internacionales , noticias , politica Jueves, 13 abril 2017

Por todo esto el autogolpe que está a punto de perpetuarse en Turquía es similar al de Fujimori

Título original: El Autogolpe: La Última Etapa del Populismo

Escribe: Dr. Tolga Gürakar*

 

Hay un dicho en turco que reza así, “La flecha ya salió del arco” que significa que es demasiado tarde para el retorno. Desafortunadamente, esto dicho se ajusta perfectamente a Turquía después de que el proyecto de ley en el cual se le otorgaría más poderes al presidente Erdoğan mediante una revisión constitucional haya sido elaborado.

Terminados los debates y las fuertes discusiones en el parlamento, ambos lados, “Si” y “No”, competirán en el referéndum que se llevará a cabo el 16 de abril de 2017 bajo las condiciones impuestas por el estado de emergencia declarado en julio del año pasado. No es posible predecir el resultado hoy en día porque las encuestas realizadas por diversas empresas de investigación muestran resultados diferentes.

Mas lo que es cierto es que este referéndum no será fácil para el presidente Erdoğan y sus camaradas del AKP (Partido Justicia y Desarrollo). Incluso si los votos del “Si” ganasen, la diferencia entre ambos no sería tan grande. Entonces, en vez de un consenso social, una crisis de la legitimidad emergería a partir de esta iniciativa.

Aparte de la falta de una infraestructura legal y el funcionamiento de un proceso excluyente y antidemocrático, las políticas contrastantes a los principios fundacionales de la república son decisivos aquí también.

Con estos cambios, contrarios a las alegaciones de los aparatos ideológicos del régimen de Erdoğan, es imposible construir un sistema estable y duradero. Además, estos cambios forman una estructura política y social mas frágil y apuntan directamente al régimen actual. En este contexto el parlamento desautoriza a sí mismo.

Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía desde el 2014.

Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía desde el 2014.

Los tres poderes; el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial se concentrarían en manos de una sola persona. Dejando el “estado de derecho” a un lado, el “estado de ley” desaparece también. En su lugar se establece el caciquismo de los decretos gubernamentales.

En consecuencia, después de la supresión del intento de golpe de estado del 15 de julio en contra del AKP, Turquía experimenta el otro golpe, el autogolpe del presidente Erdoğan.

El autogolpe no es nuevo para algunos países de América Latina, sin embargo es una experiencia realmente nueva para Turquía. Sus mecanismos son completamente diferentes mas allá de los golpes militares que aún perduran en la memoria colectiva de los turcos.

De acuerdo a esto, el carismático presidente de gobierno o primer ministro, quien fue elegido por medios legítimos en un país, deja la constitución sin efecto y asume poderes extraordinarios al mismo tiempo que suspende la constitución y las leyes vigentes, y reorganiza las instituciones existentes en su favor mediante el cambio de leyes.

Al final, establece un sistema autoritario o dictatorial en el que se concentra todo el poder en sus manos, tal como el jurista, politólogo y político francés, Maurice Duverger, dice “los monarcas elegidos”.

El populismo es un concepto clave aquí. Lo que sucede es que los autogolpes son la ultima etapa que los movimientos populistas pueden alcanzar. No importa si sus tendencias son de “izquierdas” o de “derechas”, estos movimientos tienen un amplio apoyo publico, mas no poseen los enfoques ideológicos coherentes.

Por este motivo, en vez de crear el capital cultural para el establecimiento de la hegemonía, lo importan. Ante todo establecen sus vínculos con las masas a través del carisma del líder. Obtienen sus poderes y apoyos a través de las relaciones “utilitarias” y “casuales” con las personas.

Siempre existe una relación entre el partido y sus votantes, la cual no es orgánica y basada solamente en los intereses comunes en lugar de una relación basada en la clase social. Por eso es demasiado normal que los populistas solamente presten atención a los resultados de las elecciones para la base de su legitimidad.

Cuando miramos el ciclo vital de los movimientos populistas a través de la experiencia de América Latina, generalmente podemos distinguir tres etapas.

  • En una primera etapa,

con el fin de controlar a las élites tradicionales, el gobierno populista trata de contener a las masas que posiblemente puedan oponerse al sistema. También previene las alianzas de estas masas satisfaciendo sus distintas expectativas.

En esta etapa, el desarrollo económico es un factor críticamente importante para el funcionamiento del mecanismo estatal así que en caso este colapse la segunda etapa comienza.

  • En la segunda fase,

aún no se puede considerar “anti-democrático” en su totalidad, ya que el poder del estado es utilizado para eliminar la oposición y las “líneas de falla” dentro de la estructura social empiezan a desestabilizarse.

Además, los discursos se polarizan y las élites que están preocupadas por la situación actual se encaminan a ponerse en contacto con sus aliados extranjeros.

  • Finalmente, la tercera etapa

corresponde a una fase anti-democrática durante la cual el liderazgo populista ya es totalmente penetrante, la polarización se vuelve ideológica y aguda así que existe la posibilidad de una guerra civil. También la dependencia externa y la fragilidad de la economía se hacen visibles y como resultado el estado se vuelve vulnerable a cualquier intervención.

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El segundo y tercer periodo de Alberto Fujimori, el expresidente peruano, es un “buen” ejemplo del autogolpe en la historia reciente y es significante para indicarnos como un movimiento populista en Perú pudo alcanzar una posición radical.

Además, la aceptación de un concepto como “autogolpe” en español en lugar de su versión inglesa “self-coup” en la literatura de la ciencia política nos demuestra su identificación con el régimen de Fujimori.

Cuando tomamos en consideración las políticas relacionadas al equilibrio de la seguridad y la libertad, es cierto que existen algunos similitudes entre las formas de Fujimori y Erdoğan en temas como la lucha contra el terrorismo (Sendero Luminoso en Perú y Partiya Karkerên Kurdistan-PKK en Turquía) y la disuasión de la oposición mediante políticas de seguridad.

También las privatizaciones en sectores claves, las inversiones no estructurales y la asistencia a los pobres son algunas de sus políticas similares, las cuales nos indican su filosofía neoliberal.

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Por otro lado, no hay que olvidar que Turquía no es un país de América Latina. En primer lugar, sus dinámicas políticas, históricas, culturales y geográficas son demasiado diferentes. A pesar de que las fragilidades étnicas y sectarias están visibles en la superestructura política algunas veces, la cohesión social y la estructura integrada del mercado interior son los seguros de garantía heredados de la economía política otomana.

Por eso, las maneras de institucionalización y los códigos políticos de Turquía son totalmente diferentes a los de América Latina que se interrumpieron y desestabilizaron durante el colonialismo español. Como resultado, el “estatismo transcendental” ininterrumpido e interiorizado de la tradición burocrática bizantina, selyúcida y otomana existe.

Sin embargo tengo que indicar una desventaja aquí también; esta es el culto al líder que se internalizó en el despotismo de las sociedades orientales y que todavía existe cognitivamente en todas las áreas de la burocracia estatal a partidos políticos, e incluso en las practicas de la vida social. Aunque no es fácil de superar esta situación a corto plazo, 150 años de aventura de la modernización a la turca y de las revoluciones democráticas (Kemalistas) nos provee los consejos para vencerla a medio y largo plazo.

* Es sociólogo de Estambul, Turquía.