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Peluchín o la inesperada vanidad de la ignorancia

«Dime los nombres de los actores porque yo de Sheyla no paso», es quizás la mejor frase del renombrado conductor Peluchín, anfitrión para el Perú de los premios Oscar.

Miren esta maravilla (gracias al gran @GerardoLipe).

Ahora, siendo justos, tanto Gigi, su coconductora, como la periodista Patricia Melgarejo, se habían preparado. Les puede haber gustado o no su labor; pueden recurrir al facilismo de invocar a Pepe Ludmir, o a la pose de «toda la tele peruana apesta, fuchi»; pero ambas se esforzaron honestamente. Eso vale. Por lo menos, no hicieron la de Peluchín, que confesó que solo había visto una película («ayer»), que no se sabía los nombres de nadie y que no tenía la más mínima idea de qué hacía allí parado cuando hay mucha gente (en ese mismo canal, por cierto) que podría haber cumplido esa misma labor, aunque sea, con alguito de amor por el cine. Puede que todo haya sido una elaborada forma de protesta ante una inexplicable orden superior de pararse allí y presentar la ceremonia. O, simplemente, y esto es lo más terrible, puede ser que estamos convirtiendo la ignorancia en algo chévere.

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Lo peor es que esto sólo alimenta iniciativas equivocadas como la marcha de este viernes. Todo mal.