historia Viernes, 24 julio 2015

Conoce la historia de la última persona condenada a muerte en el Perú, ¿fue o no traidor a la patria?

En la mañana del 20 de enero de 1979, durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, se fusiló al suboficial de la Fuerza Aérea del Perú, Julio Vargas Garay. ¿El delito? Traición a la patria. Durante esos años, el fusilamiento era la pena máxima para los culpables de traición. Sin embargo, lo que hace a esta historia especial, es que el suboficial Vargas se convertiría el último condenado a muerte en el Perú.

Tranvía Colonial

Una imagen de la época en la que fue fusilado Julio Vargas, en 1979. Foto: blogspot.com

 

1. Las preocupaciones de Pinochet

En diciembre de 1978, Chile se mantenía atento ante la amenaza de iniciar una guerra con Argentina por la disputa de las islas Beagle. Pero esa no era la mayor preocupación de Pinochet, lo que más le preocupaba era una posible invasión de la armada peruana y boliviana porque al año siguiente (1979) se cumplía el centenario por la Guerra del Pacífico.

En otras palabras, Chile temía una triple alianza entre Argentina, Perú y Bolivia en su contra. La problemática llevó a Chile a conseguir espías peruanos para saber cuáles eran los movimientos de nuestro país.

Pinochet

Mándalei espía pi wion. Foto: revistaeldon.com

 

2. Su misión: fotografiar La Joya

Con 29 años de edad, el joven suboficial Julio Vargas Garayar trabajaba por esos días en la Embajada de Chile. Al parecer, Julio habría sido contactado por oficiales chilenos para trabajar como espía. Su función sería la de tomar fotografías a la base de La Joya (Arequipa) y, según los documentos de su condena, esto fue lo que hizo. Pero el 12 de octubre de 1978, cerca de la base aérea de Talara, fue detenido por autoridades peruanas.

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Julio Vargas tenía 29 años. Foto: blogspot.com

Se le acusó de ingresar a la base con fines de espionaje por encargo de los chilenos. Vargas reconoció haber conocido a los oficiales chilenos mientras lavaba autos y hacía limpieza en la Embajada de Chile.

 

 

3. Sostuvo su inocencia hasta el final

Vargas Garayar fue fusilado el 20 de enero de 1979. El joven suboficial afirmó hasta el momento de su muerte que era un contraespía del Servicio de Inteligencia Peruano y solo le había entregado datos simples a Chile. En su última carta, escribió:

«He arriesgado inútilmente mi vida a favor de mi patria y mi institución, a los cuales he dado valiosas informaciones, y como premio me dan 5 plomazos y la deshonra de mi nombre al ser tachado de traidor. Efectivamente, me declaré culpable, pero no informan al pueblo peruano que lo hice por medio de la tortura y que mi juicio fue fraude y burla».

Curiosamente, existe un video en YouTube, parte de un noticiero de la época, en el que aparece su lápida y su cuerpo después de los disparos.

Un extracto del video.

Un extracto del video.

Los medios de comunicación estaban censurados en esa época por la dictadura militar. Caretas publicó un informe, el 15 de enero de 1979, el caso del buque Beagle y del oficial Vargas Garayar, pero la edición fue confiscada por orden gubernamental.

 

 

4. ¿Traicionaron a Julio?

Hasta el momento de su muerte, Julio Vargas afirmaba ser un contraespía, es decir, se habría hecho pasar como traidor para venderle información falsa a Chile y así confundir y desinformar a los oficiales chilenos. Sin embargo, existe otra versión de la historia.

Según esta teoría de la conspiración, habrían sido detenidos seis ciudadanos chilenos y el propio embajador de este país los que fueron capturados mandando imágenes a Chile. El escándalo habría sido tan bochornoso que en lugar de fusilar a los siete implicados, Morales Bermúdez expulsó a los culpables y fusiló al contraespía Vargas para guardar las formas.

Cierta o no, lo cierto es que, hoy en día, 36 años después, la hija de Vargas Garayar sigue pidiendo justicia para su padre y quiere limpiar su nombre. Ella insiste con la versión de su padre: que su trabajo, en realidad, era de contraespionaje.

Con la restitución de la democracia, se abolió la pena de muerte en el país, salvo en casos de traición durante guerra externa. La traición en tiempos de paz, como la que supuestamente cometió el suboficial Vargas, ya no se pagaba con la vida.

La historia del último condenado a muerte en el Perú y el hecho que, más de tres décadas después, aún no exista certidumbre sobre su culpabilidad, es un recordatorio de algo muy sencillo: que el sistema de justicia de nuestro país es demasiado inseguro como para dar la única condena de la que no hay vuelta atrás.

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