cine miércoles, 15 octubre 2014

Esto es lo que no viste cuando fuiste a ver ‘¡Asu mare!’, ‘Sigo Siendo’ y ‘El Evangelio de la Carne’

Diego Pereira

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La revelación que contiene esta nota no tiene nada que ver con alguna escena escondida o algún plan para juntar los universos de las tres películas nacionales más vistas en nuestras salas en una sola (haciendo de Carlos Alcántara sea una especie de Capitán América, el primer Vengador).

¿Qué estás hablando oe? Foto: ¡Asu Mare!

«¿Qué estás hablando oe?» Foto: ¡Asu Mare!

Pero de hecho es interesante.

Alberto Vergara, en un artículo publicado en la revista Argumentos -que pertenece al Instituto de Estudios Peruanos (IEP)-, decidió navegar a través de la narrativa planteada en cada una de estas películas para ver cómo es que los peruanos se ven (y cómo es que quieren que los vean).

¿Eso se puede hacer?

Se puede hacer partiendo de tres principios básicos:

  1. La expresión artística es producto de su contexto, de su entorno y de la realidad que la alimenta
  2. El Perú es un país de distintos contextos, entornos y realidades
  3. En serio, el Perú es un país recontra diverso.

Por eso es que tienes tres películas totalmente distintas.

"Qué estás hablando oye, animal". Foto: El Evangelio de la Carne.

«Qué estás hablando oye, animal». Foto: El Evangelio de la Carne.

El evangelio de la carne

La película de Eduardo Mendoza, para Vergara, gira en torno al «tengo social que acoge a individuos desamparados» que recurren a la organización de polladas para conseguir el dinero necesario para operar a Jimena Lindo (que está muriendo).

Nooo Jimena Lindo :C Foto: El Evangelio de la Carne

Nooo Jimena Lindo :C Foto: El Evangelio de la Carne

Pero hay más:

Según Eduardo Mendoza, director de El evangelio, la sobrevivencia en medio de la jungla informal que nos propone su película es una crítica al discurso de éxito que predomina en el Perú contemporáneo. (…) sin embargo, acaso la virtud de la película de Mendoza sea no hacer una crítica explícita de esta ciudad sin ley, sino mostrárnosla en su dinámica más cotidiana.

(…)

Más que una película peruana, El evangelio quiere ser una película de Lima. (…) Al ver El evangelio recordé el debate de fines de los años ochenta sobre la anomia en el Perú. En él, el sociólogo Hugo Neira defendió que la sociedad peruana había entrado en un proceso de descomposición social y moral que se contradecía con las esperanzas de la izquierda de ver surgir un movimiento popular virtuoso.(…) La informalidad peruana, la desconfianza, la miseria, la descomposición de todo lazo político y la ausencia de un Estado que haga valer la ley eran muestras de lo que Neira, rescatando a Durkheim, llamó la anomia peruana. Eduardo Mendoza nos muestra que esa anomia no se acabó gracias al crecimiento económico de los últimos años. Los personajes de la película saben que los contratos no valen; el transporte, las comunicaciones, la música, todo es pirata; la policía sabotea la ley, se cambia moneda extranjera en las calles y se dilapida el dinero ganado informalmente en casinos y tugurios clandestinos. Como dice un policía en medio de un mercado ilegal de programas informáticos: “Los gringos sacan un programa nuevo y en menos de una semana estos ya lo copiaron. ¡Qué rico Perú!”. La película de Mendoza, entonces, nos recuerda la continuidad de cierta descomposición social que el crecimiento económico no ha desaparecido y tal vez en algunos casos haya agudizado. 

 

¡Asu Mare!

La maratónica película de Carlos Alcántara, para Vergara, es algo así como un personaje de Balzac (tipo novela europea del siglo XIX) en el que los nuevos ricos se llevaban a las flaquitas miraflorinas aristocráticas.

Emilia siendo totalmente Balzac. Foto: ¡Asu Mare!

Emilia Drago siendo totalmente Balzac. Foto: ¡Asu Mare!

Pero en concreto:

(…) es una película de superación individual, su tono es de puro optimismo, es menos yes we can que yes you can. ¡Asu mare! es una metáfora del Perú contemporáneo. Aunque parecía que el país y Alcántara durante los años ochenta estaban destinados a desangrarse y perecer debido a la precariedad y carestía general, su esfuerzo, tesón e ingenio permitieron detener la sangría y prosperar. En la película el Perú y Alcántara se vuelven uno; la narrativa oficial y optimista de la época se fusiona con los avatares de Alcántara, el personaje. 

(…)

(…) Alcántara pasa de ser un fumón condenado al fracaso a ser un comediante de éxito imparable. Pero esto es paralelo al éxito nacional. La película necesita de un espectador peruano, precisa de un espectador a quien se le va a confirmar que hemos surgido de las tinieblas económicas. Esto se ve bien en la escena donde la madre de Alcántara, apremiada por la necesidad, empeña una sortija y la agiotista le ofrece “doscientos cincuenta mil millones de intis”, ante lo cual la madre cargada de decepción replica “¿tan poquito?”. Los espectadores nos reímos, pues reconocemos la historia, la inflación y el papel moneda que no valía nada. De ahí venimos. Como la sortija de la madre de Alcántara, el país estaba también para empeñarlo, y, sin embargo, como Alcántara sacamos la cabeza del pozo. Algo cambió en el país; la película busca la complicidad de ese público que como Alcántara prosperó en los últimos 15 años. Y se ríen a carcajadas con su propio e inesperado éxito.

 

Sigo Siendo

El idílico documental de Javier Corcuera, según Vergara, se concentra más en atrapar a la cultura, aquello que te hace auténticamente peruano: la música que recorre todo el país como en un sueño de Arguedas.

Todo tiempo pasado fue mejor (por eso el viejo local de Juanito era mejor). Foto: Sigo Siendo.

Todo tiempo pasado fue mejor (por eso el viejo local de Juanito era mejor). Foto: Sigo Siendo.

Sigo siendo no es una película optimista, su tema es, más bien, el olvido. La música y el agua que dan vida a la película transparentan un país marcado por la incapacidad de recordar y, diría más, por la incapacidad de reconocer aquello que le es consustancial. Aunque la película se llama Sigo siendo acaso un título más preciso sería Sigo sobreviviendo, pues su talante es tan nostálgico que, en realidad, transmite la imagen de la paulatina derrota de cada tradición nacional. No importa de qué se hable, siempre se enfatiza que todo tiempo pasado fue mejor. Y ese pasado se eclipsa irremediablemente mientras el Perú oficial se niega a rescatarlo, a reconocerlo. El pecado original peruano es el olvido.

(…)

(…) Y la película se cierra con otro violinista, Andrés Chimango Linares, eximio y puro violinista del Ande, vendiendo helados en una playa limeña, con un uniforme amarillo, sin que ninguno de sus clientes perciba el destierro histórico que encierra el entrañable heladero violinista. Don Andrés es la continuidad de un país olvidado pero presente, y cuyo elemento ancestral no debe llevarnos a creer que está enclaustrado ni en el tiempo ni geográficamente, se trata, más bien, de unas raíces nómadas y asediadas: la pureza histórica del manantial andino parece peligrar ante el ajeno océano Pacífico. 

Entonces, ¿qué aprendiste?

A estas alturas de la nota ya te diste cuenta que el boom del cine peruano tiene que ver con el boom de todo (sí, ahora todo explota y en un buen sentido además). Pongámoslo así para que lo entiendas: si Elvis Crespo le cantara a la sociedad peruana con eso de «píntame la carita», el resultado sería una serie de rostros muy distintos el uno del otro y un pintor bordeando la esquizofrenia.

Así es como cierra Vergara toda esta discusión para darte una buena sacudida de cerebro:

¡Asu mare! es en forma y fondo una película ppkausa. Su estética importada de la publicidad y su ánimo urbano, optimista y acriollado la acercan tanto al candidato Pedro Pablo Kuczynski como a su electorado: es una película sobre ganadores. El evangelio de la carne, en tanto, es una película de tintes fujimoristas, una sociedad acostumbrada a la ilegalidad, donde el fin justifica los medios y la anomia es la placenta última del próximo caudillo autoritario. Finalmente, Sigo siendo es una película que asemeja al Perú humalista (Humala el candidato y no Humala el presidente, si hace falta aclararlo), la película le brinda voz a ese país que necesita de subtítulos para hacerse entender, una película que, en fin, intenta redimirlo con la consideración de un misionero que trocó las escrituras sagradas por una cámara: es una película sobre olvidados. 

Lo sé, nunca te diste cuenta que la vida de Carlos Alcántara era ppkausa.

Celebración ppkausa. Foto: Pataclaun

Celebración ppkausa. Foto: Pataclaun

Diego Pereira

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