Cecilia Méndez vs Richard Webb – ¿quién está matando al quechua?
Marco Sifuentes
tú lee nomás(Hoy inauguramos nuestra sección ACADEMIC DEATHMATCH, con la esperanza de difundir los debates de las mejores mentes de nuestro país y, de paso, saciar la sed de sangre de las masas.)
De todas las riquezas que tiene el Perú, hay una que pasa desapercibida: nuestra gran riqueza idiomática. Según la Unesco, albergamos más de 60 lenguas, la mayoría amazónicas (un fenómeno curioso: en las zonas calientes del planeta hay más diversidad de idiomas). La mayoría de ellas, también, en serio peligro de extinción.
—Cuando pierdes un idioma —dijo Kenneth Hale, colega de Chomsky en el MIT— pierdes una cultura entera, una riqueza intelectual, una obra de arte. Es como tirar una bomba en un museo.
¿A qué viene esta introducción? A que hay un debate sobre el quechua que merece ser rescatado. En El Comercio, el economista Richard Webb, consideró que el quechua era uno de esos idiomas en peligro (los énfasis son nuestros):
En toda probabilidad, el proceso de desaparición se está acelerando por efecto de la continua urbanización y del extraordinario avance de las comunicaciones en el territorio peruano y con otros países. Pero entender el proceso es ponerse en los zapatos de la típica familia quechuahablante, cuya empobrecida vida se ha visto limitada a una pequeña comunidad humana. Es así que la ambición largamente dominante de esa familia es la de permitir que sus hijos puedan vivir en un mundo más amplio. Y, salir de ese hueco, en el que se encuentran entrampados, significa hablar castellano. O inglés.
Los esfuerzos oficiales y de las ONG dedicadas a la protección de la cultura, que levantan la bandera del quechua y ensayan programas de educación bilingüe, parecen condenados al fracaso por esa poderosa lógica del quechuahablante. La antropóloga María Elena García documentó esa lógica con gran claridad. Luego de asistir a una reunión organizada por activistas de la educación bilingüe en una comunidad del Cusco, una pareja de campesinos, los supuestos “beneficiarios” de la educación bilingüe, explicaron por qué habían asistido: “Asistimos porque no queríamos que nuestros hijos fueran a la escuela para aprender el quechua. Si permitimos que eso suceda, nuestros hijos seguirán viviendo en este país sin ser parte de él.”
Poderoso punto de vista pero, ¿qué tan cierto es? Desde la Universidad de California, la historiadora Cecilia Méndez le respondió con un extenso post en Facebook, del que elegimos este extracto:
La velocidad de las comunicaciones o abundancia de ellas no implica necesariamente integración, y menos explica por sí misma la desaparición de ciertas lenguas, como usted parece argumentar en general, y específicamente para el quechua. Puede también crear sus propios aislamientos, como los que provocan paradójicamente los celulares y el internet (gente conectada al internet y aislada de los humanos que le rodean). La desaparición de ciertas lenguas tiene que ver con conquistas culturales, luchas de poder, políticas de Estado, y no sólo con razones tecnológicas o el advenimiento de la sociedad de masas. Usted apela a la historia, pero sus argumentos descansan más bien en viejos mitos, que se han creado para justificar determinadas políticas.
(…) que usted llame «pequeña» , además de aislada, a una comunidad humana de varios millones de personas, creo que exige una explicación ¿Sabía usted que el lugar del Perú donde existen más quechuahablantes es la ciudad de Lima?
Ouch. Asumiendo mi ignorancia elemental en estos asuntos, declaro ganadora de este debate de ideas a Méndez. Pero, un momento, la historiadora no ha terminado, se acerca al derrotado… FINISH HIM!
Por último, en este país, creo yo, si hay alguien que está aislado «del mundo más amplio», no son precisamente los quechuahablantes, sino la elite que maneja la economía del país, y sus voceros en los grandes medios, para no hablar de los grupos económicamente pudientes que crean ghettos en playas cada vez más lejanas del transporte público para no juntarse con los que alguna vez hablaron quechua, o su sus hijos, o con quienes no lo hablan públicamente por el estigma que se cierne contra los hablantes de esta lengua en las capitales de muchas regiones peruanas, incluyendo la capital del país. Esa élite, esa sí pequeña comunidad humana (y no diré si lleva o no una vida empobrecida, pues cada quién sabe lo que le hace pobre o rico), es , creo yo, la que tiene que empezar a educarse para poder integrarse al «mundo más amplio», empezando por el propio país. Quizá hasta le haría bien aprender un poco de quechua, si de lo que se trata, como usted bien sugiere, es de ponerse en los zapatos de una familia quechuahablante. ¿Ya es hora, no cree?