Facebook Miércoles, 3 diciembre 2014

Este es el perfil hipotético del discriminador limeño o de las burguesías de provincia

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 Escribe Rafo León en su Facebook:

Ayer volvió el tema del racismo a este muro, una vez más, y felizmente en voces de gente preparada, ecuánime y que no escribe por escribir. Yo no estuve en todo el día, de modo que recién me entero de los debates hoy y en medio de todo, me quedo satisfecho. Si la cabeza no funciona, si no hay un esfuerzo por mover los engranajes y despulpar la fruta hasta hacerla zumo, entonces seguiremos en lo mismo.

Yo me dedicaré un poquito al discriminador, al perfil hipotético del discriminador limeño o de las burguesías de provincia, sobre todo ahora que las grandes industrias han descentralizado la estulticia.

El discriminador (a) suele carecer de algo más de lo que recibió al terminar su secundaria, salvo una carrera muy técnica, en la cual solo se hablaba de chips y de adobones. En este proceso es probable que haya entrado en contacto con «marrones», colegas, compañeros de estudio (el epítome de esto es el estudiante pituco de La Agraria). Y generalmente descubre que algunos de ellos son buena gente. Pero todo esto se construye sobre la base de que existe una diferencia infranqueable puesta por la Historia y por la historia de cada individuo. Ese marrón con el que me iré a chupar el viernes después de una semana intensa de estudio o de trabajo, será imposible que entre a mi casa. Yo tengo mis barreras, él tiene las suyas. Hay un cuento de Ribeyro magnífico sobre esto, cuyo nombre no recuerdo, y que trata de lo que ocurre al día siguiente que un jefe y un empleado se emborrachan, se juran amor… pero cuando a la mañana siguiente se encuentran en el ascensor del edificio, todo vuelve a su lugar.

El racista no tiene opción, el discriminado sí la tiene. El racista no la tiene porque reúne los elementos que para él son la justificación de su superioridad. El discriminado es más plástico, tiene mayor juego y por último, ahora puede sentir que el tema se ha abierto y que una gran parte de la sociedad, al menos de boca para afuera (espero que no en este muro), recusa la discriminación.

Los dos sufren, el racista y el discriminado. El segundo ya intuimos por qué. Pero el sufrimiento del primero es atroz: paranoia, me estaré vistiendo como el conserje, a mi mujer cada día veo que se le sale más el llonja mientras yo asciendo en mi puesto, me pego un tiro si alguien me ha visto en la chingana con un obrero de la fábrica que es mi pata y que me comprende.

Acá, creo yo, no hay buenos ni malos. Hay ignorancia, absoluta ignorancia, cerril ignorancia de lo que significa vivir en el siglo XXI. Que no se quiera salir de la ignorancia es sancionable, sin duda, pero ¿cómo te vas a plantear salir de la ignorancia si crees que un programa de Tv hecho en la selva parece hecho entre maoríes, y lo sustentas?

Ser racista es como vivir con un alacrán en la nuca, te descuidas y te pica. ¿Y cómo te descuidas? Ahhhh, ahora que el Perú está mezcladito, la cosa ya no es tan fácil: clientes cholos horribles que te saludan en un restaurante, funcionarias de entidades bancarias que antes te las imaginarías en el cuarto de tu empleada y hoy tienen poder sobre ti, los patrones que la Tv te impone sin que te des cuenta. Dice José Ruiz Rosas que el Perú es el país más racista del mundo. Y si no lo es, añado yo, choca palo. El sentimiento de cortesanía sigue vivito y coleando, tanto como el de tribu de callejón. No hay diálogo, no lo hay.

En las investigaciones que hicimos para el libro sobre Chumbivilcas que acabamos de publicar, aparece que esta provincia fue dada como cuasi propiedad por Pizarro, a uno de los de los Trece del Gallo que el conquistador mandó a Cusco a juntar oro para cumplir con el rescate de Atahualpa, pues parece que Pizarro tenía su corazoncito y no quería matar al inca. Este conquistador, Manso, con otros más, se levantaron las láminas de oro que cubrían el exterior del Qoricancha y arrasaron con lo que pudieron. El premio para Manso. Chumbivilcas. Tierra de pastores, poblaciones pequeñas y aisladas, un clima difícil, mucho mineral. Primera medida: recibir órdenes de Roma para saber si el indio tenía o no alma. Segunda, prohibirle al indio que aprenda a montar a caballo (en el fondo le tenía terror al indio empoderado). Tercera, de todos los instrumentos musicales venidos de Europa, el indio solo podía tocar el charango (porque lo podía fabricar). Los indios pagaban un tributo para ser evangelizados e integrados a Occidente. De allí salieron los más valientes guerreros que acompañaron a Túpac Amaru II, y de allí salió también el qorilazo, el hombre que se buscó la libertad por su cuenta y riesgo. Hay demasiada Historia, y demasiadas historias en torno al tema. pero me imagino al conquistador Manso, aterrado, muerto de frío, a 4000 msnm, diciendo, «para esta mierda me vine a las indias».

¿Esperanzas? No queda sino tenerlas. Mis cuatro nietos, tres de seis años y uno de cinco, están en colegios muy distintos ideológicamente. Y sin embargo, jamás les he escuchado decir nada que pudiera connotar un desconocimiento del otro; es decir, racismo. Al contrario, tienen una gran avidez por conocer la vida de los niños de colegios más humildes, a los que los han llevado a hacerles regalos de Navidad. Se saben sus nombres, han jugado juntos, han quedado en verse. Magro consuelo. Peor es nada.