internacionales , Tierra Uno Miércoles, 14 enero 2015

Mientras todos mirábamos París: Nigeria y la masacre olvidada

Imagen: @DJBRUCKUP

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Baga, ciudad del estado de Borno en el norte de Nigeria, comenzó el 2015 casi borrada del mapa. En una serie de incursiones, la milicia integrista Boko Haram asesinó a una gran parte de sus habitantes. Quienes han podido huir, a pie o en improvisadas balsas, hablan de un escenario donde los muertos se pudren por centenares en las calles. Según declaraciones oficiales de Nigeria, las víctimas mortales son unas 150, pero según los sobrevivientes pueden sobrepasar las 2 mil. No es la primera masacre en Borno, pero parece ser la peor de todas hasta la fecha.

Nigeria, con 185 millones de habitantes, tiene múltiples divisiones étnicas que originaron la frustrada secesión de Biafra en los años 70s. También está marcada por una “línea” que cruza horizontalmente el país: el sur es de mayoría cristiana y el norte, más cercano al Magreb, tiene amplio predominio musulmán. Estas regiones norteñas, antiguos emiratos hasta la conquista europea, fueron incorporadas a Nigeria bajo el esquema federal que rige esta nación. Muchas de estas divisiones federales han adoptado la ley islámica o sharia, como legislación oficial. Es allí donde Boko Haram se originó en 2002, inicialmente como un movimiento contra la educación secular y sus influencias “occidentalizantes”. Al crecer en poder y recursos en 2009 ampliaron su meta: fundar un estado islámico independiente en el norte de Nigeria.

 

Imagen: nigeriaworld.com

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Como todas las utopías de un grupo de iluminados, el camino hacia ella está pavimentado de muertes y crímenes atroces. El más conocido sucedió en  abril de 2014. Miembros de la milicia terrorista irrumpieron a tiros en una secundaria y secuestraron a más 200 niñas. Según Abubakar Shekau, líder de la milicia, “Alá no quiere a las mujeres escolarizadas, solo como esposas”. Esto provocó una breve reacción mundial bajo el lema “Bring back our girls” (“Devuélvannos a nuestras niñas”) donde incluso participó la Primera Dama de EEUU. Sin embargo Boko Haram no devolvió nada: las niñas que no murieron en las marchas de escape sufrieron destinos tan horrendos como el ser vendidas en calidad de esclavas en Chad y Camerún, o casarse por la fuerza con miembros de la milicia islamista. A las dos semanas la causa de “Bring back our girls” fue olvidada por la opinión pública mundial, que pasó al siguiente tema de moda.

La semana pasada lamentábamos, con razón, la pérdida de los valientes caricaturistas de Charlie Hebdo y las víctimas de los ataques terroristas en París. En un lugar de la periferia noticiosa como Nigeria,  la cantidad de víctimas del terrorismo fundamentalista se multiplicaba quizá por cien. Sin embargo, ningún presidente occidental o africano ha marchado contra la violencia por las calles de Lagos, la antigua capital nigeriana, ni tampoco la solidaridad internacional se ha manifestado con igual intensidad. Ha mediado poco que sea el séptimo país más poblado del mundo, su importancia como nación clave productora de petróleo y gas, que su industria de cine produzca más títulos que Hollywood, o que al menos su selección sea conocida en los mundiales de fútbol. Parece que nada de eso vale cuando solo se es “África”. 

 

Andrés Paredes

Relaciones Internacionales y otros conteos regresivos