En Cinta Martes, 15 marzo 2016

¿Qué busca el público cuando ve una película de terror? «La Bruja» es perturbadora, pero no de la forma convencional

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Imagen: A24

«La Bruja» te incomoda hasta la médula, pero no pretende asustarte de la forma convencional. Imagen: A24

Escribe: Vladimir Soriano Galarza y Alberto Castro (@mczorro)

Parece ser una pregunta con una respuesta bastante obvia. ¿Qué es lo que busca el público cuando ve una película de terror? Asustarse, tanto como busca reírse cuando va al cine por una comedia. Los géneros cinematográficos influyen en las intenciones de compra y expectativas del espectador, el cual va sugestionado a encontrarse con una serie de convenciones y formas que lo remecerán en el asiento hasta el pavor. Es así que muchos suelen evaluar estas cinta por la cantidad de veces que gritan de susto (o que se ríen, en el caso de las comedias). Con eso en mente, llegamos al caso de «La Bruja», película amada por Stephen King, aclamada de forma unánime por la crítica, deliciosa para analizar en sus subtextos y por la forma en la que logra perturbar mucho más que con simples sustos o golpes contra la pared; pero despreciada por el público (a partir de lo que vemos en las redes sociales).

Imagen: Captura de Facebook

«TERROR + ABURRIMIENTO». Habló la gente. Imagen: Captura de Facebook

Imagen: Captura de Facebook

«Esperaba otra cosa». Imagen: Captura de Facebook

Todos parecieran estar de acuerdo en lo mismo: la película es aburrida y no da miedo. Hay muchos que denotan su decepción, ya que el adelanto quizás les vendió algo más estridente, con más presencia de la bruja del título y con más víctimas en el camino. Curiosamente, el adelanto sabe retratar muy bien ese ambiente malsano en el que habita la familia protagonista de la película y cómo sus relaciones se decantan con trágicos resultados.

El problema es otro: el ‘género cinematográfico’ pareciera funcionar como una lista de reglas que hay que seguir para conseguir un efecto en el espectador, cuando hay otros caminos para transmitir otro tipo de emociones. El cine de terror oriental se ha enfocado en las venganzas desde el otro mundo, el cine de terror norteamericano ha incidido mucho en el slasher y su vertiente más adolescente, mientras que en Europa podemos encontrar desde las casi fábulas españolas hasta la rigidez y lo más seco del cine germánico. Hacia esta última vertiente se inclina «La Bruja», muy influencia por el cine de Michael Haneke; «Goodnight Mommy», la cual se estrena por aquí en las próximas semanas, es una propuesta que sigue la misma línea.

El género debería ser un punto de partida desde el cual se puede (y debe) distanciar una película: hacia la radiografía adolescente en «It Follows», hacia el realismo con su dimensión alucinatoria en «Babadook», hacia la risa nerviosa y el serie B en «Arrástrame al Infierno». Todas estas películas fueron acusadas de ‘no dar miedo’ y juzgadas en base a los gritos que provocaban, cuando los temas que trataban y las conmociones internas que generaban eran mucho más duraderas. El terror no solo debe buscar ‘asustar’ en su forma más básica, sino incomodar y perturbar en base a los tabúes y constreñimientos de la sociedad. No por nada el incesto, la inocencia interrumpida, el despertar sexual o la herejía son temas constantes en el cine de terror.

Es así que «La Bruja», más que un personaje antagónico, sirve como un vehículo para hablar de diferentes temas: el paso de la cordura a la locura, la tentación, la envidia, la lujuria. La cinta juega con la noción del pecado a través de un tratamiento perturbador y sobrio. El personaje apenas si aparece, pero está presente de una forma implícita en la vida de la familia protagonista, de inicio a fin. «La Bruja» nos habla sobre los extremos del fanatismo y los efectos que puede tener en la sociedad y la misma vida familiar; ese castigo auto-impuesto que carcome todas las relaciones. Al final, se trata de la historia de una serie de personajes aplastados por un sistema patriarcal y que sufre para entender sus reglas. Cada uno de los integrantes de esta familia hiper-religiosa se enfrenta de manera distinta a su fe y las tentaciones que la desestabilizan. La incertidumbre se instaura y la desconfianza impera entre todos: hacía mucho tiempo que una atmósfera no resultaba tan opresiva como en esta película. Sus imágenes y evocaciones se quedan en tu cabeza por mucho tiempo después de haberla visto.

La brujería como relato folclórico da cuenta de la forma en la que se veía a las mujeres que se atrevían a desafiar al sistema en el pasado, muchas de las cuales fueron quemadas vivas por luchar por su independencia. «La Bruja» juega con ese intento de librarse del sistema opresivo con toques sobrenaturales, aunque el destino de nuestra protagonista (brillantemente interpretada por Anya Taylor-Joy) resulta tanto gratificante como desolador: pasa de un sistema opresivo, a uno dominado por otro patriarca, aunque apenas si se da cuenta en medio del éxtasis. El personaje de Caleb (otra notable performance del menor Harvey Scrimshaw) es otro personaje que sucumbe ante la libertad (en su caso, una de aspiraciones sexuales) y se encuentra con su propio final del camino.

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Otra extraordinaria película que ‘no dio miedo’: IT FOLLOWS. Imagen: Delta Films

Regresando al tema de la acogida del género en nuestro país, es bien sabido que funciona como buen negocio: todas las semanas tenemos una nueva propuesta desde cualquier parte del mundo y de muy dudosa calidad que, si bien no será un mega-taquillazo, sí convocará a un público consistente. Lamentablemente, esta sobresaturación de cintas de terror es la que parece haber provocado que ese gran público malinterprete el concepto de lo que el verdadero terror es. La mayoría de estas películas son muy baratas de producir y no se les ha puesto demasiado esfuerzo, ya que se realizan en serie.

¿Cuál es el método más barato y menos inspirado para producir terror en el público? Los screamers o jump scares: ese chirrido de puerta inesperado, esa aparición repentina en el espacio, ese objeto que de la nada se mueve. Ojo que no está mal recurrir a ellos, mientras se sepa cómo hacerlo: James Wan es un director que sabe utilizarlos, aunado a atmósferas cargadas, en películas como «Insidious» o «El Conjuro». Sin embargo, el cine de terror actual parece ser una competencia por ver cuál tiene más screamers, y los colocan incluso en lugares donde no tienen sentido. Y ya que es el método más usado, el público asiduo ya se acostumbró a que esto es el verdadero terror. Claro, se molestan si los asustan de la misma forma (lo del espejo en el baño es unánimemente criticado, siempre), pero si NO intentan asustarlos de la forma convencional (como en «La Bruja», donde no hay ni un solo jump scare) pueden llegar a aburrirse. Vamos, los screamers son al terror lo que los chistes de pedos o caídas a la comedia.

«La Bruja» no es una película literalmente sobre una bruja, sino sobre la corrupción del núcleo familiar. «Babadook» no es una película sobre un monstruo que habita en un libro, sino el retrato de una madre soltera angustiada por la crianza de su hijo.«It Follows» no es una película de fantasmas que te persiguen, sino una radiografía generacional sobre el despertar sexual. Allí radica la belleza del género, en ese subtexto que deviene de los sustos o de los acontecimientos sobrenaturales: hay que ver más allá de lo que superficial, allí radica el poder de las imágenes. Si nos remontamos a clásicos como «El Exorcista» o «El Resplandor» notaremos también que, más que los sustos específicos, nos perturba más ese quiebre de lo socialmente establecido y aceptado.

Fuera de que les guste o no «La Bruja» (y a nosotros NOS ENCANTA, así, con mayúsculas: la mejor película de terror que se ha visto en años), creemos que la idea totalitaria del género (el drama que hace llorar, la comedia que hace reír, el terror que te hace saltar) le está haciendo daño a ese cine que busca generar emociones más complejas en el espectador.

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