reinadecapitada Martes, 9 junio 2015

Elogio de la Tigresa y el calateo

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

La Tigresa del Oriente se acaba de calatear para la revista SoHo y se armó el revuelo. Es que La Tigresa es algo así como nuestra Madonna. Salvando las distancias y antes de que mis amigos gays tengan soponcios, debo hacer la aclaración pertinente. ¿Cuántos artistas pop tenemos que rompan los cánones? Pocos, muy pocos. Talentosos si quieres, pero transgresores…

Porque creo que aún estamos lejos de que otro artista peruano haga este tipo de video, que fue calificado de blasfemo por el arzobispo de La Plata. Sabemos que en Perú sucedería al revés. Me acuerdo de Pedro Suárez Vértiz y sus angelitos salvadores de embarazadas, y me pongo mala.

A estas alturas es imposible desconocer la historia de Judith Bustos, nuestra Tigresa del Oriente, cuya fama se inició con este video, que a estas alturas tiene más de once millones de visitas en Youtube.

Este video y todos los posteriores de la Tigresa dispararon las alarmas del buen gusto peruano. Buena parte de las visitas que obtuvieron se debe a las buenas personas que dedicaban su tiempo diciéndole a la Tigresa que ya estaba vieja para esas cosas, que sus videos eran ridículos, su música de mala calidad y demás lindezas. Me extraña tamaña impertinencia. La FM peruana nos transmite pop muy malo cada día, y a casi nadie parece importarle eso.

¿Cuál es el problema con la Tigresa entonces si no nos caracterizamos por ser muy sibaritas musicalmente? Quizás que no sea jovencita, que no tenga 18 y que, encima, se atreva a existir.

Y a calatearse.

Nuestra Madonna. Foto: http://www.soho.com.co/

Nuestra Madonna. Foto: http://www.soho.com.co/

Como si no bastara con atreverse a hacer música, a ir por el mundo diciendo que es peruana, ahora la Tigresa se atreve a calatearse para Soho… Soho Colombia, claro. En Soho Perú andan en otra cosa aún.

No voy a reproducir aquí la andanada de comentarios que ha generado el desnudo de la Tigresa. Hay de todo, también es justo decirlo, pero son infaltables los misóginos, que la emprenden contra la edad de la cantante, y los moralistoides, que consideran indigno que una mujer se presente en cueros.

Esto del desnudo femenino sigue siendo tooooodo un dilema. No es fácil zanjar la discusión. ¿Es el desnudo femenino cosificante en sí? ¿O una muestra de autonomía del cuerpo femenino? Si somos realmente dueñas de nuestros cuerpos no tendríamos por qué ocultarlo todo el tiempo, mucho menos ante la absurda culpabilidad que genera el problema del acoso callejero. La gente linda del colectivo peruano Paremos el acoso callejero no se cansa de aclararlo, repeat after me: el problema no es la ropa sino quien violenta la libertad ajena. Pero el otro lado de la moneda es que realmente el desnudo termina siendo cosificante cuando sirve para vender chela o autos y la calata termina de accesorio. ¿Cuándo el desnudo es autónomo? Cuando la mujer lo decide, cuando la persona lo decide.

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Manifestación en el exterior del Congreso de La República por la despenalización del aborto en caso de violación (Foto: Déjala decidir)

Además ese viejo problema de la doble moral se hace muy patente en estos casos. Cuando una mujer se desnuda, para el ojo colectivo adquiere una categoría ambigua. Una mujer que se desnuda total o parcialmente en los medios siempre tiene bienvenida por el ojo espectador, casi siempre masculino. Una calata, para decirlo en buen peruano. Porque en Perú las mujeres no se desnudan, se calatean. Desnudarse es quedarse totalmente sin ropa. Una calata no es necesariamente una mujer completamente desnuda, es una mujer que está enseñando buena parte de su cuerpo, sobre todo si se trata de pechos, vientre y muslos. Así es nuestra idiosincrasia, basta posar en bikini para ser calificada de calata. Las chicas que salen en El Trome y El Popular son tan calatas (parciales) como la calata de Caretas (calata total). La calata es una de las cosas que nunca falta en este país, como el ají en la comida. Calatas hay por todos lados. Caminas tres pasos y te topas con una: en el periódico, en el anuncio de chela, en el calendario de la mecánica. Son parte del paisaje, decoración inofensiva. En Perú nos ofenden muchas cosas: que dos hombres se besen en público, que la gente declare ser atea. Una calata no ofende. Simplemente está ahí.

La calata no ofende mientras sea solo eso: calata. Una calata no es una mujer, es una calata. Cuando la calata nos hace notar que es mujer empieza el jaleo. No tenemos ningún problema con mirar a la calata, pero ay de ella que se le ocurra reclamarnos algo. En el Perú se han calateado vedettes, actrices y cantantes. Y esto siempre les pesará como un estigma. Cuando la mujer quiere ser persona, alguien le recordará que, antes que nada, fue calata. Le pasó a Gisela Valcárcel, cuando emitió una confusa declaración sobre la Unión Civil. La gente que apoya la UC es muy progre y todo, pero lo primero que le sacaron a relucir a la Señito fue su pasado de vedette calata, con fotos a la mano. Le sucede a Mónica Sánchez, que cada vez que habla de sus tendencias políticas nunca falta el que comente sus noventeras fotos topless. Le pasó a Tula Rodríguez cuando anunció su compromiso con Carmona. Le pasó a Mónica Cabrejos durante el escándalo Thays. No importa lo que tengan que decir. No importa si lo que dicen está equivocado o no. Lo que digan termina siendo irrelevante. La cosa es que ellas salieron calatas en algún momento. ¡De qué se queja esa fulana si se ha calateado! Calatearte te impide ser algo más que la calata. Fin de la discusión. No importa si te has roto el ojo mirando a esa calata, igual tendrás autoridad moral para criticar que se haya calateado.

Pero, ojo, se nos exige una edad y una época para salir calata, una clase y una posición social. Pueden hacer de la vista gorda si te calateaste a los veinte, cuando eras una vedette prácticamente desconocida, jamás una estudiante de derecho o una connotada política.

Vivimos comparándonos con las mujeres musulmanas que viven encerradas o con la cara cubierta o dentro de un matrimonio concertado sin su consentimiento. Dice la escritora feminista marroquí Fatema Mernissi que en Medio Oriente a la mujer se le domina excluyéndola del espacio, pero que en Occidente se le controla el tiempo y la luz: somos juzgadas a partir de nuestro cuerpo y nuestra edad, y si no aparentamos ser jóvenes es mejor declararnos parias.

“El occidental congela con focos e imágenes publicitarias la belleza femenina en forma de niñez idealizada y obliga a las mujeres a percibir la edad, es decir, el paso natural de los años, como una devaluación vergonzante.[..] La violencia que implica esta frontera característica del mundo occidental es menos visible porque no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética.[..] Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan. Este tipo de mujer bordea la inexistencia. Al ensalzar solo a la mujer prepubescente, el hombre occidental impone otra clase de velo a las mujeres de mi edad, nos tapa bien con el chador de la fealdad. Solo de pensarlo siento escalofríos. Es como marcarnos la piel con esa frontera invisible. ”

No somos tan progres como creemos, muchachas.

Por ello me parece excelente, bacán que la Tigresa se haya atrevido estos cánones de belleza y de la edad. Bacán no pensar más en la edad como impedimento. Bacán no tomar en cuenta las quejas machistas y misóginas que quieren reducirnos a una sola forma de ser mujer. Canta y encanta, Tigresa.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada