noticias , politica , sociedad Sábado, 15 noviembre 2014

Dos artículos que explican por qué el show del ministro Urresti no debería darnos risa

Diego Pereira

I'm back, bitches » @algunpereira » diego@utero.pe

El ministro del Interior, Daniel Urresti, estelariza dos artículos de opinión luego de su presentación en el CADE (donde se robó el show). Te podemos ir adelantando la conclusión: el ministro es gracioso, pero ese no es el único problema.

 

«Asu mare», un unipersonal de Urresti

Nada por aquí, nada por allá. Foto: The Guardian

Nada por aquí, nada por allá. Foto: The Guardian

Alfredo Bullard dice que ver a Daniel Urresti en una de las presentaciones del CADE fue como ver la obra de teatro de César de María «¡A ver, un aplauso!» que trata de dos payasos (uno tuberculoso, al borde de la muerte) que se pasean por Lima haciéndote reír cuando lo que deberías hacer es llorar.

Lo cierto es que Urresti no tiene formación actoral pero cuando se para en un escenario sí arma un espectáculo que merece un aplauso (pero lento y marcadamente sarcástico):

El ministro Urresti hizo chistes y bromas para contarnos el drama de la inseguridad en el Perú. El humor es admisible cuando es una forma de explicarnos y hacer entendibles nuestros problemas. Pero no cuando se usa como mecanismo para no decir nada y evadir soluciones.

Cierto. Sin embargo, Urresti se mantiene como el ministro más querido de los últimos tiempos. ¿Por qué?

Urresti es una perfecta expresión del populismo efectista (no efectivo) de decir a la gente lo que quiere escuchar y no lo que tiene que escuchar. A lo Melcochita nos llenó de chistes: “La cocaína es muy barata en el Perú, solo mil quinientos dólares. Ah, señor, ya vi cómo está salivando” mientras señalaba a un supuesto asistente entre el público. La gente se rio y aplaudió (como en el circo, cada quien es libre de reírse y aplaudir de lo que quiera). Explicó cómo se arma un kete. Cautivó a algunos empresarios anunciando: “Pondremos policías en el bulevar de Asia para que sus hijos vayan a un sitio en el que les aseguro no habrá ni un gramo de droga”. Por supuesto que varios aplaudieron.

Y claro, una presentación así ameritaría una extensa temporada en el Satchmo, un tour por provincias y dos películas producidas por Tondero (idea millonaria ah). Bullard relata como el espectáculo continuaba:

Cuando se le venció el tiempo (uno esperaría que el llamado a gestionar el orden y el cumplimiento de las reglas en el Perú daría el ejemplo), acudió al asambleísmo plebiscitario de gritar “¿Quieren que me vaya?” para escuchar un alargado (pero no mayoritario) “Noooooo”. Y se quedó una hora adicional.

Es risible, pero es preocupante porque esa no es su chamba. Reírnos del homicidio, el narcotráfico, los marcas, los asaltos y todos los hijos de la inseguridad ciudadana no hace que estos problemas desaparezcan.

 

Reiteramos: no es gracioso, es triste

AYÑÑÑ. Foto: Desde el tercer piso

AYÑÑÑ. Foto: Desde el tercer piso

Pedro Tenorio también tiene algo que decir sobre esta presentación, sobre todo porque el 46% de los asistentes aprobaron la gestión de Urresti, lo que para él habla de « lo lejos que estamos de una verdadera clase empresarial dirigente». Au.

Se dirá que 54% -la mayoría- no gustó del favorito de Palacio y que estoy exagerando, pero lo que me preocupa es que un alto porcentaje -casi la mitad de los encuestados por Ipsos Perú, ¡vamos!-, entre las personas con acceso a la mejor educación del país, piense que Urresti lo está haciendo bien.

La cifra confirma, además, que para un sector importante de empresarios y ejecutivos, contar con una visión a mediano y largo plazo, mediante planes de trabajo con objetivos preestablecidos, es algo que está muy bien para las compañías que ellos lideran, pero no tanto para el país, pues basta con el “circo” que el ministro del Interior implementa como principal bandera contra la delincuencia.

¿Por qué para Economía, Producción y Educación sí está bien pedir tecnocracia pero para la Policía Nacional pedimos trucos y chistes? Tenorio también cuenta de las carcajadas generales que provocaba Urresti.

El problema es muy complejo y pasa por el cambio de nuestro propio “chip” respecto a las prioridades del país. Que el Presidente necesite un histrión para sumar puntos en las encuestas es una cosa, otra que un auditorio de ejecutivos acepte gato por liebre. Ojalá que respecto a ese 46% que festeja a Urresti, mi buen amigo Pablo de la Flor, presidente de esta CADE, no haya arado en el desierto.

¿Será que Urresti tiene demasiado carisma?, ¿será que el Ministerio del Interior alista su unipersonal?, ¿será que el CADE es, principalmente, una convención a lo Comic-Con?

Lo cierto es que Urresti no es el único problema.

Diego Pereira

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