corrupción , Elecciones 2016 , noticias , politica Domingo, 19 junio 2016

Si PPK va a leer una sola columna en su vida, que sea esta

Catorce días después de las elecciones presidenciales, el politólogo Alberto Vergara escribe una columna que pincha varios globos, rompe muchos mitos y concluye en lo que todos sentíamos pero no podíamos expresar.

Lévantese, presidente. Foto: personerosppk.pe

Lévantese, presidente.
Foto: personerosppk.pe

PPK, no los escuches

El texto va dirigido al electo gobernante, Pedro Pablo Kuczynski, y a todo lo que gira a su alrededor, incluyendo a sus más cercanos colaboradores y uno que otro columnista que ofreció extraños consejos durante la campaña para la segunda vuelta.

Los mismos que le sugerían a PPK no polarizar la elección (o sea, que le recomendaban perderla) ahora lo convocan a que se entienda o cogobierne con el fujimorismo. La justificación: la primera vuelta la ganó el modelo económico. Que la segunda –que es la importante, por eso ocurre después de la primera– la ganase una coalición en favor del Estado de derecho excluyendo explícitamente al fujimorismo debería ser obviado (en los mundiales esta gente debe emocionarse más con las semifinales que con la final).

Además, como PPK sería irremediablemente débil en el Congreso, debería entregarse al fujimorismo cuanto antes. Es una interpretación válida y una propuesta legítima. Pero ya que quienes la sugieren son los mismos que le recomendaban a PPK perder la elección, lo razonable es seguir obviándolos. 

Volver a ser candidato siendo presidente

Luego, después de recordar que PPK continuó en carrera gracias a hechos que fueron limpiando la pista (como la salida de Julio Guzmán), Vergara aclara:

En resumen, ni en primera ni en segunda vuelta, PPK logró seducir votantes. Mal podría disfrutar de una luna de miel presidencial cuando nunca existió enamoramiento.

Además, para el politólogo, el electo presidente debe olvidarse un poco de su nuevo cargo para volver a ser candidato y decirles a los ciudadanos del norte del país -que lo rechazaron- que gobernará para todos los peruanos y que solucionará sus problemas. Al mismo tiempo agradecer al sur del Perú que votó por él con un evidente desgano.

En un país sin mediaciones políticas, establecer la empatía entre presidente y ciudadanos es largamente más necesario que una foto con Alan García, Luis Bedoya o reunirse con Keiko Fujimori. El candidato gris necesita convertirse en un presidente con respaldo propio. 

El Congreso ajeno

Si bien en los próximos cinco años, PPK gobernará con un Legislativo llenecito de fujimoristas, no todo está echado. Apunte, presidente:

Un presidente medianamente popular podrá arreglárselas con un Congreso ajeno. Tres cuartos de los peruanos condenan el trabajo del Legislativo. Este repudio es una de nuestras pocas constantes. Sin usar probabilística avanzada, de los próximos diez escándalos congresales, los fujimoristas protagonizarán seis o siete. Con algo de fortuna y otro poco de virtud, emergerán los disidentes del fujimorismo. Se podrá hacer lo que han hecho todos los presidentes de la última década y media: negociar cada ley con distintos congresistas impopulares y amateurs, sin alianzas permanentes. Una por una. Finalmente, un presidente medianamente popular podrá, llegado el caso, jugar de manera verosímil la carta de la disolución del Congreso y, así, mantenerlo a raya.

En resumen, la debilidad principal de PPK no está en el Congreso, como tantos mencionan, sino en la sociedad. Si resuelve la segunda, aligera la primera.

Lugares comunes

Ni el país está dividido en dos, ni el fujimorismo es una aplanadora, ni el Frente Amplio domina las calles.

Ahora bien, edificar esa vinculación con la sociedad implica quitar grandilocuencia a varios lugares comunes de estos días. Primero, “el país está dividido en dos”. Por favor, para bien y para mal, a los peruanos nos interesa poco la política. La agitación y el insulto ocurren entre los directamente interesados en el resultado electoral. No inventen un país partido donde ha habido una elección ajustada. En segundo lugar, dejar de magnificar al fujimorismo y al Frente Amplio. Ni el primero es necesariamente una aplanadora naranja en el Congreso, ni el FA “domina la calle”, “podría levantar el sur”, ni tanta monserga referida a un movimiento nuevito por el cual nadie pensaba votar hace seis meses. En el país de los enanos políticos, todos detectan a Gulliver en el equipo contrario.

Y aquí lo más pero MÁS importante: no relativizar todo en que «el antifujimorismo venció», quienes votaron por PPK en segunda vuelta son más que eso y Vergara lo deja bien clarito:

Esta posibilidad implica relativizar otro lugar común: triunfó el antifujimorismo. Visto con la lupa de la campaña, es innegable. Pero observado con unos lentes más amplios, el antifujimorismo no es solo un rechazo. Es, sobre todo, la afirmación recurrente de una voluntad democrática clamando por representación. A PPK y a su equipo debería quedarles claro que no han ganado porque tuvieran mejores propuestas económicas, sino porque triunfó la preocupación por el Estado de derecho, por las instituciones. Quienes lo han respaldado son ciudadanos huérfanos de líderes, partidos, pero que no se resignan a vivir en un país chacra. Una demanda que existe con prescindencia del fujimorismo. Se los ve cuando César Acuña se desploma tras los plagios; emergen para salvar a Susana Villarán de la revocatoria. Y reconocen que el narco es un peligro: castigan a Lourdes Flores por la vinculación con Cataño, liquidan a García por los narcoindultos, le niegan la confianza a Keiko. Son “ciudadanos sin república”, como los llamé en un libro hace un par de años. Barrer esta constante preocupación por las instituciones de un sector considerable de la sociedad debajo de la alfombra del “antifujimorismo” es degradar o relegar su dimensión afirmativa y positiva.

They, Mr. President, son los ciudadanos huérfanos. Los ciudadanos sin república.  Foto: La República

They, Mr. President, son los ciudadanos huérfanos. Los ciudadanos sin república.
Foto: La República

Agenda de institucionalidad

Todo esto puede hacer PPK sin abandonar su clásica marca de defensor del modelo.

Hay, entonces, una agenda institucionalista por explotar, que el fujimorismo, por definición, no puede avanzar. Y me temo que sin la experiencia de la segunda vuelta, PPK tampoco notaría su existencia. Desde reformar el Poder Judicial hasta respaldar la unión civil, pasando por una sólida agenda anticorrupción, hay un abanico de iniciativas que, sin poner en riesgo su marca de defensor del modelo económico, le permitiría construir una agenda progresista, así como una base de apoyo medianamente consistente.

Métase en política.

Cuentan que una vez el generalísimo Franco le sugirió a un atónito interlocutor: “Haga como yo, no se meta en política”. Si PPK no se mete en política, va muerto (…) Ahora tiene que entenderlo como presidente. Necesitará muñeca con la sociedad, muñeca en el Congreso, muñeca en la calle, muñeca con su pasado. Vamos, una muñeca brava. Los peruanos estamos largamente acostumbrados a buenos candidatos que se transforman en malos presidentes. A ver si PPK estrena la lista de los malos candidatos que se hicieron buenos presidentes.

Si PPK leerá una sola columna para el resto de su vida, que sea esta. Póngase el alma, presidente.

Puedes leer la columna de Alberto Vergara en este enlace