Nadine is the new Toledo
Marco Sifuentes
tú lee nomásPocas veces he visto más ancho de banda desperdiciado que con el «debate» (¿?) acerca de si Nadine rompió o no el protocolo. Que si caminó por allí o por allá, que si la alfombra roja… pfff…
"¡Horror, qué barbaridad, vergüenza, qué dirán, ohhh!" Escucho a mil doñas Florindas virreinales con el ¿tema? (¡¡) de la alfombra roja…
— Eduardo Adrianzén (@AdrianzenEduard) March 11, 2014
Ya sé lo que están pensando: UTERO TE BENDISTES AORA HERES EL DEFENZOR DE LA MUJERSITA EZA
No, tranquilos, no. Vamos por partes.
Sólo un ejemplo: mucho menos banal que esa cojudez del protocolo. ¿Se acuerdan de cuando «rescató» a unos «pioneritos», que terminaron siendo huérfanos de gente inocente que murió durante un operativo en el VRAEM? ¿Qué hacía recibiendo a unos niños que fueron, en la práctica, secuestrados por las fuerzas del orden? A ella no se le puede exigir rendición de cuentas de nada y aún así se apareció en la fase final de un operativo antiterrorista. ¿Ante quién responderá por esto?
Luego está, por supuesto, todo su rol como Jefa de Gobierno de facto. Aldo Mariátegui ha dicho que «la derecha no debería ser tan implacable con Nadine como lo está siendo últimamente. Al fin y al cabo, gracias a ella hay cordura en el gobierno, se alejó a la izquierda y al Brasil del gobierno y se eligen ministros competentes. Uno no puede dejar de admirarse cómo una chiquilla aún treintona ha manejado con relativa soltura la nave del Estado sin tener ninguna experiencia administrativa. ¡Ya hubiéramos querido que el treintón Alan hubiese obrado así en el Aprocalipsis!»
Ya, en eso tiene razón. Pero, nuevamente, estamos ante un dilema como el del fujimorismo: ¿hasta dónde estamos dispuestos a sacrificar la institucionalidad para evitar un mal mayor? La dupla Castilla – Nadine nos ha salvado del Ollanta chavista. Chévere. ¿Y ahora qué hacemos con ellos? ¿Les seguimos permitiendo que hagan lo que quieran? Al menos Castilla puede irse en cualquier momento. Pero no hay forma de sacar a Nadine de la cama presidencial. Al menos hasta el 2016. En teoría.
Evidentemente tenemos un problema político y hasta legal con Nadine. Ella no es nada. Formalmente, digo. Es sólo la Primera Dama. Ése es un cargo es simplemente protocolar, no real; ella no es una funcionaria pública. Es, legalmente, una ciudadana más. Pedirle a la Ciudadana Heredia que respete ciertos ámbitos y límites no es machismo, es respeto mínimo por el orden político, legal e institucional.
Pero aquí viene el problema: cuando las críticas válidas terminan mezclándose con una histeria que sí es machista (y, francamente, ridícula). Como lo que pasó ayer con el protocolo (que, al final, ni siquiera resultó cierto). Pero cuando leías los tuits o los estados de feis que criticaban la «trasgresión», pucha, habían algunos de antología, que ni siquiera vale la pena citar. Me recordó a cuando las críticas válidas a Toledo terminaban mezcladas con insinuaciones racistas que no venían al caso.
El punto aquí es que sí tenemos un problema con Nadine. Pero convertirnos en Ña Catitas y dar rienda a los prejuicios no ayudan a la causa. Al contrario, le sirve para victimizarse. Como Toledo, que hasta ahora se defiende de todas su tropelías diciendo que es víctima de racismo. Y sigue tan campante. Bueno, la misma coartada le funciona a la Ciudadana Heredia con el machismo. Nadine no es sólo un problema. A estas alturas del gobierno, es EL problema. No le demos armas para que pueda pegarla de mártir.