metaperiodismo , redes sociales Miércoles, 31 diciembre 2014

Propósitos lornas del 2015: ponerse en el lugar del otro, no generalizar ni agredir, etc…

Este video es el mejor registro que he encontrado de la agresión contra Angélica Valdes en la última marcha:

La periodista estaba haciendo su trabajo: reportando la marcha. Entonces, un grupo de gente se le fue encima. No solo se pusieron a gritar: le lanzaron botellas, le bloqueaban el paso a su móvil. A otro camarógrafo le gritaban algo sobre Ivcher (¿saben que Baruch Ivcher no es dueño de ningún medio en este país desde hace como dos años, no?).

El fotógrafo César Manuel Jumpa estuvo en la marcha y tiene varias fotos de la agresión (y de los agresores). Pero, además, lean su texto:

Fotografía: asdf asdfadsf

Reportera de América se refugia en su móvil. Fotografía: C. M. Jumpa

Había por ahí alguno que trataba de decidir quien puede y quien no puede tomar imágenes en una plaza pública en medio de una protesta pública. Sin embargo no saben que la policía espera hasta que no haya cámaras para poder repartir palos como le da la gana, como le pasó, por ejemplo, a un grupo en la segunda marcha, luego de que casi toda la prensa se fue (y no, compañero pulpín, no se van porque no quieren cubrir la violencia, se van porque tienen que llegar al diario antes de la hora de cierre, porque ya cumplieron su horario de trabajo o porque simplemente mañana entran temprano y necesitan dormir).

Preciso momento en que un camarógrafo de Latina recibe una bolsa de basura en la cabeza. Fotografía: C. M. Jumpa

Preciso momento en que un camarógrafo de Latina recibe una bolsa de basura en la cabeza. Fotografía: C. M. Jumpa

Y tampoco es cosa de negar nuestro instinto carroñero (o sea, donde olemos sangre, ahí vamos) pero dentro de todo las cámaras cumplen un rol para evitar la violencia, documentan, ayudan a que el tombo no se pase de pendejo. O, al menos, eso creíamos. Porque anoche Urresti fue mas inteligente. Casi me lo puedo imaginar con esa media sonrisa y la gorrita encajada en su calva, planeando con sus subordinados, preguntándose: «¿Para qué quiero ser violento yo, si puedo ser mansito, si puedo dejarlos bloquear la Javier Prado por casi media hora, si puedo dejarlos caminar por la via expresa sin decir ni pio, tirándoles gas de lejitos nomás? ¿Para qué quiero ser violento yo, si siendo pasivo me gano mas puntos?   ¿Para qué quiero ser violento yo, si puedo provocarlos y hacer que los violentos sean ellos

Me ha sorprendido ver por ahí a gente celebrando esta agresión. Aquí debería entrar el primer propósito, que es una regla de oro: ponerse en el lugar del otro, en este caso, de la reportera. Creo que nadie quisiera pasar por eso. Por supuesto que el rol de la prensa es cada vez más lamentable, pero 1. ¿Por qué agredir a un persona? ¿estamos seguros que su labor individual es representativa de lo que detestamos de esa prensa?; 2. Aún si lo fuera (que no lo es), ¿utilizar violencia real es la respuesta de gente que se pretende con la autoridad moral para juzgar la violencia mediática?; 3. Al final, ¿quién gana con esta actitud? ¿Acaso no es Urresti, que ahora tiene la excusa perfecta para acusar de violentistas a los manifestantes?

Y aquí pasamos al otro propósito. No generalizar. Evidentemente, la gente que se animó a atacar físicamente a la periodista son los menos. Los que celebran en redes sociales pero realmente no se hubieran atrevido a ser tan bestias en la vida real, son más. Y, espero, son muchos más los que no se identifican con una actitud así. De hecho, los dirigentes de la protesta han deslindado con los agresores.

Pero esto no lo entiende mucha gente. Pasa al revés también. En Twitter vi a muchos periodistas exigiendo «garantías» a los líderes estudiantiles o «no cubrimos más las marchas«. Pucha que la gente no entiende cómo funciona esto de las redes, ¿no? Y, al margen de eso, caían en la generalización. Un poco como esto:

Aquí hay varias cosas. Para empezar, los chibolos pulpines no son los que salen a marchar. Son los chibolos que no quieren que los agarren de pulpines. La Ley del Trabajador Pulpín se llama así precisamente porque quiere agarrarte de lorna. Los que salen a marchar son gente en el extremo opuesto de la pulpinización. Es gente que está tomando una medida de fuerza. Que está indignada. Pero indignarse y joder no significa cruzar la línea de la violencia o el insulto o el refuerzo de prejuicios (un poco demás que algunos –creo que fueron los apristas– hayan cantado «Ollanta cocinando, Nadine gobernando«).

De la misma forma, para volver al video del amigo Jaime Chincha: no todos los que marchaban les gritaban «sucio policía» (lean esto) y tampoco todos los policías con heroicos (vean esto). Dejemos de generalizar y empecemos a tranquilizarnos. Ponerse en actitudes tan confrontacionales termina avivando el fuego de los radicales que atacan a los periodistas en la calle. Todo vuelve.

Por suerte el Año Nuevo es una buena oportunidad para darle vueltas a nuestro rol en la formación de opinión. No hablo de periodistas, sino de todos. Las redes sociales nos han dado la oportunidad –a cada uno de nosotros y no solo a los periodistas– de volvernos, en algún momento, en el guía de la opinión, las conductas y los actos de otras personas. Todos, ahora, tenemos un gran poder, que no estamos necesariamente administrando con gran responsabilidad. Yo sé que es más paja hacerse el más faite, el malulo, el que hace llorar a Gianmarco, por supuesto que sí. Agarrársela en mancha con alguien que no puede defenderse da hartos likes, retuits. Como aún da rating. Al final, es lo mismo. Los periodistas buscan su rating y tú, tus «me gusta» y tus RT. ¿Realmente hay mucha diferencia con lo que criticas desde tu pedestal? 

Ojo que este no es un llamado al aburrimiento ni a pasar todo por agua tibia ni a tomarnos toditos de las manos y dejar que todo pase piola. No. Tampoco estamos diciendo que este blog se haya salvado de eso. Nada que ver, por algo estamos usando la primera persona. Muchos menos estamos anunciando que vayamos a abandonar el humor como arma retórica. No, este es un post casi en borrador, con la esperanza de aclarar las ideas en la conversación con ustedes. Estos son unos apuntes personales rápidos, de qué debería desatar nuestra rabia y qué no. Unos ejemplos finales: Urresti irrumpiendo en una exposición de arte de Movadef es un tema debatible. Urresti mintiendo sobre las cifras de sus incautaciones de droga, no es debatible. Movadef defendiendo el recuerdo y la vigencia de los ideales sanguinarios de un grupo terrorista, tampoco. Hay temas en los que uno debe marcar la línea. Pero hay que marcarla y no lanzarse a ciegas. Pensemos bien todos dónde la trazamos. Y sigamos debatiendo.

Feliz 2015.