¿El fútbol dejó ciego a Borges?
«El fútbol es popular porque la estupidez es popular«.
Se supone que esa frase pertenece Borges, legendario detractor del balompié. Pero, aparte de una mención en Wikipedia, no he podido averiguar cuándo y en qué contexto la pronunció.
Como mañana se conmemora el quincuagésimo aniversario de la muerte del escritor argentino, se me ocurrió googlear «Borges + fútbol».
Lo primero que encontré fue una frase sobre la que no tengo dudas -porque la leí en una revista argentina hace eones-. Aquella que sentencia al fútbol como «esa cosa estúpida de ingleses… Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos».
Pero eso no era lo interesante. El descubrimiento del día, en cambio, fue una historia absolutamente inverosímil: según un biógrafo, alguna vez a Borges le gustó el fútbol.
Según un tal Harold Macoco Salomón (sic), durante un mal día de los años treinta Cortázar, Bioy Casares, Xul Solar y otros intelectuales decidieron jugarse una pichanga. Y entonces:
“Algo que cambió la vida sucedería minutos más tarde. En un córner, en nuestra área, el Georgie saltó a cabecear, pero perdió el equilibrio al ser empujado y antes de caer al suelo su frente se topó con la rodilla de El Flequillo Soraire, un fornido moreno, que jugaba de wing izquierdo de los cuchilleros”, sigue narrando el anciano.
Sí, ya sé, ya sé. Pero no me digan que no suena cautivante. Y sigue:
“Así fue como mi amigo Georgie perdió la vista. Borró de su memoria lo sucedido aquella tarde. No existió más el fútbol, ni su amado Newell´s Old Boys -me acota Salomón que sólo un equipo con un nombre inglés podría haber subyugado a Borges- y después, cuando se fue haciendo viejo hasta se refería irónicamente a este deporte. Pobre el Georgie”.
Para leer todo el artículo titulado A Borges le gustaba el fútbol, hagan clic aquí.
La verdad, la historia parece una especie de homenaje borgiano, una ficción presentanda bajo un formato de realidad. Pero quién sabe.
Aunque, quizás, esta vez el mensaje es que ese Aleph digitalizado que llamamos Internet es popular porque la estupidez es popular.