Homofobia, PECADO
Regina Limo
Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitadaSí, este es otro artículo sobre el tema que te encanta.
Ya sé lo que vas a decir: “ÚTERO PROGAY YA ABURRES CON EL TEMA TE ME CAISTESSSS ANTES ERAS CHEBERE”.
Pero bueno, igual vas a seguir leyendo esto así que continuaré.
En el Perú casi no hay homofobia. Es la conclusión a la que podría yo llegar luego de leer cada link de Facebook de los diarios nacionales o los comentarios de las páginas web sobre dos temas recientes: la propuesta de la Unión Civil y la salida del clóset del gran Ricardo Morán (te amo, hazme un hijo, te admiro, capo). Y es que la mayoría de los comentarios insisten en la misma queja: “La UC es antinatural / ay qué pena Morán / qué mal ejemplo das pero no soy homofóbic@ eh, respeten mi punto de vista”.
Me da curiosidad saber qué concepto de homofobia tiene el gallardo pueblo peruano. Es decir, si uno revisa comentarios de cualquier noticia sobre el tema, al respetable público no le gusta que las personas homosexuales se casen, críen niños, se besen con sus parejas o siquiera mariconeen un poco, digamos, hablando con voz chillona. Pero esas mismas personas no están dispuestas a permitir que se les llame homofóbicos.
El comentario promedio sobre estos temas es más o menos así:
“No estoy de acuerdo con que se casen/ tengan hijos / formen hogar / se besen / caminen / hablen / me hablen / piensen / bailen / salgan en televisión / opinen / existan, pero se les respeta y por si acaso, no soy homofóbico.”
(Algunas variantes de este comentario incluyen insultos y palabrotas, pero los vamos a omitir porque me da pereza recopilarlos pudor. Pueden leerlos en esta noticia de El Comercio. )
Parece que para ser denominado homofóbico basta con desearnos la muerte. Diríase que el homofóbico es un energúmeno con un garrote dispuesto a ahorcar maricones. Como la mayoría no piensa así (creo), entonces consideran que no se ubican dentro de ese rango.
Luego aparecen personas como Ana Tongo Ramírez.
La señorita Tongo figura en el diario La Industria de Trujillo como colaboradora. Y hace unos días escribió este artículo, cómo no, sobre la Unión Civil. Ana Tongo dice que somos causantes de sida y de prostitución (?), pero a la vez aconseja que no se debe odiar ni discriminar a ninguna persona. Es un total alivio saberlo. Pero además, esta buena mujer protesta porque a posiciones como la suya se les llame homófobicas. (Aquí un comentario a la columna.)
Malas noticias. Para ser homofóbico no necesitas ser barrabrava o un cavernícola con garrote De hecho, ni siquiera necesitas ser heterosexual para ser homofóbico. Es más, puedes ser homosexual y ser homofóbico, así como hay mujeres machistas y peruanos que citan a supremacistas blancos en sus argumentos. Una persona puede ser muy buena gente, muy honesta, un gran padre de familia (para emplear un ejemplo que mencionó mi amigo @cholojorge). Puede ser una persona que no fuma, no bebe ni baila pegadito. Puede ser una dulce abuelita. Cualquiera de estas personas puede ser homofóbica, y no necesitará garrote.
Podrías tener amigos homosexuales y seguir siendo homofóbico. A veces creo que en realidad esto es una leyenda urbana. No se puede tener amigos gays y seguir siendo homofóbico, por la sencilla razón de que somos lo máximo al conocer mejor a las personas, al enfrentar aquello que tememos, descubrimos que no era tan terrible como parecía. Tampoco entiendo cómo alguien puede considerar amig@ a otra persona que no considera totalmente su igual.
Pero, ok, siendo realistas, sucede. Sí, hay personas que tienen amigos gays y aún así siguen manifestándose en contra de la equidad en derechos. Y eso es homofobia por la misma razón por la que sería racismo si cambiamos el término “amigos gays” por “amigos cholos”.
¿Ser homofóbico te hace mala persona? No, solo te hace estar equivocado. Eso puede ser un poco malo o muy malo. Hay equivocaciones y equivocaciones. Hay quien cree que Perú irá al mundial y hay quien cree que las mujeres no deberían ir a la universidad. Hay quien cree que Arjona es un buen compositor y hay quien cree que los latinos son menos capaces en el campo académico que los europeos. Hay equivocaciones que solo afectan a quien las cree y hay equivocaciones que involucran la vida, la integridad y el derecho ajeno. La homofobia pertenece a este segundo tipo.
A pesar del sufijo -fobia, la homofobia no lo es, pues no se le clasifica como patología. De hecho, se parece mása la xenofobia, al racismo y al sexismo. La homofobia no es una fobia, pertenece pura y duramente al campo de la discriminación. Negarle (negarnos) el reconocimiento de igualdad a otras personas por causa de la orientación sexual es homofobia, incluso cuando la idea esté dicha con las palabras más suaves que podamos encontrar. Por ejemplo: decir “No estoy seguro de que los homosexuales sean aptos para cuidar niños” es un prejuicio del mismo calibre que “No estoy seguro de que las mujeres deban ir a la universidad” o “No estoy seguro de que los indios tengan alma”. Hoy las dos últimas expresiones son reconocidas como lo que son, discriminatorias.
Pero supongo que ese no es el problema.
El problema, me parece, es que en el fondo estas personas asocian la palabra homofobia con algo terrible: el atraso, el tercermundismo, el subdesarrollo, las caricaturas de la violencia musulmana. Saben que la homofobia es equivalente al racismo. Todos reconocemos que en el país hay racismo, pero cuando se trata de asumir nuestras propias culpas silbamos y miramos al cielo. ¿Racista yo? ¿Homófobo yo? Naaah. La homofobia está allá, dicen, y señalan los países musulmanes, allá sí los matan (lo cual tampoco es tan cierto, prácticamente cada semana una persona homosexual muere asesinada en Perú). La homofobia está allá donde está penada la homosexualidad, allá donde masacran gays, allá hay pena de muerte, allá los tiran de edificios.
Se supone que deberíamos estar agradecidos. Ah, ok. Acá no nos matan (o nos matan poquito, o en todo caso no se habla mucho del tema). Solo nos consideran malas influencias, chiste del día, enfermos o desviados, no aptos para tener familia o para legalizar nuestras uniones. Lo de allá es homofobia. Lo de acá…
No entiendo, pues, la diferencia.
Decir que alguien es homófobo o está cometiendo un acto homofóbico no es disminuirlo como persona, es simplemente señalar alguien que está haciendo mal. Imagino que lo que menos interesa a muchos es ser más respetuoso con las personas sin fijarse en su orientación sexual o renunciar a sus creencias religiosas. Está bien, pero no deja de ser discriminación. Porque respetar nuestro derecho a legalizar nuestra unión, o a formar hogares o al simple hecho de hablar de lo que somos es equivalente al derecho que tú tienes de formar pareja, de creer en un dios, o en varios, o incluso de interpretar tus propias creencias como te dé la gana (si fuésemos rígidos, los creyentes que usen métodos anticonceptivos tendrían serios problemas con su dios y sus iglesias).
La negación de una vida digna puede también ser causa de muerte o maltrato. Así como el sexismo niega que las mujeres y los hombres tengan los mismos derechos, y el racismo establece superioridades raciales intelectuales o estéticas, la homofobia tampoco permite que las personas sean ciudadanas plenos. El reconocimiento de esos derechos forma parte de un mismo sistema de libertades. Tomar uno de ellos significa tomarlos todos, pues tu libertad religiosa es equivalente a mi libertad sexual. El paquete del liberalismo se compra completo, no por pedacitos.