noticias Martes, 19 agosto 2014

Guardianes de la historia. The New York Times muestra cómo los drones nos cuidan de invasores en sitios arqueológicos

Los drones ya no son novedad en el Perú. Las pequeñas naves no tripuladas están siendo utilizadas como guardianes en algunas ciudades del país. Pero también le están dando otro uso. The New York Times llegó a La Libertad y encontró cómo un grupo de arqueólogos han dejado de lado el pincel y la paleta, y está trabajando con los drones. Mira este video:

Protegiendo el patrimonio

Hace unas semanas, en una entrevista con La República, la ministra de Cultura, Diana Álvarez-Calderón, ya había anunciado que los drones vigilarían los sitios arqueológicos del país.

El diario estadounidense encontró en Cerro Chepén al viceministro de Patrimonio Cultural, el arqueólogo Luis Jaime Castillo, quien comanda esta fuerza aérea de drones encargados de supervisar y salvaguardar los sitios más antiguos de la región, en especial los tierras que pertenecieron a la civilización moche y que ahora están en peligro de extinguirse.

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El viceministro Castillo con un arqueólogo de su equipo revisan un drone en Chepén.

Traficantes de terrenos everywhere

En el Medio Oriente y en México también le están dando este uso arqueológicos a los drones para evitar saqueos y descubrir nuevos restos. En Perú, sin embargo, no es muy difícil adivinar para qué: terminar con los traficantes ilegales de tierras. Así como lo que ocurre con las Líneas de Nazca, miles de sitios antiguos están en peligro por invasiones.

«Mientras que varios estudiosos están utilizando aviones no tripulados en sus investigaciones individuales, ningún otro país está utilizando sistemáticamente drones para gestionar y proteger sus sitios», dijo Lawrence Coben, fundador de la Iniciativa de Conservación Sostenible, una organización sin fines de lucro que proporciona oportunidades económicas para las comunidades pobres en las que están ubicados sitios arqueológicos. La invasión se ha convertido en una preocupación particular en ciudades como Lima o Cuzco, cerca de Machu Picchu, donde los precios de la tierra han aumentado de manera constante a medida que aumenta la población y la economía está prosperando. Muchos peruanos se sorprendieron el año pasado cuando unos trabajadores utilizando maquinaria pesada demolieron ilegalmente una pirámide de 4.000 años en Lima para dar paso a posible desarrollo.

«Lima ha crecido hasta un punto en que la única tierra que queda es la tierra arqueológica», agrega Castillo al Times, quien además cuenta que uno de los inconvenientes que presentan los arqueólogos con los drones es técnico. Las baterías solo duran seis minutos y el polvo del desierto ensucia al equipo y dificulta la toma de fotografías.

Imagen 3D del complejo arqueológico Inca Wasi tomada por un drone. Foto: Ministerio de Cultura.

Imagen 3D del complejo arqueológico Inca Wasi tomada por un drone. Foto: Ministerio de Cultura.

Los aviones no tripulados pueden abordar el problema, rápida y económicamente, proporcionando vistas aéreas de las ruinas que se pueden transformar en imágenes 3D y mapas altamente detallados. Trabajos que han durado cerca de 20 años, un drone puede resolverlo en 10 minutos.

Las fotografías que toman los drones son analizadas por personal del Ministerio de Cultura.

Las fotografías que toman los drones son analizadas por personal del Ministerio de Cultura.

Si bien estos avioncitos toman todas las fotografías que pueden, quienes refinan y añaden la información son personas. En una oficina del Ministerio de Cultura, ocho hombres y mujeres se dedican a revisar los mapas en 3D que capta el drone para incluir los detalles sobre la propiedad de tierras y excavaciones arqueológicas. 

Esta no es una chamba fácil. Más aún si tenemos en cuenta que el Perú tiene un estimado de 100 mil sitios arqueológicos; y que de ellos, sólo 2500 están delimitados y sólo 200 están inscritos en registros públicos.

«Tenemos un montón de trabajo que hacer y un presupuesto muy pequeño», dijo Nohemí Ortiz, quien dirige la oficina responsable de los sitios registrarse. «Pero tenemos que empezar por alguna parte.» 

Si hubiera más recursos humanos y tecnológicos, esto se podría replicar en otros sitios arqueológicos. Ojalá pronto se pueda.