periodismo , politica Martes, 1 abril 2008

¡Ataca, Mulder, ataca!

rabid.jpgPara que vean cómo responde el gobierno a las señales de alerta de los últimos días sobre sus actos intolerantes. Esta columna de Claude Maurice Mulder, en Correo de hoy, está para enmarcarla. Un acto fallido en sí misma. Va completita:

Así como eran macartistas los que veían comunistas en todas partes, haciendo que quienes no lo eran fueran igualmente perseguidos, los comunistas verdaderos llaman macartistas a todo aquel que los desenmascara. Basta que se señale que una persona es comunista para que, aunque ésta lo fuera, se sienta insultada e indignada y espete el adjetivo, sinónimo de intolerancia y fanatismo reaccionario.

Los comunistas criollos tienen vergüenza de llamarse como tales. Inventan todo tipo de nombres para camuflarse o blanquearse. Se llaman socialistas a secas, o progresistas, o revolucionarios, o se esconden tras los nombres de epónimos universalmente reconocidos: Bolívar, Mariátegui, Martí, Túpac Amaru, etc. Ese es su fracaso.

Pero su triunfo es haber logrado que cada vez que alguien los menciona por su nombre, sea fácilmente catalogado de retrógrado, no por ellos, sino por los tontos útiles no comunistas que ven “elegante” o “chic” defender a un comunista desde su atalaya burguesa. Son los progres de café, los caviares, o los intelectuales “de izquierda”, incapaces de militar en un partido e individualistas a ultranza.

Esa izquierda, la verdadera, es decir la chola, la sindical, la gremial, tiene influencia y busca recuperar capacidad organizativa. No son improvisados ni desconocen los rigores del activismo político. Saben de la extraordinaria influencia que en masas ávidas de escuchar la salvación a la vuelta de la esquina, o deseosa también de ver a alguien linchado para que pague todo tipo de culpas, tiene la metodología agitprop, es decir, la agitación y propaganda. Y saben, como supo Sendero en su momento, el extraordinario papel de colaborador involuntario que desempeña la prensa en la búsqueda de sus objetivos.

Basta ver el reciente libro de Pedro Salinas sobre el periodismo (Rajes del oficio), donde el grueso de los entrevistados comulga con un verbo sonoro y sui géneris en el momento en que les pregunta cuál es la principal misión del periodismo: joder.

Habría que repreguntar: ¿a quién? Y recordar lo que vivió el Perú en los 80 y 90.

Más allá de la extraña línea argumentativa de Mulder (¿qué quiso decir? ¿cuál es su punto más allá de morder a tout le monde?), me permito ensayar una respuesta del gremio: los periodistas -ahorita- jodemos precisamente porque recordamos cómo y quiénes jodieron el Perú durante los 80 y cómo eso derivó en la jodida de los 90. Motivo más que suficiente.