noticias Martes, 13 enero 2015

La Cautiva o el terrorismo de la ficción

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada

 

Es alucinante lo que puede generar la ficción en ciertos casos, pero más alucinante es lo que la ficción puede revelar de nosotros. En estos días hemos estado hablando de Charlie Hebdo y la libertad de expresión, y de pronto el asunto nos toca de cerca. Una absurda acusación de apología del terrorismo ha sido hecho por el procurador Julio Galindo contra la obra peruana La Cautiva, de Luis Alberto León, debido a que en ella aparecen himnos senderistas, entre otros detalles.

(Foto: Peru21)

(Foto: Peru21)

 

No voy a ahondar mucho en lo evidente para quienes la vimos: La Cautiva de ningún modo es una apología del terrorismo, sino una bellísima representación de lo que nos dirían los muertos del conflicto si pudieran hablar. María Josefa, la protagonista, es, casi literalmente, una hija del terror, una inocente concebida por dos terroristas. Y ese acto de de existir, la hace acreedora a las balas militares. María Josefa es la representación de todos nuestros muertos.

El problema para muchos parece ser el hecho de que la protagonista sea hija de senderistas. Es decir, el enfoque de la obra. ¿No se puede hablar de terrorismo en el teatro o tiene que hacerse desde una sola versión? ¿Las versiones se limitan a la división entre malos y buenos? Me parece increíble hacer estas preguntas, pero se han vuelto pertinentes. El procurador Galindo acaba de confirmar que en nuestra sociedad peruana, la sola mención del asunto fuera de las versiones oficiales del Estado y de  algunas fuerzas políticas se constituye de por sí sospechosa.

Creo que si mañana apareciera una obra sobre la vida de Abimael Guzmán, habría gente que, antes de verla o siquiera saber el desarrollo de su trama, votaría por vetarla o encarcelar a sus productores. Daría igual que la obra pinte a Abimael como un héroe revolucionario o como el sanguinario megalómano que fue. Ahondar en el tema del terrorismo produce miedo. Paradójico, pues de miedo se sostiene el terrorismo. Esto es lo que ha sucedido con La Cautiva. Como el tema produce tal alerta, el ojo del espectador solo se fija en aquello que más teme. Muchos sin haberla visto han escuchado que hay cánticos de Sendero en la obra, y ello les parece suficiente para calificarla de proterrorista, que es tan absurdo como solamente ver las escenas de La lista de Schindler donde Amon Göth mata a sangre fría a los prisioneros del campo de concentración, y concluir  que es una película pronazi.

¿Pero cómo se puede resolver un problema sin conocer a las dos partes? ¿Cómo entendemos la tragedia del Perú si no es examinando al monstruo de cerca? Es obvio que los muertos no se levantan y hablan con los vivos. Pero hacer hablar a una muerta es una forma de simbolizar lo que ellos nos dirían y nos echarían en cara. Hay un pacto de fingimiento con el público (cosa que no entendió el congresista Martín Belaúnde). La ficción es una simulación que permite reflexionar.

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La ficción no es verdad ni mentira, la ficción es la posibilidad, lo que pudo ser, lo que podría ser, un mundo posible, como le dice Umberto Eco. Por esta razón, una de las palabras para calificar a una obra es verosimilitud. Una historia es buena en tanto me convenza de la coherencia de lo que cuenta; es decir, que sea verosímil. Y esa coherencia también se logra por su referencia de la realidad. Maria Josefa no existe como persona en la realidad, pero los crímenes de senderistas y militares están bien documentados.

No podemos resucitar a las víctimas del Conflicto Armado Interno, pero podemos reivindicarlas a través del arte, a través de nuestros símbolos y metáforas. De nuestra destreza y de lo honestos que seamos los escritores con el público depende la percepción de la obra. La ficción, en las más grandes obras, es una conversación sobre la condición humana.

¿Por qué entonces nos asusta algo que se supone es “de mentirita”? El problema es que la ficción hace todo lo que el Estado y sus instituciones no: suponer, conjeturar, cuestionar. La ficción plantea conflictos, cuestiona verdades oficiales, llena los vacíos. George Orwell hizo la crítica más grande al totalitarismo soviético y a la vez la más fácil de entender en Animal farm, donde los cerdos hacen una revolución y derrocan a los humanos de la granja donde viven. La paradoja es que al distanciarnos de la realidad humana a través de la fábula de la revolución animal y reconocer el proceso de corrupción del cerdo Napoléon, reconocemos un gran retrato de los dictadores de nuestra especie.

(Foto: Diario El Comercio)

(Foto: Diario El Comercio)

A mucha gente le ha costado la vida ejercer la ficción. Las dictaduras de toda laya han perseguido y asesinado autores por tan solo tratar temas que no les gustan y cuestionar el pensamiento único: Isaac Babel, Reinaldo Arenas, Juan Gelman y un montón de nombres más. Y todo esto proviene de la consigna de la negación sistemática, de olvidar el pasado o negar el presente, y quedarnos con maniqueísmos chatos que no permiten la reflexión productiva sobre la historia. ¿Creemos que si hay otro rebrote grave de Sendero bastará con meterles bala a todos y olvidarnos del asunto?

Galindo, aparte de confesar que hace la denuncia pese a que no ha visto la obra, también declara:

«Yo comparto la libertad de ver obras teatrales, pero que tengan sentido positivo, que tengan un mensaje para la nueva  generación”

Estamos de acuerdo, señor procurador, en que la nueva generación debería saber más sobre la época de violencia interna. Pero… ¿Mensajes positivos sobre el tema de Sendero? ¿Canciones que digan «A la vida dile sí, al terrorismo dile no»? ¿Un musical con Elena Iparraguirre? ¿Un remix de Zorba, el griego?

Si quisiéramos que la ficción solo toque temas que nos agraden o que solo tenga protagonistas ejemplares y edificantes, deberían desaparecer del arte universal personajes como Humbert Humbert, el pedófilo de Lolita; Ricardo III, el tirano asesino; o Hannibal Lecter, el psicópata. Y sin embargo estos personajes nos fascinan en el fondo, porque podemos reconocer nuestros deseos prohibidos en Humbert, nuestra ambición desmedida en Ricardo III o nuestra satisfacción con la muerte ajena en Hannibal.

La ficción se mueve en el terreno prohibido, ese donde el monstruo de cerca se ve más humano porque se parece terriblemente a nosotros, y aceptar eso nos aterroriza. Si Sendero fue eficaz en esparcir su reino de terror y muerte no fue tanto por su fuerza sino por nuestra indiferencia y negligencia. Una obra como La Cautiva nos enrostra ese lado nuestro macabro y oscuro. En pocas palabras, nos reprocha. Paradójicamente, no se equivocaba el Ministro Urresti al calificar así la obra. La Cautiva no hace terrorismo, pero la ficción sí, amigos del gobierno. La ficción aterroriza al pensamiento único y lo amedrenta. No juguemos el juego del totalitarismo.

Regina Limo

Nerd feminista y lesbiana. Escribo guiones, narrativa y teatro. Leo como descosida y colecciono juguetes. También puedes leerme aquí Hueveo en Twitter como @reinadecapitada