noticias Lunes, 9 octubre 2006

Madeinchologósfera

He estado siguiendo -con interés pero también escepticismo- la polémica Madeinusa iniciada en el blog de Paolo de Lima, continuada por aquí, explotada hasta la saciedad por mi amigo el tal Faverón, terciada por Gonzalo Portocarrero, centrada por Ivan Thays, expuesta en los medios por Fernando Vivas y recopilada por Roberto Bustamante (sin contar los dos blogs especializados Cinencuentro y La Cinefilia no es Patriota, que fueron enfrentados en el programa televisivo de Ricardo Bedoya).

Como verán, a estas alturas todos los top guns de la chologósfera se han pronunciado sobre el tema. Sólo faltan las opiniones de Casu y de la nueva Beba Newmann y ya estamos.

La verdad, se trata de una reedición de la antiquísima discusión acerca de las responsabilidades sociales del arte y su influencia, impacto o correlato con la realidad. Por ahí alguien -ya no me pidan que recuerde quién- ha dividido a los opinantes de este caso en «antropológicos» y «estéticos». Bastante gruesa la calificación, para mi gusto.

En cambio, cada vez que reaparece esta disputa, yo prefiero etiquetarlos como «platónicos» y «aristotélicos«, que tampoco son categorías exactas ni mucho menos, pero al menos son más precisas que las anteriores y siguen siendo igual de didácticas.

La calificación que utilizo sirve para recordarnos que esta discusión es tan vieja como la civilización occidental y que jamás nos pondremos de acuerdo. Pero, si les interesa, yo estoy alineado con el viejo Ari, que escribió en su Poética:

No corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad.

Siguiendo el razonamiento de mi amigo el tal Faverón, quien -debo admitirlo- se ha lucido batiéndose por Madeinusa: ¿Acaso los paternalistas críticos de Claudia Llosa le han criticado a García Márquez haberle hecho pensar al mundo que las colombianas bonitas siempre se van volando por los aires? ¿O le vapulearon al olvidable director de la espantosa Bala Perdida por estereotipar a todos los jóvenes limeños de clase alta como unos violadores drogadictos sin cerebro?

Todas esas personas que dicen defender el mundo andino deberían alegrarse por la irrupción de Magaly Solier, una femme fatale serrana en toda regla. ¿O es que, para ellos, lo indígena en el arte únicamente sirve para representar las bondades del mundo premoderno? ¿Acaso los cholos no pueden ser hermosos y malditos?

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