noticias Viernes, 24 abril 2015

Día del Libro. ¿Adiós al libro?

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

Con el libro pasa algo parecido a lo que sucede con la música. Los mayores suelen decir que antaño se escuchaba mejor música y también que antes se leía más. Por alguna razón, el pasado siempre es una especie de Arcadia maravillosa donde la gente era cortés, nadie decía palabrotas, no se violentaba a las mujeres en la calle y todos leían obras edificantes.

Ayer que fue el Día del Libro, fecha oficial impulsada por la Unesco, sucedió lo típico: las librerías ofrecieron descuentos, las instituciones postearon saludos, el timeline de Facebook se llenó de memes alusivos y los más sarcásticos aprovecharon para pedir de vuelta los libros prestados. Sin embargo, también aparecieron los pesimistas, las aves de mal agüero.

¡La gente ya no lee!

El canto de cisne de estos tiempos es que el libro dejará de existir: la gente lee cada vez menos, se la pasan mirando las pantallitas en vez de leer un libro. Incluso escritores como Mario Vargas Llosa han manifestado su queja. Ya se sabe que nuestro amado Chanchi (China Tudela dixit) se muestra bastante conservador sobre las nuevas tecnologías. Recuerdo especialmente una columna suya titulada “Más información, menos conocimiento”, de hace cinco años, en la que lamentaba que los lectores seamos cada vez menos en el mundo, porque nos estamos acostumbrando a picotear la información.

Este lamento se suma a la reivindicación del fetichismo por el papel. Ya se ha vuelto frecuente que muchos de mis contactos posteen enlaces del tipo Veinte razones por las que el libro de papel es mejor que el libro digital, o Diez alegrías que solo los libros de papel te darán. Miren, a mí también me enloquece el aroma del papel nuevecito y la sensación de pasar las páginas, pero reconozcámoslo, eso es fetichismo puro y duro. Y con todas las alternativas para leer (papel, Kindle, tablet, etc.) algunas más cómodas que otras, no podemos seguir aferrándonos a un sistema que, lamentablemente, está dejando de ser compatible con nuestro estilo de vida.

Los libros de papel son hermosos e incluyen detalles insuperables como el diseño de la cubierta (en esto las ediciones anglosajonas suelen ser más bellas que las hispanas :/). Pero la verdad es que esto de tener y coleccionar libros es una costumbre rara que hace cien años solo era cosa de intelectuales y doctores de la ley (casi siempre varones, adultos, élites). La alfabetización es un fenónemo reciente e incipiente, hijo de los ideales de igualdad y democracia. Hace cien años, en Perú, los índices de comprensión de lectura no hubieran supuesto un problema prioritario: no se necesitaba que las mujeres o los campesinos supieran leer.

Incluso, cuando las mujeres leían se trataba de mujeres de sectores privilegiados, que podían delegar la tarea de cuidar de la casa y los niños a nanas y sirvientes. Para estas mujeres las ediciones que se les permitía leer eran de un tamaño acorde a sus delicadas manos. Un ejemplo de esta costumbre se muestra en uno de mis cuadros favoritos: La lectora de Fragonard.

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Lecturas ligeras para manos ligeras

 

Los otros libros eran bastante más grandes y aparatosos que el que sostiene esta lectora: cubiertas de cuero, páginas de piel en algunos casos. Todavía se pueden ver algunos de esos libros en Perú, en la Biblioteca Nacional o en museos de las iglesias y conventos del Centro de Lima, como el de San Francisco.

Ya ni pensar en lo que existía antes de los libros: pergaminos, quipus, piedras talladas, murales… Las formas en que la humanidad ha transmitido información han existido probablemente desde que el primer homínido gruñó. Y cuando no había papel, pergamino, piedra o muro, los contenidos se transmitían de boca en boca, como nos llegaron La Odisea o La Iliada que, como diría Borges, son producto de aquel conjunto de griegos que llamamos Homero.

Libros libres

Contra lo que comúnmente se cree, contra lo que teme Vargas Llosa, en nuestros tiempos, la gente lee más que antes. Nunca antes se habían vendido tantos libros en tantos lugares del mundo. Claro, me dirán ustedes, pero es que se vende pura literatura light, Paulo Coelho, autoayuda, sagas ligeras, etcétera. Sí, se venden más libros pero no es que la literatura o la filosofía o la historia se hayan vuelto populares de la noche a la mañana.  Lo cierto es que sí se lee más de estos géneros que antes. Proporcional y cuantitativamente, se venden más libros de Paul Auster o Roberto Bolaño que los que se vendieron de Hemingway o Poe. Imagínense ustedes mismos como lectores hace cien años. Imagínense pobres, negros, indígenas, mujeres, personas con discapacidad, pueblo en fin… ¿Hubieran podido leer lo que leen ahora? Lo dudo. Tendrían que haber accedido a zonas vetadas como las bibliotecas de los conventos o las universidades.

Vayamos un poco más hacia adelante. Hace treinta años leer un libro, en Lima, hubiera supuesto tener que ir a una librería, o a los libreros de viejo, tal vez, pero de todas formas hubiera implicado hacer un viaje a algún sitio algo lejano de casa. Un viaje algunas veces infructuoso porque la edición que buscábamos se había agotado, y había que esperar una nueva, o porque simplemente ya no se vendía ese libro. No todas las bibliotecas eran accesibles por todo el público y las que lo eran no tenían mucha variedad a disposición.

¿Qué ha pasado treinta años después? Que las librerías en Perú siguen siendo pocas (y hay lugares en que la única librería está en el aeropuerto), que las bibliotecas públicas siguen casi igual de descuidadas. Pero sucede que ahora podemos encontrar libros en internet.  Que quienes leemos podemos compartir lo que leemos y conocer más personas que lo hacen. Que se multiplican en Facebook los grupos de lectura de Tolkien, de Martin, de Asimov… ¿Saben a cuánta gente conocía yo que leyera a García Márquez hace veinte años? Solo una, mi profesora de Literatura de la secundaria, que no era precisamente Jacinta Pichimahuida. Encontré Cien años de soledad en la Avenida Grau, donde estaban los libreros que luego se fueron al Jirón Amazonas. Yo no tenía con quién comentar la lectura. Yo, de familia que los sociólogos llamarían sector C-D, de barrio, obrera, de colegio estatal, peruana promedio. Tuvo que llegar internet a mi vida para tener con quién comentar el libro, para conocer a otros chicos y chicas que también habían leído. Eso es lo que internet nos dio: la posibilidad de comentar lo que leemos, de compartir lecturas, intercambiar archivos. La posibilidad de escribir esto. La posibilidad de quejarnos de que la gente no lea.

¡Pero el nivel de comprensión lectora del Perú es bajísimo! ¡Damos vergüenza!

Sí, exactamente, pero eso ya es otro cantar. Y no es culpa de internet, es un problema que antecede a la red. De hecho, de no haber internet, sería difícil enterarnos de los resultados de la prueba PISA, ya que no es precisamente la noticia más vendedora. Ya se ha dicho que la lectura es una costumbre, no un don, y que es contraproducente pensarla simplemente como herramienta de estudio. Recuerdo que en mi colegio teníamos biblioteca, pero casi nadie la visitaba (entré solo un par de veces a leer “El corazón delator”). El problema de la comprensión lectura y de nuestra endeble industria editorial son cuestiones estructurales. Internet es el nuevo mensajero y no debemos pretender matarlo, sino aprovecharlo.

Probablemente los libros dejen de existir, pero nunca la lectura, mas aun la literatura. Tal vez los libros no desaparezcan hoy, tal vez en cien años sea común leer en dispositivos antes que en papel. Pero tal vez esa facilidad del acceso a las lecturas cree más lectores. Tal vez. La tecnología funciona cuando la sociedad y el estado se comprometen a aprovechar su eficacia. No se acabará la humanidad si desaparece el fetichismo del papel, y tal vez nuestros descendientes vean a los libros como hoy vemos a los pergaminos y los murales. El Día del Libro debería ser una buena oportunidad no solo para celebrar los libros sino la lectura sino todas sus posibilidades, incluyendo las digitales.

 

UPDATE

Infografía de Unesco: LEER EN LA ERA MÓVIL

 

Fuente: UNESCO

Fuente: UNESCO

 

La mayoría de gente que vive en países en vías de desarrollo lee libros o ficción en celulares baratos.

Los libros son escasos.

Número de bibliotecas:

Reino Unido: 1 por cada 15 000 habitantes

Nigeria: 1 por cada 1 350 000 habitantes

La mayor parte de la gente en el África Subsahariana no tiene un solo libro.

Las escuelas en países pobres rara vez proveen de libros a sus alumnos.

PERO LOS TELÉFONOS MÓVILES ESTÁN EN TODOS LADOS.

Hay 7 mil millones de personas en todo el mundo. 4 mil millones y medio acceden a servicios higiénicos. 6 mil millones acceden a teléfonos móviles.

Las redes móviles cubren al 95% de la población.

 

Lee el reporte completo aquí (en inglés).


 

Enlaces para lectores millenials y wannabes

 

Libros gratis para la aplicación Kindle

En este enlace puedes encontrar Crimen y castigo a cero euros (o soles o dólares) en versión adecuada para la tablet, y si te empeñas, otros clásicos más. Para la falta de agricultura :)

http://www.amazon.es/Crimen-y-castigo-Fedor-Dostoiewski-ebook/dp/B006EAI1HO/ref=sr_1_6?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1429890641&sr=1-6&keywords=libros+gratis

Biblioteca Ayacucho

Si, como yo, eres de los piñas que cobran recién cuando ya terminaron las épocas de descuentos por el Día del Libro, este link te puede gustar: casi todas las ediciones de la Biblioteca Ayacucho, editorial estatal venezolana de amplia trayectoria. Tienen ediciones completas de la poesía de César Vallejo y José María Eguren, entre otros peruanos. Provecho.

http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/?id=103

Biblioteca digital de la fundación BBVA

http://www.biblioteca.fundacionbbva.pe/fundacion_biblioteca_catalogo.php?ficha=0

Ediciones facísmiles de la poesía de César Vallejo. De nada.

El cuarto del rescate

Facebook: https://www.facebook.com/elcuart0delrescate?fref=ts 

Tumblr: http://elcuartodelrescate.tumblr.com

No estamos solos, El cuarto del rescate es una iniciativa de Karina Valcárcel y Paulo Peña que recoge testimonios de iniciación como lectores. (Aquí está el mío, por si tienen curiosidad ;) )

 

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada