Nuestro apartheid
Marco Sifuentes
tú lee nomás“No es fácil desprender de la tierra las osamentas de lo que parece una mujer y su pequeña. Las raíces se han alimentado de ellas durante 29 años, penetrando las fibras de su vestimenta, los resquicios de sus articulaciones y las fisuras de sus cráneos, hasta encadenarlas al subsuelo.”
El texto y la fotografía corresponden a Miguel Mejía, reportero de La República que hace poco acompañó a un equipo de arqueólogos y forenses en su recorrido por la zona conocida como Oreja de Perro, en el distrito de Chungui, Ayacucho.
El EFE (Equipo Forense Especializado) del Ministerio Público está recorriendo la zona para exhumar un total de 48 fosas comunes en la zona. Se calcula que contienen unos 200 cuerpos. La Comisión de la Verdad «contabilizó 300 fosas solo en el distrito de Chungui; también calificó la violencia en la zona como la más ‘devastadora’ de todo el país».
Encima de los cuerpos de la madre y de su hija, los forenses encontraron el casquillo de un proyectil con un grabado que dice: “FAME 77” (Fábrica de Armas y Municiones del Ejército).
Los cadáveres hallados aquí son, oficialmente, «desaparecidos». Según el Instituto de Medicina Legal, la época del terror dejó más de 15 mil desaparecidos. Gente cuyos cadáveres nadie ha encontrado y cuyas familias –veinte años después– no terminan de conocer su destino.
Ahora que murió Mandela, ¿quieren hablar de apartheid, de exclusión, de violencia racial? Según la Comisión de la Verdad, el 75% de las víctimas fueron quechuahablantes. Es decir, 3 de cada 4 víctimas de la masacre iniciada en 1980 tenían ascendencia andina.
Sé lo que están pensando: cholos.
El EFE exhumó, en esta ocasión, 19 fosas en las que se hallaron, según Mejía, 56 víctimas: 18 mujeres, 6 hombres, 6 adultos de sexo indeterminado y 26 menores.
Veintiséis niños.
¿Pueden venir con huevadas tipo «era una guerra»? ¿Realmente? Incluso sin contar los niños, estamos hablando aquí de campesinos desarmados. Civiles que no murieron en el fragor del combate, sino que fueron ejecutados y desaparecidos.
Y durante años, nadie los ha buscado.
¿Se imaginan si algo así hubiera pasado no en Chuschi, sino, no sé, en El Olivar de San Isidro? Más de cincuenta personas ejecutadas a sangre fría y enterradas por ahí. ¿En serio creen que habrían pasado 25 años sin que nadie los busque?
El Ministerio Público ha avanzado algo, pero sin el apoyo de nadie más: «Entre 2002 y 2011, recuperó 2,027 restos, y de ellos identificó a 1,008 y restituyó 920 cuerpos a sus deudos».
Eso hace un ratio de 225 cuerpos exhumados por año. A este ritmo, habremos acabado de recuperar los cadáveres en el 2068.
Hace unos meses, la Conferencia Episcopal y el Concilio Evangélico le pidieron formalmente al gobierno la creación de una comisión del alto nivel encargada de la búsqueda e identificación de las personas desaparecidas durante el periodo de violencia. Hasta ahora siguen esperando la respuesta.
Éste es el país en el que pobre, campesino y cholo son lo mismo. Ya es hora de que el «gobierno de la inclusión» demuestre que se preocupa por el destino de 15 mil compatriotas de las familias más excluidas del Perú
Ahora, sigan pensando que el apartheid es un exotismo africano.
“Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.”
(Nelson Mandela)