Los peruanos de Auschwitz, por Hugo Coya
Las historias de los 23 peruanos que estuvieron en los campos de concentración son narradas en el libro Estación Final de Hugo Coya (Aguilar, 2014), cuyos derechos han sido adquiridos por la productora de Hollywood Transcedent Entertainment, vinculada a los estudios Warner Bros. Bajo el título provisional de “The Forger” (La falsificadora), dicha película se encuentra en pleno proceso de preproducción y el inicio de su rodaje está previsto para el último trimestre de 2015, con estreno a principios de 2017. El guion de dicha película tendrá como base la vida de Magdalena Truel Larrabure, otra peruana que se convirtió en la mejor falsificadora de documentos de la Resistencia Francesa, hecho que le permitió salvar centenares de vidas. La actriz francesa Audrey Tautou (Amélie, el Código da Vinci, entre otras) es voceada para encarnar a la peruana.
escribe Hugo Coya
Los aniversarios permiten recorrer caminos donde se interceptan memorias y olvidos, enervando nuestras fibras más profundas y predisponiéndonos a que los sentimientos íntimos afloren con mayor facilidad. Son momentos tristes y, paradójicamente, alegres ya que constituyen un fin y un inicio.
Pero existen caminos que desearíamos nunca haber transitado o siquiera que existiesen porque fueron tan terribles para nuestras vidas que pueden doler la eternidad misma y que nos retrotraen a la barbarie al atravesar aquellos linderos que separan a los humanos de lo animal, de lo salvaje.
A setenta años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, para aquellos que recorrieron ese camino — o incluso quienes no – ocasiona aún, ahora, repulsión, una nausea infinita, asociada al asco, a la vergüenza.
Durante los casi cinco años que operó el mayor campo de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, un millón trescientas mil personas fueron recluidas en ese lugar y se estima que alrededor de un millón y cien mil personas murió allí, de las cuales 90 por ciento profesaba la religión judía. El otro 10 por ciento fueron católicos, Testigos de Jehová, homosexuales, gitanos, disidentes políticos, personas con deficiencias físicas y miembros de alguna etnia que no fuera aria.
La gran mayoría de las víctimas perdió la vida por el hambre, la inanición, las cámaras de gas, los hornos crematorios, los experimentos médicos, las enfermedades sin atención, sesiones de tortura o a balazos.
Entre estos prisioneros, hubo 17 peruanos, 15 de los cuales murieron en las cámaras de gas a su llegada. El cañetano Héctor David Levy fue fusilado en Buna-Monowitz, un área de Auschwitz, como represalia porque reclamó un poco de agua para él y los otros prisioneros tras dos días ininterrumpidos de trabajos forzados.
Levy creía que por haber servido a Francia como miembro del ejército durante la Primera Guerra Mundial no le pasaría nada al igual que su esposa e hijos. Incluso se negó a enviarlos a Argelia donde huyó el resto de la familia. Se equivocó rotundamente ya que las propias autoridades colaboracionistas francesas ayudaron en a su deportación.
Su esposa Irene y sus dos pequeños hijos fueron arrestados junto con él, conducidos a Auschwitz y gaseados. Gerard (de cuatro años) y Michelle (de apenas siete meses de nacida) son las víctimas más jóvenes que el Perú posee en los registros de la Segunda Guerra Mundial.
Lo mismo ocurrió con los padres de Héctor David, Nathan y Sarah, puestos que eran demasiado ancianos y no podían ser usados para los trabajos forzados a los que eran obligados los prisioneros.
Victoria Barouh Avayü fue la única persona nacida en el Perú que sobrevivió a ese infierno, aunque perdió a toda su familia. Sus padres, Samuel y Rebecca, su tío Maurice y sus hermanos José, Mathilde y Maurice fueron asesinados el mismo día que llegaron, el 5 de junio de 1944.
En la única entrevista que ha concedido, Victoria me contó cómo hizo para sobrevivir, esquivando a la muerte que la amenazaba a cada instante tanto a ella como a todos los demás prisioneros.
»Durante todo ese tiempo traté de no pensar en el hambre, en la gente que iba muriendo alrededor, en el miedo, en la soledad, en mi familia, en la vida… Pensar podía ser peligroso», me dijo, quebrando un silencio que se había impuesto sobre ese terrible episodio y que no se había atrevido a compartir durante más de sesenta años ni siquiera con sus propios hijos.
Con el paso de los años y, en un intento por sanar sus profundas heridas, regresó a Auschwitz y recorrer ese campo de la muerte, junto con toda su familia. Su visita se transformó en un acontecimiento y en una oportunidad para reencontrarse con otras personas que, al igual que ella, habían sobrevivido, tal como consta en varios reportajes de las cadenas internacionales de televisión.
Otras víctimas peruanas fueron también los primos Jaime, Rosita y Florita Lindow, muertos porque sobrepasaban los 60 años. Se desconoce cómo falleció Egon Mindel, quien nació en Eten, llegó a Auschwitz cuando tenía 38 años y figura entre las víctimas nacionales.
Esta conmemoración es, pues, una oportunidad a esas víctimas peruanas del régimen nazi y las entre 55 y 60 millones que murieron en total en la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, las efemérides de tramos tan terribles de la historia siempre corren el riesgo de ser recordadas apenas en forma simplista, repletas de lapsus y lagunas.
La historia es, por definición, compleja y una tragedia semejante no puede ser interpretada apenas mediante estereotipos reduccionistas o cifras, dejando de lado sus causas, orígenes, contexto político, económico y social de aquella crisis que gestó un régimen racista, xenófobo y homofóbico para convertir a Alemania, a Europa y al resto del mundo en un gigantesco campo de batalla.
Después de todo aquello que ya conocemos, hay aún personas y organizaciones en diferentes partes del mundo que se niegan a reconocer lo ocurrido o lo ponen en duda. Los simpatizantes nazis o neonazis avanzan en Europa e incluso en esta parte del mundo.
Este martes 27 de enero se cumplen exactamente 70 años que el ejército soviético liberó este campo de exterminio y el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto. Líderes de varios países y los pocos sobrevivientes que aún quedan con vida se reunirán en Auschwitz, declarado en 1979 Patrimonio de la Humanidad al ser considerado uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto.
El paso del tiempo hace que los testigos de este horror se reduzcan cada año hasta que, en algún momento, no contemos con alguno.
Así el periodismo y a la historia deberán cumplir aquel papel de ser un rechazo al olvido, al punto final, y convertirse en los convocadores permanentes del que debe ser un interminable ejercicio de recordación y mostrar aquel camino para que la humanidad no lo vuelva a recorrer jamás.