noticias , violencia Miércoles, 25 noviembre 2015

#25N Mujeres contra todas las violencias

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El Congreso de la República, haciendo un esfuerzo para dejar en claro que el asunto le importa un carajo, archivó ayer el proyecto que propone despenalizar el aborto por violación.

Los que sostienen el negocio. Gif de Déjala Decidir

Los que sostienen el negocio. Gif de Déjala Decidir

Esta medida, por supuesto, no acabará con los abortos, que seguirán siendo clandestinos (y, en el caso de las mujeres pobres, seguirán siendo un camino seguro a la esterilidad o a la muerte). Tampoco acabará con los abortos de esos mismos que ahora lo rechazan. Dice Carlos León Moya:

[…] Si aquellos que se oponen al aborto fueran realmente conservadores, y su postura fuera sinceramente principista, tendríamos que cuando sus hijas, sobrinas, ahijadas, amigas, vecinas y cuñadas quedan embarazadas, ellos serían los primeros en obligarlos a tener al bebe, sea cual fuese la circunstancia. Es más, si se enterasen que sus hijas, sobrinas, ahijadas, amigas, vecinas y cuñadas han abortado, ellos serían también los primeros afectados y hasta las llevarían del pescuezo a la comisaría y luego a la Catedral de Lima para que Monseñor Cipriani las excomulgue. Eso sería conservadurismo.

Pero no. Lo que suele pasar es que, cuando se embaraza alguien de su círculo cercano, son los primeros en abrir la billetera llena del dinero que les pagamos a cambio de nada. ¿Para qué la abren? Evidentemente para pagar un buen médico que haga la bajada con toda la seguridad posible, o para llamar a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien, y así no tener que mandar a su hija, sobrina, ahijada, amiga, vecina o cuñada a abortar con una enfermera sin título que hace su trabajo con la radio a todo volumen. Eso es hipocresía.

El asunto de las violaciones es todavía más grave. En un post de mayo de este año, Jimena Ledgard afirma:

El aborto por violación, así hayas sido violada una y otra vez por alguien de tu entorno cercano, así tengas trece años, así hayas descubierto tu embarazo después de varios meses porque la violación se repitió durante años, está prohibido por la ley. Así hayas vivido el peor infierno en vida, estás obligada a llevar a término ese embarazo y dar a luz. De lo contrario, podrás ser condenada hasta a tres meses de cárcel y estarás impedida de ser tutora de un niño en el futuro

¿Y luego? Tienes dos opciones: criar a tu hijo, que quizá sea poco más de una década menor que tú, o darlo en adopción y sumarlo a los 15 mil niños peruanos que hoy esperan un hogar; un hogar que, además, probablemente nunca recibirán pues actualmente solo 212 familias realizan trámites de adopción. Si decides criarlo, hay también muchísimas posibilidades de que debas hacerlo junto a la persona que te violó, pues hay un 76% de probabilidades de que tu violador sea alguien cercano a ti, como tu papá, tu hermano, tu padrastro, tu abuelo o, incluso, tu pareja.

Todas las violencias

La obligación de continuar con un embarazo producido por una violación no es el único caso en que la sociedad (porque, seamos francos, de todas las cosas horribles que tiene el Congreso, quizá la peor es que nos refleja como sociedad) no es el único caso, decía, en el que la sociedad se siente con derecho a opinar, intervenir y decidir sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres. Recordemos algunos casos al azar.

El acoso

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Imagen tomada de #AcosoEsViolencia

La modelo y presentadora de televisión Joyce Guerovich dijo una vez, durante la emisión de su programa, que las mujeres “provocan” los piropos de los hombres al vestirse de manera “apretada”, y que así despiertan “este instinto salvaje del varón”.

Jimena Ledgard le respondió con una carta abierta en la que contaba algunos episodios de su propia vida en los que había sido víctima de acoso:

Cuando era una niña de ocho años, un obrero que estaba trabajando en una remodelación en casa me pidió que lo ayudara. Siempre he sido curiosa y conversadora, y tal vez demasiado confiada. Mientras lo ayudaba a lijar una puerta de madera, empezó a frotarse contra mí e intentó desabrocharme el pantalón y tocarme. Cuando se lo conté a la mujer que trabajaba en mi casa, ¿sabes qué me dijo? Que era mi culpa, que yo era responsable por lo que me había sucedido. Que yo, una niña de ocho años, había provocado eso al pasar un rato sola con un hombre adulto.

Mucho tiempo después, cuando me quedé a dormir a casa de un amigo después de una fiesta, para no volver sola  de madrugada, otro amigo se metió a mi cama e intentó tocarme, a pesar de que lo empujé y repetidamente dije que no. Cuando lo increpé a la mañana siguiente, ¿sabes qué me dijo? Que era mi culpa, que yo lo había provocado por no irme a dormir a mi casa. A pesar de que quien me agredió era alguien que consideraba cercano y que me hacía sentir a salvo, el mal rato había sido mi culpa y responsabilidad.

[…]

Toda mi vida he tenido que luchar contra una sociedad que me dice y me repite que yo lo provoqué, que fue mi responsabilidad. Como yo, miles de mujeres no denuncian a sus agresores ni comparten con sus familias u otras mujeres lo que les sucede, porque se sienten avergonzadas y responsables por algo que no buscaron y que, definitivamente, no merecen.

En el fondo, no eres culpable de tus palabras: tú y yo venimos de la misma ciudad y crecimos en la misma sociedad. Yo también pienso a veces que lo que me sucede cuando camino por la calle es mi culpa. Por eso, aunque tus palabras me indignan y me causan rabia, también me llenan de lástima. Es cierto que eres libre de pensar lo que quieras, pero cuando dices en televisión nacional que nosotras provocamos las agresiones de las que somos víctimas, le estás diciendo a miles de niñas y mujeres que los peores momentos de su vida han sido responsabilidad suya.

Hace poco, Verónica Ferrari escribió un texto que va en la misma línea:

Han orinado, se han rascado los testículos, han eructado y han escupido a mi lado. Cuando salía del colegio han tratado de levantarme la falda y de tocarme las nalgas, y algunas veces lo lograron. A la hora de la salida las chicas teníamos que andar en grupo para que los muchachos de otros colegios no nos acosaran y en patota vinieran a molestarnos o empujarnos. He tenido que cambiar de vereda para no ser molestada o cruzar la pista corriendo, arriesgándome a que me atropelle un carro, antes de que me toquen. Algunos hombres se pusieron detrás de mí para frotar sus penes contra mi cuerpo sin el menor descaro en buses y conciertos. Han metido sus dedos para tocarme el trasero desde el asiento de atrás del bus un par de veces cuando era pequeña y las dos veces me quedé callada, porque pensaba que yo me lo había imaginado, que tal vez eso no había pasado.

Estas historias son bastante comunes: las he escuchado de mujeres a las que quiero muchísimo (reuní algunas aquí.). Ocurren todos los días, a cada rato.

La violencia de pareja

En el Perú, cada hora 16 mujeres denuncian maltrato en el Ministerio Público. Es muy probable que todos hayamos conocido de cerca (cuando no vivido) casos de violencia dentro de la familia, que incluían gritos y amenazas y golpes, y pudieron llevar a discapacidades permanentes o a la muerte.

Regina Limo ha escrito sobre este tema en los casos de Nicola Porcella y del congresista Juan Díaz Dios. La reacción del público fue distinta en ambos casos. Y, de alguna manera, en ambos casos fue también equivocada. Como se recuerda, el legislador tuvo algunos defensores, entre ellos el economista Eugenio D’Medina. Este dijo que «los asuntos maritales son personales». Regina le respondió:

Si hay un problema en pareja, lo lógico, la mayoría de las veces, es que se resuelva en pareja sin mediación de terceros. El problema es cuando entran a tallar los límites legales. ¿Y cuáles son? Una vez más: la integridad de la persona y sus derechos fundamentales. Durante siglos la ley no interfirió en los casos de violencia de pareja porque la esposa era propiedad del esposo. Aún durante buena parte del siglo XX, aunque las legislación ya contemplaba el maltrato, las mismas autoridades consideraban en la práctica que eran problemas de pareja y no había que intervenir en ellos. De hecho, muchos abogados y denunciantes no dejan de escuchar el famoso “¿Qué habrás hecho?” en boca de los policías que, en las comisarías, atienden las denuncias de las esposas o convivientes.

Sobre Nicola Porcella y Angie Arizaga, Regina comentó que no eran convivientes, sino enamorados, lo que complicaba las posibilidades de Arizaga de tomar acciones legales (en caso de haberlo querido). Supongo que todos aquí debemos haber escuchado alguna vez sobre casos de violencia que se inician en la etapa temprana de una relación:

En nuestro país la Violencia Familiar, regulada por la ley N°26260, se aplica a cónyuges, convivientes y ex convivientes. No se aplica en caso de relaciones sentimentales que no tengan esta característica como mínimo (y para ser considerado conviviente, debes tener al menos dos años en esa situación), por lo que el problema de Arizaga no califica como violencia familiar ese caso, el de la violencia entre enamorados o novios no existe como agravante en nuestros códigos, a lo más se puede denunciar una falta no un delito, y si las lesiones no dejan huella son mas difíciles de probar.

Con todo esto en contra, ¿acaso Angie Arizaga se animaría a hacer una denuncia formal? ¿Y si ella que tiene todas las cámaras tras ella no lo hace, se animarían a hacerlo las mujeres anónimas que todos los días sufren este tipo de violencia de parte de sus parejas? Además, cabe resaltar que las cifras oficiales no incluyen los miles de casos que no son denunciados sino hasta que es muy tarde o nunca.

Copio aquí el link a No te mueras por mí, una publicación en línea que recoge, por un lado, cartas de amor de hombres que golpearon a sus mujeres (las cartas son un intento de reconciliación) y, por otro, narra el fin de las mujeres que decidieron perdonar las agresiones: lesiones permanentes, desfiguraciones, taras motoras y del lenguaje, la muerte.

La condena contra el incumplimiento del rol-de-mujer-aceptado-socialmente

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Imagen tomada del Observatorio Contra el Acoso Callejero en Chile

Rosario Ponce, por ejemplo. La cantidad de basura que se dijo sobre ella, en un espectáculo diario que le dio de comer a los medios durante meses, excedía por mucho las meras sospechas de que ella fuera la asesina de su pareja: es más, se asumía que ella ERA la asesina porque “una madre que abandona a su hijo para irse de viaje con su novio es capaz de cualquier cosa”, se asumía que mentía porque “no se le nota la pena en la cara. Hasta se ríe”.

En un post de hace un par de años, Suiry Sobrino Verástegui recrea escenas comunes de recriminaciones contra mujeres:

Juliana

Juliana tenía 16 años y estaba estudiando el último año en un colegio católico importante. En una de esas clases en las que no se hace nada, algunos de sus compañeros se acercaron a su carpeta para pedirle uno de los stickers que ella había llevado, para su mala suerte, todos eran hombres. La bulla empezó a molestar a la profesora, hasta que se levantó y eufórica se dirigió a Juliana, “¿cómo es posible que tengas tantos hombres detrás tuyo?, ¿no te han enseñado que una mujer debe siempre darse su lugar?, ¿cómo es que permites que todos los chicos se acerquen a tu carpeta, no sabes hacerte respetar?”. Para una adolescente vivir ya es complicado, pero ser víctima del exabrupto de una profesora frente a todo el salón, es sin duda, una razón para deprimirse.

Fiorella

Fiorella tenía 17 años y junto a sus amigos fue a un club campestre a pasar el día. Sería mucho más fácil para ella excusarse en el alcohol, pero lo cierto es que no había bebido ni una sola gota de cerveza cuando decidió hacer aquella travesura. Un amigo, su mejor amiga y ella, se apartaron de los demás y empezaron a besarse. Ella con él, él y su mejor amiga, no pasó de eso. Fue divertido, ella no sintió culpa y todos los implicados la pasaron bien. Diez años más tarde, Fiorella recordó el incidente y le contó la experiencia al chico con el que salía, él la miró y le dijo “¿tan puta fuiste?”.

Sofía

Sofía tiene 22 años y hace algunos meses terminó una relación de 2 años con un muchacho. Sin embargo, hace algunas semanas, su ex y ella empezaron a salir de nuevo, aunque la relación aún no es ‘formal’. Sus amigos le han preguntado si es que esas salidas implican intimidad y ella ha respondido afirmativamente. De pronto empiezan los cuestionamientos, “¿por qué le haces las cosas tan fáciles”, “¿no crees que él no habla de ti con sus amigos?”, “¿no piensas que puedes estar quedando como puta?”.

Las sospechosas comunes

Me robo el título de otro artículo de Regina Limo. En este, Regina comenta dos acusaciones de agresiones contra mujeres: una violación en Mamacona y un caso de acoso por parte de un trabajador de Claro contra una menor de edad. En ambos casos, los comentaristas de Facebook atacan a las denunciantes.

Este tipo de reacción es bastante común. Hace diez días, una estudiante universitaria de 18 años desapareció de su casa en Cañete. Ayer, su padre anunció que la chica había vuelto a casa, y agradecía la solidaridad de quienes se preocuparon por difundir su mensaje. ¿Qué había pasado con la chica? Las noticias no lo explican, porque el padre (hasta ahora) tampoco ha dado más detalles de lo sucedido. Sin embargo, parece que todo el mundo ha asumido que no la violaron ni la secuestraron. Entonces, “es evidente” que esta chica se escapó con su pareja, que se escapó para tirar con él desenfrenadamente y que, ahora que ya no tiene plata, ha vuelto para pedirle más a su papá. ¿En serio podemos ser tan imbéciles? He revisado los comentarios a esta noticia en tres o cuatro medios (La República, Publimetro, Perú.21) y hay cientos, cientos de mensajes en esa línea: cachera, arrecha, bandida.

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Imagen: Collage de capturas de Facebook

 

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Imagen: Collage de capturas de Facebook

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Como te habrás dado cuenta, el machismo y la violencia de género no son fantasmas del pasado, paranoias, ocurrencias para ‘hacerse la víctima’: son problemas reales, están allí. Negarlos o minimizarlos solo ha multiplicado el número de mujeres asustadas, frustradas, mutiladas y muertas. También debemos darnos cuenta de que la violencia se relaciona: los piropos y los comentarios estúpidos en Facebook como los que compartí arriba inician una larga cadena que termina irremediablemente en la violencia física y psicológica, o en la justificación de la misma. Debemos darnos cuenta, por último, de que esta situación nos está arruinando a todos: tampoco hay hombres libres en un entorno machista.

***

Ah, verdad: esa salida es el feminismo. El feminismo se ha abierto camino para garantizarles a las mujeres espacios que antes eran exclusivos para los hombres (la participación política, la educación superior, la ciencia) y ha ido empujando a las sociedades hacia adelante, incluso contra la voluntad de una mayoría asustada y preocupada por (escoja usted) «los niños», «el cuidado del hogar», etcétera. Ha procurado, también, generar herramientas legales para proteger a las mujeres, organizaciones colectivas para la propaganda, la difusión, la enseñanza y la protesta. Las mujeres que he citado en este texto son, hasta donde sé, todas feministas (y les agradezco).

Y ya para cerrar, un regalito. Lo he copiado directo de la RAE para que se lo puedas pegar en la frente a quien empiece con eso de ‘no feminismo, no machismo: igualismo’, o ‘feminismo=machismo al revés»:

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De nada :)