Henry Spencer Martes, 6 enero 2015

Por favor, no me olvides.

Babcia

Es Nochebuena y estamos abrazados, apachurrados en una esquina del sofá mientras todos conversan alrededor.

Te hablo al oído, te bromeo como si fueras una niña, y tú me respondes con el mismo humor y cariño (que siempre terminan con un “Ay, mi enano lindo. Cómo te adoro” tuyo que viene con un beso en el cachete de yapa).

Mientras vivimos esos pequeños momentos tontos, divertidos, que podrían parecer insignificantes, yo cruzo mis deditos para que no te olvides de mí.

Mi fórmula es aprovechar cada minuto, cada segundo de nuestros encuentros -como lo he hecho siempre, pero mucho, muchísimo más desde que empecé mi blog y te “redescubrí”- y recordar cosas juntos y reír y que se te quede impregnado en tu cabeza -porque en tu corazoncito ya estoy impregnado, yo lo sé- quién soy, para que nunca me olvides.

La historia que nunca falla es la de nuestras temporadas juntos en mi casa, que también es tu casa.

Te gustaba quedarte conmigo semanas, meses, porque sí, porque te disfrutabas estar aquí y pasarla juntos.

De esas temporaditas siempre te ríes cuando recuerdo que, al despertar y encontrarme editando algún episodio de La Habitación, pasabas a mi lado y me preguntabas “enano, ¿quieres que te prepare Quaker?”, lo que respondía con un serio (y concentrado en mi edición) “no”.

Entonces, con todo el cariño, me ofrecías el plan B.

-“Enano, ¿quieres que te prepare jugo de naranja?”
-“No”
-“Ay, no. Todo es no. Y estás pegado ahí con tu traca-traca-traca”, te molestabas de broma mientras “tipeabas” en el aire, imitando el sonido de mis concentrados dedos en el teclado de la computadora.

Esa historia nos hace reír una y mil veces, ¿no?

Y te sigo abrazando y queriendo y de pronto son las 12 y todos los chibolos de la casa, los grandes también, corren a buscar sus regalos y tu miradita se posa con sorpresa sobre la escena de intercambio, como si, por unos segundos, recordaras.

Recordaras que, hasta hace poquito, eras una de las más emocionadas en regalar (cualquier cosa, hasta una tonteriita de un sol. Para ti lo importante era tener un detallito con cada uno de nosotros).

Y sigues mirando la escena, sorprendida, en silencio, y de pronto, dirigiéndote a todos en voz alta, dices algo que jamás olvidaré.

“Yo no tengo nada para darles hoy. Solo todo mi cariño, porque los quiero mucho”.

Pero todos los chibolos, y también los grandes, están demasiado concentrados en los regalos y, creo, nadie te escucha, solo yo (y se me salen lagrimitas, pero las encaleto bien).

Me frustra un culo no poder estar contigo ahorita y hacerte reír, o simplemente ser el oyente de todas esas historias que te encanta contar una y otra vez y que jamás me aburrirán, porque el simple hecho de tenerte frente a mi y cogerte de la mano y acariciarte y saber que disfrutas el tiempo conmigo, me hace muy feliz.

Yo quiero ser siempre tu enano lindo al que adoras, pero, por favor, no me olvides.