noticias Lunes, 28 noviembre 2016

Todo bien con tu crítica a Fidel Castro, pero…

murio-fidel-castro-2308393w640

Fuente: La Nación

Tío, todo bien con tu crítica a Fidel Castro. Es totalmente legítima y hasta válida.

Pero no seas el tarado que se informa a través de status de Facebook. Tampoco seas el ave de corral que cree que la vida y la política son un concurso donde el que se pronuncia como «más democrático» -en público y con celeridad- se gana un trofeo y se va derechito al cielo de las libertades (digo, si todos los políticos se pasasen la vida detrás de un teclado, todos sin excepción serían buenos y democráticos). En fin, tío, tampoco seas el baboso que cuando una noticia internacional adquiere relevancia se pone a decir «hay mira halienado, en el Perú zigue pazando esto». A menos que quieras vivir siempre en tu parroquia, pajeándote únicamente con tus referencias locales y no viendo nada más allá de la frontera con el Ecuador, no seas así.

A lo que iba era: mete todo el cuchillo que quieras, pero mételo con fundamento pe. Nada que «Carlos Alberto Montaner ha dicho que» ni «cuando fui a Varadero a tirarme cinco días en la playa salí media hora a la calle, tomé una guagua y vi pobreza y gente triste». No, tío, así no. Tampoco te pongas a hacer extrapolaciones simplonas del tipo «ay, Fidel debió ser democrático y convocar a elecciones» cuando estaba en 1959. A ver, ¿qué porcentaje de regímenes democráticos, realmente democráticos, había en ese año en el mundo? Aparte de eso, mira lo que eran las democracias en 1959. En Estados Unidos, por ejemplo, no votaban los negros: NO VOTABAN LOS NEGROS. En el Perú de entonces, que se llamaba a sí mismo democracia, no votaban los indios bajo la excusa del analfabetismo: NO VOTABAN LOS INDIOS. Entonces, varón, no mires el pasado con ojos del presente. Antes de ponerte en plan Brigadier de clase acusando primero que el resto a un régimen, entiéndelo y después métele palo. Obviamente es legítimo meterle palo, pero Facebook nos cría en la tontera de solo emitir juicios de valor cuánto antes. Créeme: nadie en la historia de la humanidad ha llegado muy lejos por ponerle adjetivos a cada régimen que encuentre.

Ahora bien, más allá de mi corazón partido por la partida de Fidel, cuya impronta en mí no pudo ser borrada a pesar de haberme soplado a mi causa Isaiah Berlin y a la aburrida de Hannah Arendt, hay mucha literatura que da luces para que critiques con razón a Fidel. Anda, métele sin miedo, tienes todo el fin de semana para hacerlo. Pero son libros. No te pongas a mirar como tu TL para ver el status lleno de epítetos de tu contacto. Con epítetos no vas a aprender nada.

Vayamos a los críticos. Yo, por ejemplo, tengo ganas ahora de releer «Retrato de familia con Fidel» de mi tío Carlos Franqui. Está también «Persona non grata» de Jorge Edwards, que a veces se pasa de sensacionalista pero es un gran libro de todas formas. Trata del caso Padilla y, claro, debes leer «Fuera del juego» de él y también su «Autorretrato del otro», gran libro por mi mare. Y si estás con tiempo, anda, sé chancho: métele ojo a esos ensayos barrocos de Guillermo Cabrera Infante. Aunque estés en desacuerdo con él, es un placer leerlo y a veces querer decirle «ya, para, chico, vuelve al inicio de la argumentación, ordénate».

Y mira, puedes leer hartas cosas más sobre la Cuba actual. Insisto, no le hagas caso a tu amigo que se fue a Cuba una semana, se pasó 75% del tiempo en la playa, y quiere dárselas de gran etnógrafo y se pone a pontificar como si fuese Antonio Maceo. Mira, las «Cien Horas con Fidel» de Ramonet son muy elogiosas, es cierto, pero a través de ellas entiendes también cierto autoritarismo de Fidel: es un político a la antigua que no se calla las cosas por marketing político (total, si tienes todos los medios controlados, no hay quién te apane).

Incluso la biografía del Ché de Jon Lee Anderson incluye varios pequeños perfiles de Fidel en varios momentos, y te narra la Cuba de inicios de la Revolución. Métele ojo (y también a sus como cinco perfiles sobre Fidel publicados en el New Yorker en los últimos veinte años). Tienes también los reportajes actuales sobre la Cuba después de Raúl, y los mejores suelen ser en lengua extranjera. No te digo que leas Rebelión, pero tampoco te pongas a ver las notas esperpénticas de El Comercio, firme.

Ya si eres flojo, bájate El Telón de Azúcar. Ya si te pones histórico, tienes los librazos salvajes de mi tía Ada Ferrer.

En fin, hay todo eso. Yo no soy un especialista en Cuba ni nada. Solo soy un aficionado al que la Revolución Cubana capturó y me puse a leer todo lo que pude sobre ella, incluso viajé a Cuba a encebarme de marxismo y luego fui mirando otras cosas sobre Cuba y formándose otro juicio. Es curiosidad con gusto. Pero recomiendo estas cosas con cariño para que no te pongas a ver solamente status y te quedes esperándote los epítetos de los Brigadieres del timeline.

De todos modos, yo seguiré tirado sobre el piso, recordando entre lágrimas todas las veces que amé (y odié) al Comandante.