corrupción , economía , noticias , politica , sociedad Lunes, 21 noviembre 2016

Esta no es una columna antisistema pero es lo mejor que encontrarás para darle la contra (al sistema)

«El capo colombiano, señaló alguna vez: no soy un hombre rico, soy un pobre con plata. En el Perú hemos descubierto exactamente eso: somos un pobre con plata».

Con esas palabras, Alberto Vergara en su reciente columna en El Comercio alborota el gallinero y aporta, a la vez, una nueva visión para tratar de explicar la realidad actual de nuestro país, sus gobernantes y de nuestras instituciones.

En «El síndrome de Pablo Escobar», el politólogo condensa los últimos 20 años de crecimiento económico casi imparable, que ha ido de la mano de políticas públicas que priorizan la inversión. La fórmula, según lo que explica Vergara, consiste en meter más dinero en las arcas del Estado y esperar a que la modernidad solucione, casi automáticamente, los problemas de fondo: la debilidad de las instituciones y el desorden del Estado.

Esto, que se ha repetido en los últimos gobiernos, sirven como explicación sobre por qué los votantes le dan la espalda a los políticos una vez que estos dejan el poder.

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Composición: Útero.Pe

A este fenómeno, Vergara le llama:

La teoría de la Modernización…

(Y el evidente fracaso de la priorización de las inversiones).

A estas alturas la teoría hace agua. Después de años brindándole la más absoluta prioridad al crecimiento económico y constatar que su expansión no se traduce en unas instituciones más sólidas y legítimas, ni en una política más ordenada, es hora de ponerla en entredicho.

Este país es mucho más rico que hace veinte años y, sin embargo, se nos desmondonga política e institucionalmente por todos lados. Si la modernización no ha producido los sistémicos resultados que ofrecía, sí ha labrado, en cambio, un país signado por lo que llamo el “síndrome Pablo Escobar”.

Puntitos versus bienestar

Para sostener su punto, Vergara cita al presidente ejecutivo de Ipsos Perú, Alfredo Torres, quien escribió, en su columna del 13 de noviembre último, que según las encuestas actuales, la mayor preocupación de la población es la corrupción y la violencia.

«Lo recordaba Alfredo Torres hace unos días en estas páginas: para los peruanos los problemas principales son la violencia y la corrupción. No los agobia el déficit fiscal que lega Humala. Los abruma el crimen, los faenones, la impunidad, el desamparo, la incertidumbre, la injusticia.

(…)

¿Qué domina la imaginación y esfuerzo de nuestros gobernantes? Destrabar inversiones, meterle un puntito más al PBI, agilizar la competitividad».

It’s not the economy, stupid

Antes de llegar a este punto, que viene a ser la conclusión más depresiva de todas, Vergara recuerda que nuestro PBI se ha cuadruplicado en los últimos 16 años; sin embargo, los frutos de la modernidad son escasos, sino inexistentes.

De la mano del crecimiento económico, se ha gestado un clima de inseguridad de tintes centroamericanos en algunas regiones al norte del Perú, sobre todo en Tumbes. Además, tenemos las más altas cifras mundiales de trata de personas para fines de explotación sexual en campamentos mineros. Y quienes sí pueden acceder a tener una casa o un auto, deben permanecer enrejados por efectos de la inseguridad ciudadana.

«Lo triste y paradójico es que somos conscientes de que los grilletes que nos atan al subdesarrollo no están principalmente en la esfera económica y, sin embargo, continuamos privilegiando a la economía. Perdón, pero… ‘It’s not the economy, stupid’.

El politólogo sentencia dirigiéndose al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski y las prioridades que se está planteando (lo de ‘reactivar la economía’, por ejemplo). La frase, más que profética, es casi una melancólica advertencia.

«En todo caso, si opta de lleno por la modernización, continúo sospechando, el país, como un hámster, seguirá correteando su trajinada rueda de riqueza y subdesarrollo».

Puedes leer la columna completa en este enlace