reinadecapitada Sábado, 13 febrero 2016

«Lo que callamos los actores»

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada
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Foto: Víctor Malca

Soy una advenediza en el mundo del teatro. Hace dos años entré a él con muchas ganas pero circunstancialmente, gracias a una beca del programa Sala de Parto. Sin embargo, los actores me han tratado con generosidad y cariño, y de ellos he aprendido muchísimo. Me han permitido subir a un escenario y actuar a su lado. Prácticamente me han dado clases magistrales gratis, que me han servido no sólo sobre las tablas sino en mis proyectos de escritura y en mi vida diaria. El teatro, entre tantos regalos (nuevos amigos, nuevos proyectos, nuevos horizontes), ha enriquecido mi vida. Me ha hecho sentir más plena, porque mezcla escritura, oralidad y movimiento. Esa es, obviamente,mi apreciación personalísima y seguro algún teórico experto podrá refutarla o complementarla. Solo quería resaltar que en poquito tiempo el teatro me ha dado mucho, y esa es una deuda que nunca les terminaré de pagar a las personas que me acogieron desinteresadamente.

Además de eso, he visto de cerca que la chamba de los actores y actrices es ardua, durísima. Deben mantener mente y cuerpo en constante entrenamiento. La mayoría de veces los actores sacan de la suya para montar una obra que no les va a rendir mucho, o tienen que hacer colecta para viajar a seguir promocionando su chamba. Y eso si trabajan con productoras honestas, no de las que mezquinan pagos o no pagan nunca. Ser actor por lo general implica no tener chamba estable ni seguro médico o tener que trabajar en algo más para tener estabilidad y seguro, depender del éxito de las temporadas o de la suerte de que los llamen para alguna producción en cine o televisión, dictar talleres o hasta ponerse un disfraz de dulonpillo tres horas en pleno verano para un evento promocional por diez dólares de paga. Y estoy hablando solamente de lo que se puede ver en Lima.

A eso sumémosle que la situación de la cultura en el Perú no ayuda. Para estudiar artes escénicas como carrera profesional, solamente se puede ir a algunas universidades particulares y una sola institución estatal, la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (Ensad), a la que se le otorgó rango universitario no hace mucho, y que un proyecto de ley del año pasado ha amenazado con quitarle, gracias lo cual los títulos universitarios de los egresados no servirían de nada. Es decir a ciertos genios en el Congreso no se les ocurrió mejor idea que dejar fuera del rango universitario a la Escuela Nacional de Bellas Artes, a la Escuela Superior de Folklore y a la Ensad. Como si no existieran,por otro lado, universidades de mala calidad que meten a cien alumnos en un aula. Aquí más información:

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Foto: El Comercio

 

Entonces con todas las dificultades que conlleva ejercer la actuación, ¿los actores tienen que callar cuando los medios presentan actuaciones de mala calidad? Es algo que no ocurre en otros gremios profesionales, por ejemplo, ante una práctica médica incorrecta, el Colegio Médico del Perú puede hacer sentir su voz. Lamentablemente, y prospera el franeleo, que transforma la definición de cortesía en quedar bien con los poderosos o famosos para no perder el trabajo o no generarse problemas, por lo cual existe la mala costumbre de fingir compañerismo y simpatía aún cuando la situación no te sea favorable.

Esta es una de las pocas veces en que una actriz rompe esa costumbre de hablar a media voz y señala directamente una de las más grandes falencias en los medios: reemplazar calidad por fama. Ya no estamos hablando solamente de contenidos (aquí vendría la bizantina e interminable discusión sobre la televisión basura), sino de ejecución. No importa si el producto es una telenovela de amor o una película expresionista sobre los dilemas kantianos del ser, si no ofreces calidad no estás respetando al público. Pero lamentablemente no importa la calidad sino la fama, y además está empodera a cualquier celebridad que se siente intocable al recibir críticas de gente que sí se ha formado para hacer su chamba. Más aun, queda para el público la imagen de que los profesionales y expertos no tienen autoridad moral sobre su propio campo y quien aparece más veces en televisión sí la tiene, y eso es gravísimo. Pero Arizaga y Porcella no tienen la culpa, están ahí porque un sistema los promueve. Angie Arizaga y Nicola Porcella han trascendido el lío de farándula, son la voz del país que les dice a sus artistas profesionales que su formación no vale nada.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada