corrupción , noticias , politica , violencia Lunes, 22 octubre 2018

3 mejores momentos del quirúrgico diagnóstico de Alberto Vergara al fujimorismo

¿Está agonizando el fujimorismo? En los últimos días y semanas el partido que se jactaba de ser «el más grande» del Perú y de ostentar la mayoría representativa en el Kongreso ha recibido una serie de golpes políticos que parecen deslegitimarlo. En opinión de Alberto The Lonely Liberal Vergara, Fuerza Popular está espantando incluso a quienes defienden los crímenes de Alberto Fujimori como «un mal necesario» para sacar al país del agujero en el que estaba a comienzos de los noventas.

En la columna de opinión «El fujimorismo ha sido un mal innecesario para Perú» —publicada en el New York Times— Vergara argumenta que, con tan solo dos años ostentando el control del Poder Legislativo, Keiko Fujimori ha deshecho la imagen que heredó de su padre. Solo así se explica que el 75% de peruanos considere que es culpable de los delitos que se le imputan. Ganarle a Alan García en esos sondeos es realmente grave.

Innecesario. Foto: Renzo Salazar.

Innecesario. Foto: Renzo Salazar

Aquí los mejores momentos de ese gancho diseccionador que Alberto Vergara le aplicó al fujimorismo con contundencia quirúrgica. Tú lee nomás.

1. Sin indulgencias

Durante los años de la dictadura, Fujimori y Montesinos perpetraron un golpe de Estado, desviaron millones de las arcas nacionales, aniquilaron la libertad de prensa, violaron derechos humanos y tranzaron con el narcotráfico. Sin embargo, dice Vergara, eso «no impidió que el pueblo lo ungiese como su chino salvador». Y tiene razón, incluso hoy el 53% de peruanos considera que Alberto ya ha tenido suficiente y que merece purgar condena en la comodidad de su casa.

Los mano sucia. Foto: El Comercio.

Los mano sucia. Foto: El Comercio

Por su parte, en todo este tiempo, desde el 5 de junio de 2016 —cuando se revelaron los resultados de la segunda vuelta—, su hija Keiko Fujimori no ha hecho más que buscar una innecesaria revancha, no solo contra Pedro Pablo Kuczynski, sino contra el propio Estado. Escribe Vergara:

Independientemente de la desastrosa gestión de PPK, el fujimorismo ha sido una fuerza política malencarada, tumultuosa y vociferante, revanchista hasta la insolencia y, sobre todo, carente de proyecto.

Los obstáculos en el Kongreso, los encubrimientos a personajes claramente turbios y las coordinaciones para deslegitimar a quienes se les opongan han hecho que la ciudadanía —harta de tanta mediocridad— se dé cuenta de que el fujimorismo es «innecesario». Si Alberto tenía una justificación, Keiko no tiene ninguna. Y la mejor manera de comprobarlo son los últimos resultados en las elecciones municipales y regionales: Fuerza Popular no consiguió ningún gobierno regional de los 25 posibles y su candidato en Lima fue un chiste mal contado.

2. Purito odio

Por supuesto, por alguna delirante razón, el fujimorismo no se ve a sí mismo como el problema. Al igual que un alcohólico confrontado, prefiere culpar al resto de sus problemas. Dice Vergara:

(Los fujimoristas) Debieron asumir responsablemente que perdieron la presidencia por tener un secretario general investigado por conexiones al narcotráfico y por, luego, adulterar audios que buscaban descalificar dicha denuncia, pero prefirieron considerarse víctimas de un fraude electoral sin prueba alguna.

Peor aún, Vergara refiere a los «escribidores amigos» que se encargaron de alimentar ese falacia irresponsable de que el fujimorismo era víctima de un veto por parte de la oligarquía. De acuerdo con Fuerza Popular, eran los millonarios peruanos —quienes la apoyaron contra Humala 5 años antes— quienes le estaban haciendo la vida imposible.

Imagen: captura

Imagen: captura

Este «diagnóstico» empeoró todo: Keiko quería sangre. Era hora de revancha, Kuczynski pagaría por atreverse a sacar más votos que ella en las urnas. Y pensamos que llegaría el momento en el que el fujimorismo se cansaría de meterle cabe al país cada dos pasos, pero resulta —como apunta Vergara— que Fuerza Popular no solo se opone al presidente, sino a todo el Estado de derecho.

3. Apostando por la posverdad

Podrán negarlo todas las veces que quieran, pero un ciudadano medianamente informado sabe que —si nos guiamos por sus acciones— es más que evidente que el fujimorismo no está tan interesado en combatir la corrupción. Vergara nos recuerda unas cuántas:

  • Descarrilaron el fortalecimiento de la Unidad de Investigación Financiera,
  • Se escandalizaron cuando la Superintendencia de Banca y Seguros quiso regular las Cooperativas de Ahorro (que se sospecha sirven para lavar dinero del narcotráfico) y
  • Tras las denuncias contra Hinostroza y Chávarry, el Congreso parece más interesado en proteger a los implicados.

Además, el fujimorismo también usa su mayoría parlamentaria como arma política. Desde la modificación de su reglamento para impedir la prerrogativa constitucional que le permite al Ejecutivo disolver el Congreso, hasta la ley que bloqueaba gastos publicitarios del Estado en los medios privados. Lo último: ante la orden de que Fujimori regrese a la cárcel, aprobaron una ley para beneficiarlo.

A Trump le funciona muy bien gritar que todo es mentira. Foto: Novinite.

A Trump le funciona muy bien gritar que todo es mentira. Foto: Novinite

Dice Vergara que así es como el fujimorismo llega a finales de octubre: con «descrédito popular, procesos judiciales y una bancarrota electoral». No obstante, cree que la muerte de Fuerza Popular es una exageración. Coincidimos: en el Perú todo puede pasar. Pero, ¿seguirá siendo una buena estrategia culpar a todos de sus problemas? Si el mundo sigue haciéndose cada vez más facho, es probable que sí.

Lee aquí toda la columna de Alberto Vergara para The new York Times

Diego Pereira

I'm back, bitches » @algunpereira » diego@utero.pe