Después del 4 de junio
«No le voy a regalar el país a un corrupto» acaba de gritar, marcialmente, el candidato Ollanta Heredia.
(Aguanten que la historia es larga y podría tener consecuencias cataclísmicas.)
Todo empezó esta mañana, con un artículo de La Primera que -citando «fuentes del entorno más confiable» del candidato- aseguraba que el Capitán Carlos evaluaba retirarse de la segunda vuelta denunciando un fraude a favor de Alan García.
De hecho, el comandante OH ya venía sosteniendo la posibilidad de un fraude -aunque no mostraba pruebas- en la segunda vuelta. En el colmo del delirio, se apoyaba en las irresponsables declaraciones de Lourdes Flores, cuando la doña salió a decir que le habían ganado «en la mesa y no en las urnas».
Pues bien, ahora acaba de salir el candidato de UPP a desmentir el artículo a ladridos, diciendo que no va a renunciar porque el Perú no se merece un presidente que «hizo un gobierno corrupto y cuyos procesos prescribieron».
Bueno, pero ¿qué pasa si ese corrupto gana las elecciones, como lo indican todas las encuestas? ¿Cuál es el mensaje que está mandando Humala?
Ayer, durante un mítin de Alan García en Barranca, un pequeño grupo de humalistas se puso a armar bochinche. Una de sus arengas era «¡si gana Alan, golpe de Estado!». La grita era espontánea, pero no por eso menos preocupante. El mensaje de Humala ya caló en sus votantes.
Tal vez por eso Humala se mostró confrontacional en el debate y no moderó su discurso como muchos esperaban. Tal vez se ha dado cuenta que ya llegó a su techo, que no va a conseguir nuevos adeptos, que no le va a ganar a García y que necesita consolidar el apoyo de sus hinchas radicales y resentidos.
Tal vez se ha dado cuenta que, para él, la vía democrática no va más.
Quizás el mejor escenario sea el que esboza Juan Carlos Tafur en su columna de hoy: que Humala se convierta en el Evo Morales de Alan, restándole legitimidad al gobierno aprista y con la mira en las elecciones regionales de noviembre (en las que arrasaría, si vemos el nuevo mapa político peruano).
Pero no se puede descartar el escenario de «la vía del fusil», como la llamaba Antauro.
¿Y entonces? Entonces, el 4 de junio Humala puede denunciar -gracias, Lulú- un fraude de la oligarquía extranjerizada contra el nacionalismo de los pobres. Puede encabezar una versión twisted, prolongada y sangrienta de la Marcha de los Cuatro Suyos. Y puede que el Perú alcance su destino de país andino y se transforme, por fin, en Ecuador o en Bolivia.