La máxima ‘defensora de la familia’ se revela como una homofóbica que avala las torturas a los LGTBi
Andy Livise
Pienso, luego me achoro. @ElcholacoAño 19 del siglo veintiuno. La época feudal ya no existe más, pero aún hay personajes medievales que intentan «curar la homosexualidad». No lo dicen expresamente así para evitarse la vergüenza de ser tildados de «homofóbicos», pero hacen hasta lo imposible para «cambiar» la orientación sexual de quienes no son heterosexuales.
No estamos hablando de otro país. Está ocurriendo en Perú, como lo reveló hace poco un completo reportaje de Melissa Goytizolo y Fabiola Torres para La República que detalla cómo distintos grupos evangélicos y más de un psicólogo (¿hola, Ministerio de Salud?) realizan ‘terapias’ de tortura para cambiar la orientación de la comunidad LGTBi (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales).
Esos tratamientos de conversión no solo incluyen cantos religiosos, sino también sesiones ‘psicológicas’ (para generar culpa), la visualización de pornografía heterosexual, el uso de flores de Bach, y hasta la aplicación de ampollas con hormonas. Todas con un componente en común: el prejuicio y la homolesbotransfobia.
Las personas afectadas terminaban tan mal que algunas incluso intentaroon suicidarse. Por eso es que la ONU rechazó este tipo de prácticas por atentar contra los derechos humanos y porque no hay nada que curar. La Defensoría del Pueblo ha sido la única institución peruana que se atrevió a llamar por su nombre a estas terapias y a condenarlas.
El comunicado de la Defensoría fue como un currículo con enfoque de género para los colectivos cristianos ultraconservadores, los cuales iniciaron una campaña para defender esas terapias aplicadas por sus aliados evangélicos. Una de las impulsoras de esa campaña es Merlina conserva Giuliana Caccia.
Caccia es presidenta de la Fundación para la Familia (FAM), una organización conserva cuyo objetivo principal es atacar todos los avances de los colectivos que defienden los derechos humanos de las mujeres y de la comunidad LGTBi.
Irónicamente se autodenomina «defensora de la familia». Es sodálite —con eso te decimos todo— y tan cercana al fujimorismo que es invitada por Bartra para opinar contra la paridad de género. Además milita en los cruzados de #ConMisHijosNoTeMetas.
Los tuits de su campaña a favor de esta tortura la adorna con el hashtag «TerapiaLibre» para dar la idea de que se trata de un acto de libertad y no de una violación a los derechos humanos, como lo dicen los especialistas en salud mental y la ONU. Un poco más y escribe «su cuerpo, su decisión».
La neuropsicóloga Alexandra Muro aclaró que terapia libre es que «un profesional capacitado, ayude a la persona a desarrollarse sin odios a ella misma y a usar la ciencia y las evidencias para aliviar los malestares psicológicos». Y aquí más precisiones sobre los LGTBi de los que habla Caccia:
@giulianacaccia miente:
– casi el total de personas LGBTI que busca «cambiar libremente» ha sufrido antes violencia y discriminación especialmente en el entorno íntimo.
– no hay que ser experto para entender la asociación entre violencia y homofobia internalizada no?— Alexandra Hernández Muro (@diosespansexual) August 23, 2019
@giulianacaccia miente:
– algo importante: si hay «gays» o lesbianas que luego tienen atracción «hetero» probablemente no eran homosexuales sino BISEXUALES (hey, existimos)
– la sexualidad es fluida, diversa y el odio solo hace que se reprima la expresión, no la atracción.— Alexandra Hernández Muro (@diosespansexual) August 23, 2019
Pero citarle la ciencia a Caccia es como intentar usar el diálogo democrático con el fujiaprismo.