En Cinta Viernes, 25 marzo 2016

9 películas para reflexionar y debatir esta Semana Santa

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La Semana Santa debe servir como tiempo de reflexión y debate, algo que muchas de las cintas más fieles a las escrituras religiosas no permiten. Es por eso que nos animamos a escoger nuestras películas favoritas que giran en torno a la religión, que la celebran o critican, que construyen universos personales que se debaten entre los dogmas de fe y las interpretaciones más transgresoras.

Como para no tener que volver a ver por enésima vez «Ben-Hur» en la televisión. Corregimos: como para ver después de gozar nuevamente con «Ben-Hur» en la televisión.

«Ida» (2013) de Pawel Pawlikowski

Imagen: Opus Film

Imagen: Opus Film

Escribe: Alberto Castro (@mczorro)

Anna es una joven novicia polaca que, a puertas de tomar sus votos para convertirse en monja, debe visitar a su tía y único pariente vivo, una mujer promiscua que fuma y toma todo el día, con la cual descubrirá la verdad detrás de la muerte de sus padres y el por qué fue criada como huérfana en el convento. Agata Kulesza y Agata Trzebuchowska nos regalan un duelo actoral de lujo, con Ryszard Lenczewski y Lukasz Zal en un trabajo de claroscuros en la fotografía que deja sin aliento a cualquiera. 

Y justamente es ese constante baño de grises el que marca el sentido de una película en la que nuestra protagonista se enfrenta a un mundo de placeres y mentiras que le había sido ajeno hasta este momento: ese gris intenso en el que se encuentra la decisión que debe tomar sobre su vida canónica, abrazando los mandatos divinos, pero también entregándose al gigantesco agujero que le generó en su desarrollo.

Se trata de un relato sencillo y contenido, que deja a la interpretación muchas de sus revelaciones más importantes. Nuestra protagonista rebusca entre sus fantasmas del pasado, los cuales cuestionan su fe. No es una película que busque criticar la vocación, sino más bien la convierte en una decisión irrevocable y demasiado pesada para tomarse a la ligera. Es en esa posibilidad de decisión que radica la belleza y trascendencia de la misma.

«La Última Tentación de Cristo» (The Last Temptation of Christ, 1988) de Martin Scorsese

Imagen: Universal Pictures

Imagen: Universal Pictures

Escribe: Kathy Subirana (@Catalina_)

«La Última Tentación de Cristo» sabe contar una ucronía. El extraordinario William Dafoe se convierte en un conflictuado Jesucristo que cede a la tentación de bajar de la cruz para dejar de ser el salvador histórico y casarse con María Magdalena, consumando un amor por el que muchos cristianos y no cristianos apuestan como parte de una historia no contada. La película, estrenada en 1988, se filmó íntegramente en Marruecos y tuvo problemas para su exhibición en diversos países, desde Francia hasta Chile: los más radicales no entendieron que la obra se trataba de una ficción, basada en la novela del mismo nombre escrita en 1951 por el griego Nikos Kazantzakis.

Como reflexión de Semana Santa (y aún fuera de ella), «La Última Tentación de Cristo» nos regala la imagen de un Jesús más terrenal, mucho más cercano, explotando el lado humano del que tanto habla la Iglesia cuando se refiere a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre, pero del que poco saben muchos católicos.

Eso es lo delicioso de la obra y de la ficción en general: permite reinventar la vida y la historia, es el lugar ideal para que los “hubiera” y los “cómo sería si…” tienen espacio y hasta respuesta. Y esto es lo que un sector fundamentalista del catolicismo no le perdonó a Scorsese, por haberse atrevido a llevar a la pantalla una película que bajó a Jesucristo del pedestal. Un Jesús visto como una persona de verdad, aún en la ficción, no entraba en su cabeza.

Felizmente sí entró en la cabeza de Kazantzakis primero y de Martin Scorsese después, para entrar luego en la nuestra. «La Última Tentación de Cristo» es una película que ayuda, creo, a reflexionar no sólo sobre la religión, sino sobre la vida y las decisiones que todos debemos tomar; sobre ponerse al frente y sobre aceptar o retar a la vida y a esa suma de circunstancias a la que nos gusta llamarle destino.

“Jésus de Montréal” (1989) de Denys Arcand

Imagen: Téléfilm Canada

Imagen: Téléfilm Canada

Escribe: Andrei Contreras Romero (@Dacromero)

Daniel, un joven actor canadiense, es contratado por la Iglesia Católica para dirigir y protagonizar la obra de teatro “La Pasión de Cristo”, y le da la libertad de hacer lo que quiera con el guion para realizar una mejor adaptación del sufrimiento de Jesucristo. Junto con los actores que convoca, se anima a plantear una visión diferente de la historia de Jesús, lo cual provoca una fuerte oposición de los más creyentes, los cuales la consideran demasiado transgresora.

Arcand nos plantea un paralelo entre el trabajo de nuestros protagonistas con la historia bíblica. Daniel es la representación de Jesucristo en diferentes situaciones como: su búsqueda de actores (todos con características similares a los discípulos de la Biblia), proclama amor en una sociedad corrupta y controlada por los medios, es tentado a dejar sus ideales por el dinero y la fama, la Iglesia Católica se opone a su adaptación y varios sucesos que sutilmente son introducidos en la historia. Nada es forzado, y a pesar de que todos conocemos la historia de Jesucristo, nos sorprende encontrar estas referencias.

Es mi película preferida sobre religión porque el director no busca mofarse o ridiculizar las creencias cristianas; al contrario, te recuerda los principios, valores y profecías que enseñó Jesucristo y cómo todavía se aplican en la actualidad. Una recomendación para los creyentes cristianos que buscan una película que realce su fe y metáforas con relatos que comparten en sus reuniones eclesiásticas y para cinéfilos que buscan una buena adaptación religiosa: ganó el Premio del Jurado del Festival de Cannes de 1989.

«Viridiana» (1961) de Luis Buñuel

Imagen: Films 59

Imagen: Films 59

Escribe: Dante Morales (@caballeroetereo)

“Viridiana”, película de nuestro venerado Luis Buñuel, es un hito en la historia del cine: se configura como la primera gran película en cuestionar, uno por uno, los dogmas de la religión cristiana. Todo esto, en una atmósfera tan brillante como surrealista, donde Viridiana (¡Silvia Pinal!) es la novicia de un convento que recibe la invitación de su tío Jaime (Fernando Rey) —una especie de mecenas al que solo ha visto una vez— para vacacionar unos días en su antigua mansión. Con cierto resquemor, termina enrumbando hacia la mansión donde acaecerá casi toda la acción de la película.

Destilaremos los conceptos. En primer lugar, el pecado original. Viridiana se ve sometida ante la represión que ejercen sus convicciones religiosas, por lo que rechaza cualquier asomo de expresar su sexualidad. Esto es gráfico en la escena del sonambulismo. Claro está, las alegorías se pueden encontrar desde un crucifijo que esconde una navaja, hasta la imborrable parodia de la última cena. Luego, la caridad. La culpa de Viridiana se empieza a concentrar en la ayuda desinteresada al prójimo. A sabiendas de que controlar un grupo social de esa envergadura es casi imposible, recoge a pordioseros solo para intentar curar sus heridas. La gente empieza a expresar sus contenidos deseos y termina armándose un festín de consecuencias fatales.

Hay diversas reflexiones (estamos ante obra imperecedera), pero quiero rescatar la mejor del filme: la visión materialista que Buñuel adopta de la represión, los dogmas y la fe. Frente al Angelus que Viridiana obliga a rezar al grupo, se contrapone Jorge (Francisco Rabal), que llega con la firme convicción de modernizar la mansión e inmediatamente empieza con las obras. Es un choque ideológico que Viridiana concebirá como primera ruptura con la ortodoxia religiosa. Para finalizar, el rock de los 50’s: es la modernidad la que se impone sobre la vieja concepción del mundo. “Viridiana”, no es solo una obra maestra del celuloide, es también un documento histórico de la humanidad y sus miserias.

«El Séptimo Sello» (Det sjunde inseglet, 1957) de Ingmar Bergman

Imagen: Svensk Filmindustri

Imagen: Svensk Filmindustri

Escribe: Giorgio Lázaro (@Giorz)

AB: Quiero que Dios estreche su mano, descubra su rostro y me hable.
Muerte: Y sigue en silencio.
AB: Lo llamo en la oscuridad, pero es como si nadie estuviera ahí.
Muerte: Quizás, no hay nadie.
AB: Entonces la vida es un horror insoportable. Ningún hombre puede vivir enfrentando la Muerte, sabiendo que todo es nada.
Muerte: La mayoría de personas no piensa en la Muerte ni en la nada.
AB: Pero un día te pararás en el borde de la vida y enfrentarás la oscuridad.
Muerte: Ese día.

«El Séptimo Sello» es considerada como una de las grandes obras del maestro sueco Ingmar Bergman. En ella se nos cuenta la historia de Antonious Block, un caballero cruzado que de joven estaba lleno de fe, pero que 10 años después vuelve a su pueblo natal torturado por la incertidumbre de la existencia de Dios. En medio de ello aparecerá la Muerte frente a él para llevárselo, ante lo cual Antonious decide retarla a un juego de ajedrez mientras gana tiempo para poder encontrar un significado, pues al perder su fe, siente la necesidad de hallar algo más en qué sostenerse.

¿Por qué se cree en la religión o en un dios? Probablemente sea para no hundirnos en la insignificancia, para tratar de encontrar una explicación a nuestra existencia. Entonces en la pérdida de fe se pueden hallar unas tormentosas dudas de lo inexplicable, de una vida que solo espera la ineludible llegada de la muerte, pues quizás, efectivamente no hay nadie que pueda oír nuestros rezos y solo nos queda a nosotros darle sentido al sin sentido de vivir y así aprender a apreciar cada uno su vida: la vida.

«El Evangelio Según San Mateo» (Il vangelo secondo Matteo, 1964) de Pier Paolo Pasolini

Imagen: Arco Film

Imagen: Arco Film

Escribe: Francisco Bardales (@pacobardales)

«El Evangelio según San Mateo» (1964), escrita y dirigida por Pier Paolo Pasolini, retrata la vida de Jesús de Nazareth de un modo impensado en el cine de su realizador. Pasolini, comunista, iconoclasta y abiertamente ateo, armó una película intensa, llena de humanismo, afincada en una descripción fiel del evangelio, pero al mismo tiempo es una interpretación humanista e ideológica.

En «El Evangelio según San Mateo» existen unas imágenes tan bellas, cargadas de un simbolismo fervoroso, armadas desde la base de un no creyente contaminado profundamente por su tradición espiritual. No solo es una de las películas religiosas mejor logradas (reconocida por el propio Vaticano, que pidió restaurar el filme) sino uno de los puntos altos de la cinematografía de un autor imprescindible.

«Espartaco» (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick

Imagen: Bryna Productions

Imagen: Bryna Productions

Escribe: Orlando Barreto (@pirriman)

Una película clásica para pasar la Semana Santa frente al televisor. Ver al inacabable Kirk Douglas luchar y levantar a todo un pueblo por la tan ansiada libertad, enfrentándose al poderío romano, todo en un entorno lleno de soldados, esclavos, ropas de acero y controversia política; además que vemos a un imperio romano que se muestra tanto glorioso como corrupto y amoral (hablamos del imperio que años después juzgaría a Jesús). Todo esto le da a «Espartaco», dirigido por el inmenso Stanley Kubrick, la fuerza para convertirse en una obra maestra absoluta del cine épico.

¿De qué va la película? «Espartaco», un esclavo quien pasa sus días en las minas de Libia, es comprado por un mercader con la finalidad de convertirlo en un poderoso gladiador. Pero eso no hará que deje de ser un esclavo, por lo que decide reunir a su gente y encabeza una rebelión que logra poner en jaque al imperio.

La cinta se encuentra en el periodo clásico de Kubrick, quien ya había empezado su carrera con películas como «Casta de Malditos» y «El Beso del Asesino», además de ser escrita por el polémico (y perseguido) guionista Dalton Trumbo. Ambos le dan un trasfondo político marcado por la corrupción, coyuntura muy parecida a la que se vivía en la época (el macartismo).

YAPA: «Going Clear: Scientology and the Prison of Belief «de Alex Gibney, fascinante documental que pone al descubierto la religión de la cientología, desenmascarando sus abusos y explotaciones. Está en Netflix, así que véanla.

«Audience of One» (2007) de Mike Jacobs

Imagen: Revolve Productions

Imagen: Revolve Productions

Escribe: Vladimir Soriano Galarza

¿Hasta qué punto se puede llegar a usar a la religión como pretexto para engañar a las masas? Esa es la pregunta que el fantástico documental «Audience of One» explora a través de caso real del pastor Richard Gazowsky. Un buen día, según él mismo cuenta, Gazowsky estaba rezando en lo alto de una montaña, cuando recibe un mensaje del de arriba: “Fundarás una productora de cine”-proclamó Dios- “Quiero que seas el Rolls-Royce del cine (sic)”.

Por supuesto, Gazowsky acepta este “mandato divino” y, como es de esperar, convence a los feligreses para que aporten grandes sumas de dinero (a.k.a. diezmo) para así poder cumplir la voluntad de Dios. La película en cuestión – la cual, por cierto, debemos creer que fue también concebida y diseñada por Dios- es una adaptación en versión ciencia ficción del relato bíblico de José y sus hermanos. Con el dinero recaudado compraron los equipos y separaron las locaciones. ¿El problema? Ninguno de los involucrados, desde el director hasta los actores y equipo técnico, tenía la más puñetera idea de cómo hacer una película. Gente no-profesional que, por cierto, nunca vio ni un centavo, con la promesa del pastor de que tendrían el apoyo de unos patrocinadores alemanes – lo cual nunca probó ser cierto.

Cómo ya se podrán imaginar, todo se derrumbó y nunca se llegó a hacer la película divina (el pastor culpa a Satanás de esto), pero sí que se ganaron varios problemas legales. Pero las fechorías de Gazowsky no quedaron ahí, pues se aseguró de sacarle más dinero a la gente con más alucinantes promesas. Y esta inverosímil historia, aunque no parezca, es completamente real. Este documental es prueba de ello.

«Camino» (2008) de Javier Fesser

Imagen: Revolve Productions

Imagen: Revolve Productions

Escribe: Omar Cáceres (@Cine_filoso)

Este drama sobre una niña enferma terminal nos da a conocer el fanatismo marcado por la fe ciega y el “temor a Dios”, uno que se alimenta de la desesperación de los demás para hacerse más poderoso. El tema del Opus Dei sale de forma marginal, como una empresa interesada en sacar el mayor beneficio posible del espíritu mágico y positivo con el que Camino afronta su horrible enfermedad y su muerte.

Cada uno de los personajes de la película simboliza una idea, un estado de ánimo, una actitud ante la vida. La madre, magistralmente interpretada por Carme Elías, es la metáfora viva de la venda en los ojos, de las frustraciones vertidas en los hijos. Su marido, la impotencia. La hermana consigue expresar la nulidad y la sumisión, mientras que Camino representa la inocencia ultrajada.

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