cibercultura , libertades miércoles, 11 marzo 2015

Gabriella Coleman, la mujer que se infiltró por cinco años en las redes de Anonymous

Flickr de Gabriella Coleman

Flickr de Gabriella Coleman

escribe Alberto Villar (@betovillarc)

Gabriella Coleman es una antropóloga que ha dedicado varios años a explorar el movimiento Anonymous y a otros grupos que abogan por el activismo desde la red e intenta explicar, de forma simple, este fenómeno global a públicos no académicos. Su curiosidad y el hecho de que se considere también una especie de miembro de la “legión” de hacktivistas -que ha golpeado a compañías como Sony o Visa y defendido al creador de Wikileaks, Julian Assange- la llevó a infiltrarse durante cinco años en las salas de conversación de estos grupos, bajo el nombre de “Biella”. El resultado de esa investigación es “Hacker, Hoaxer, Whistleblower, Spy: The Many Faces of Anonymous”, un libro en el que desentraña los secretos de este movimiento y a sus personajes más legendarios. En esta entrevista repasa el proceso de trabajo con los grupos y destaca la cada vez mayor relevancia de los ‘hackers’ latinoamericanos dentro de esta actividad. Entre ellos recuerda los “Cornejoleaks”. Para Coleman, el ‘hacktivismo’ se está fortaleciendo en la región por el cada vez mayor desarrollo de los ‘hackers’ y por la debilidad de los gobiernos para vigilarlos y capturarlos. “En el Perú hay una sociedad civil vibrante”, sostiene.

 

¿Cómo llegó a Anonymous?

En la Universidad de Alberta (Canadá), adonde llegué como becaria, encontré unos extensos archivos sobre Cienciología y decidí hacer un proyecto de investigación sobre ‘geeks’ y ‘hackers’ que en los noventa habían protestado en contra de su iglesia. Y en el 2008 se descubre Anonymous, cuya primera acción fue ‘trollear’ [burlarse en foros, comunidades o chats] a este culto. Allí pensé que ellos podrían ser el segundo capítulo del proyecto y empecé a seguirlos. Me sorprendieron cuando dejaron las bromas por el activismo y empezaron a moverse en distintas arenas políticas.

¿Fue difícil infiltrarse en su red y ganar su confianza?

Al inicio fue fácil, pero cuando salió AnonOps [una web en la que se empezaron a concentrar todas las operaciones de Anonymous] se hizo todo más complejo, había más secretismo y acciones ilegales. Fue muy frustrante y desorientador, me tomó mucho tiempo ganar nuevamente su confianza. Creo que es como trabajar como la mafia: tu acceso es muy parcial en muchas formas.

¿Es cierto que pasaba como mínimo cinco horas en los grupos de chat de Anonymous?

Sí, si tuve acceso a su información era por la cantidad de tiempo que pasaba en los canales de chat. Aunque no los ves, puedes hacerte una idea de cómo es su interacción social y eso hacía muy interesantes las conversaciones.

Usted ha señalado que el destape de los ‘Cornejoleaks’ [un ataque cibernético del grupo Lulzsec Perú con el cual se extrajeron miles de correos electrónicos de la cuenta del ex presidente del Consejo de Ministros René Cornejo] fue una acción importante de Anonymous. ¿En dónde radica su valor?

Tiene una importancia global y particular. Global, porque algunos dijeron que Anonymous ya no hacía más cosas y ¡no! Lo que ocurrió fue un cambio geopolítico: la actividad sucede hoy en otros lados pues ya se conocen los riesgos de hackear en Estados Unidos y Europa. La actividad ha migrado y es una decisión inteligente porque permite que en otras partes del mundo haya grupos que pueden evitar la vigilancia y las detenciones. En ese sentido, la actividad de los latinoamericanos muestra la durabilidad del fenómeno. Particularmente, lo que ocurrió en Perú es un ejemplo de la importancia de la acción alrededor del ‘hacking’ y el ‘leaking’ (filtración de información). Estoy segura de que veremos más de eso. Esto es solo el inicio y el caso de Perú es importante para explicar cuán profundo puede ser el efecto de este trabajo. Esta acción puede tener la habilidad de inspirar a otros a seguir esos pasos en el futuro.

¿Conoció a los autores de la filtración?

No, y lo hice un poco a propósito pues estaba trabajando mucho en el libro. Es difícil y toma mucho tiempo ganar la confianza de Anonymous y seguir estos eventos. Después de dos años de hacerlo, ya no sabía si podía seguir.

¿La fuerte actividad de Anonymous en Latinoamérica viene en parte por la debilidad de las instituciones que deberían combatirlos?

La ciberseguridad es muy difícil en estos lados, no es como con Estados Unidos y gobiernos de Europa occidental, que sí han invertido mucho dinero en ello. Lo cierto es que tiene un costo muy alto. Sin embargo, en un futuro veremos más hacktivistas que atacarán a corporaciones y autoridades en Estados Unidos y eso hará que ese país presione y, además, provea de recursos como lo hicieron, por ejemplo, con Colombia para luchar contra el narcotráfico. Eso le pasará a Lulzsec Perú si empieza a meterse con compañías estadounidenses.

¿Los hackers latinoamericanos tienen hoy mejores recursos?

En Brasil hay un fuerte sector tecnológico y sé que en Perú también se hace una gran labor. Hay una sociedad civil vibrante. En algunas partes de Europa se ha politizado bien la idea del hacker. En España, por ejemplo, el Portal Xnet (xnet-x.net), dedicado al ‘leaking’, tiene detrás a mucha gente de la sociedad civil y está teniendo un gran impacto. Ello ocurre también en otros lugares como Tunez o Algeria, donde los ‘hackers’ son gente muy bien educada.

¿Qué relación tienen grupos como Anonymous con los periodistas y hasta qué punto que sus acciones tengan un eco en los medios de comunicación es una prioridad para ellos?

Es súper importante, pero es una relación tensa. Muchos miembros de Anonymous se relacionaron con periodistas y fueron muy manipuladores y a la vez transparentes para hacerse conocer. Ya sabes: cuando Anonymous actúa como fuente de información, los periodistas los aman y cuando los manipulan, los odian. Ellos necesitan a los periodistas, pero solo por lo que les hacen: forzarlos a cubrir cierta información. Creo que Anonymous parte de gente como Edward Snowden, Julian Assange (Wikileaks), que permitían a los periodistas cubrir ciertos temas que de otra forma no hubieran podido cubrir y, en alguna forma, los forzó a ser más honestos y transparentes en su trabajo. Hay gente que está dispuesta a asumir el riesgo para revelar información como esa. Esto representa una especie de renacimiento positivo del periodismo.

Eso fue lo que ocurrió de la filtración de los ‘Cornejoleaks’. ¿Qué tanto los periodistas deben investigar de la mano con los ‘hackers’?

Ellos, los ‘hackers’, toman riesgos que otros no toman y es muy interesante porque en un mundo donde las corporaciones, como en Estados unidos, hacen mucho del trabajo del Gobierno y nosotros no tenemos acceso a esas corporaciones, la única forma de hacerlo es a través del ‘hacking’. Y si ese Gobierno no está siendo transparente y puedes acceder a correos privados, pues que así sea. Sí, este tipo de acciones han provocado ansiedad por dos razones: primero, porque son correos privados; y también por la forma como se extrajo. La palabra ‘hacking’ suele ser mal vista, pero eso está cambiando de a pocos.

¿Qué opina de las actividades ilegales que realiza Anonymous?

Cuando se viola la privacidad de las personas y se difunde información que no es importante políticamente, sí es un problema. Y ellos hacen eso algunas veces solo por probar que pueden hacerlo o para que los periodistas les presten atención y publicar luego otras cosas. Pero cuando se trata de publicar los correos personales donde hay información valiosa políticamente, es un juego limpio, ¿sabes? No importa que sea un correo privado: si está exponiendo corrupción, es valioso.

¿Cómo elige Anonymous sus ataques?

Depende del contexto. Cuando hackean, básicamente hay previamente mucha búsqueda de vulnerabilidades para ingresar a corporaciones o a gobiernos. Las acciones en el mundo virtual son difíciles de predecir, a diferencia de una protesta en la calle. Con Anonymous no sabes cuál será el siguiente golpe.

Foto: Flickr de Gabriella Coleman

Foto: Flickr de Gabriella Coleman

¿Qué pasará con el ‘hacktivismo’ en el futuro?

Difícil decirlo. Hay mucha información en las corporaciones privadas que no quieren que veamos y serán los hackers los que la extraerán. Los últimos años en ese mundo han sido muy inspiradores: capturas como la de Jeremy Hammond convirtieron a algunos ‘hackers’ en íconos que impulsarán el movimiento en el futuro. Es importante que ellos sean hoy prisioneros políticos.

¿Te consideras ‘hacktivista’?

Sí y no. Dicho esto, admiro lo que Anonymous hace, los apoyo mucho y pienso que mi trabajo es ayudar a que la gente entienda en qué medida son importantes para así fortalecerlos. Siento que soy parte del movimiento, pero también mantengo algún nivel de distancia y objetividad. Ello porque, primero, no soy hacker, no tengo el talento para hacerlo; y segundo porque no concuerdo con todo lo que ellos hacen y con la forma de hacerlo. Pero pueden ayudar a muchos movimientos políticos, a los ambientalista, a desnudar gobiernos corruptos. Su especialidad es acceder a información y me encanta el hecho de que puedan moverse en distintos temas y áreas y no estén localizados en un lugar específico.

¿Con qué parte de su trabajo no estás de acuerdo?

No me gusta cuando publican información personal de la gente. Creo que es fastidioso y no vale la pena hacerlo solo para captar la atención de los medios. Va contra sus principios.