)

 

Marginales y periféricos

«El periodismo satírico o la prensa satírica o las publicaciones satíricas no son una cuestión ni reciente ni mesocrática. Son una tradición en el Perú desde el Virreinato incluso. Desde el inicio del periodo republicano han sido constantes las publicaciones y son muy descentralizadas. Tienes al Chillico en Cusco, el Gallito en Arequipa, a El Grillo en Trujillo, que son revistas locales que coinciden mucho en joder a sus autoridades, y al mainstream local, y nosotros vamos hacia eso.

«El principal problema del periodismo en el país es que está desconectado de las letras. No es en vano que las más antiguas carreras de periodismo o de comunicación social en el Perú están ligadas a facultades de Letras. Y, de pronto, se empezaron a fundar facultades de Ciencias de la Comunicación, desconectando muchas cosas que eran elementales para la comunicación como la sociología, la filosofía, la lógica. Empezamos a ver estas cuestiones como solamente un curso que por ahí tengo que llevar en estudios generales. Y aquí no hay distinción de universidades públicas o privadas. Esta cuestión es permanente y general en todas las universidades. Tienes jóvenes que salen de facultades de comunicación, que saben utilizar el After Effects, el Audition, el Premiere, pero no saben absolutamente nada de los lugares a los que tienen que ir a reportear.

«Todos los días las personas que no somos del entorno periodístico –y muchos de los que están aquí con sentido común– nos damos cuenta de que hay una fábrica de hablar cojudeces o una fábrica de recopilar lo que ya otros hicieron. Es un copia y pega permanente de las cosas y nosotros nos burlamos de eso permanentemente.

«Mientras que la mayoría de medios electrónicos dicen: conozcan las 20 new waves de Lima, las 20 bandas indies que están sonando, nosotros ponemos Las 28 periféricas para cagarla el 28, que representa mucho de lo que hemos vivido. Aquí no hay nada de esnobismo. De verdad nos hemos ido –y aquí los redactores lo saben– desde los primeros años de la carrera, al tacho y hemos pedido la dignidad con este tipo de grupos. Queremos mostrar lo que hemos creído en todo este tiempo y lo que vamos a seguir haciendo dentro de El Panfleto. Por eso siempre hablamos de marginales y periféricos. No es en vano, no es una pose y tampoco es un target.

«Hoy día está en imprenta una revista académica que tenemos en Antropología de San Marcos para llevarla al Congreso de Antropología que es en Cusco la otra semana. Esa revista viene con su suplemento [impreso] de El Panfleto porque estamos sacándola de la web, porque queremos llevarla a Cusco, queremos sacarla a este entorno. Porque de hecho nos preocupa. No crean que tenemos todas las cuestiones claras. Hay un montón de dudas y parte de esas dudas son: en qué momento vamos abrirnos de estos. Sentimos que ya estamos cayendo en los mismos likes, en los mismos comentaristas, y tenemos que abrir la cancha. Es una preocupación permanente.»

Queremos ganar con esto

«Aunque suene muy tosco, sí. Queremos ganar con esto. Tener plata. Esta cuestión del amor al arte no existe. La idea es ser honestos en lo que nosotros buscamos. No somos una ONG ni una asociación sin fines de lucro. Por eso tenemos Google AdSense, las publicidades grandotas que hay. No llevamos un control anual pero sí tenemos una perspectiva, porque hemos llevado estadísticas en la universidad, para dummies. Estamos supuestamente en azul. Pero no nos alarma mucho la idea de que tenemos que cumplir estas metas. No queremos terminar publicando sobre gatitos solo para ganar likes. No va a pasar eso.

«La ventaja es que la gente tiene sus propios trabajos, sí tenemos vida. Todos tienen sueldos de Estado, de burócratas encorbatados. Por el momento solo estamos invirtiendo dinero en merchandising. Ayer hemos anunciado los ganadores de cinco polos para pagar nuestro hosting y nuestro dominio que son pagos básicos. En algún momento hemos asumido el compromiso de que cuando se vuelva suficientemente rentable, y cuando supere el sueldo mínimo, todos van a tener ganancias por igual. Todos tienen acceso al AdSense, todos saben quién responde qué correo, cuánto van las estadísticas, cuánto se está ganando día a día. Aquí todos, los nueve redactores, tienen acceso total a eso. Hay una honestidad que es lo que permite que el proyecto tenga más de un año, que es esta honestidad entre amigos, en la que hay la seguridad que nunca va a haber censura, y que nunca vas a tener que responder a intereses. Muchas veces hemos chocado entre nosotros por agendas, por temas en los que estamos involucrados, si uno hizo una noticia en contra de eso, pero igual va.

«En El Panfleto no eliminamos comentarios ni bloqueamos usuarios. No tenemos ni un usuario bloqueado ni un comentario eliminado. Lo que hacemos siempre, y eso lo hemos forjado con los años, porque venimos con El Panfleto desde el 2010, aprendimos a parar a los troll con más trolls. Porque eso de ignorar al troll no siempre funciona. También se puede trolear al troll y este se va a quedar callado.

«Tenemos cero tolerancia en los comentarios cuando sentimos que el mermeleo es gratuito, cuando sentimos que esto de “oye, son bien pajas” no es franco, nosotros somos bastante intolerantes con estas situaciones y tratamos de ser consecuentes. Y, en segundo lugar, creo que hay una sola cancha marcada: cuando hombres se burlan de otros hombres, o de mujeres, a partir de elementos femeninos. «Tienes arena en la vagina», «seguro estás con la regla» o cosas así. Curiosamente somos nueve hombres, pero hay una preocupación de evitar que esto se convierta en una suerte de Macho Peruano Que Se Respeta. Hay gente que apenas le da like a la página dice «oe esto es una página de chistes, aquí voy a poder meter toda mi misoginia». Siempre tratamos de marcar esa cancha muy rápido.

«Nuestra primera pretensión es ser un espejo de las taras limeñas y una es el racismo. Siempre se habla en tercera persona del racismo. Nunca son los que están aquí presentes los racistas, nunca son los que exponen. Nosotros somos ese espejo. ¿Quiénes se indignan? Rafo León, los profes de la Católica, cómo se llama este pata, este escritor, bueno, gente que tú esperes que se indigne porque te estás burlando de su racismo. Usualmente nos causa satisfacción cuando indignamos con el racismo porque es como decirles «este es tu espejo, te ves bien feo». Cuando pasa eso creo que lo logramos.»