literatura Domingo, 30 marzo 2014

Un cuento uterino de las mil palabras

Nuestra colaboradora Regina Limo a.k.a. Reina Decapitada recibió una mención honrosa en el concurso El Cuento de las Mil Palabras. Aquí lo publicamos, orgullosos de nuestra reina.

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Meta-morfosis

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Macarena despertó sobre su cama convertida en un monstruoso insecto.  Su primer pensamiento fue que tendría que programar una rigurosa dieta pues el caparazón que ahora era su cuerpo no cabría en sus ropas.  Fuese como fuese, decidió concentrarse en sus labores cotidianas.

Agitó las patitas para darse impulso, se incorporó de la cama y se puso a hacer el desayuno, pero los gritos destemplados de su hija no le permitieron continuar. Esta se desmayó y el tazón de avena terminó derramado sobre el piso, mientras el hijo menor sacaba su celular y fotografiaba a su madre. La imagen de la mujer insecto rebotó en redes sociales y, a las nueve de la mañana, apareció el primer periodista. A las diez, ya la casa reventaba de reporteros que embutían sus cámaras en cualquier rincón y le preguntaban a Macarena cómo era la vida invertebrada o si padecía alguna enfermedad congénita. Algún reportero un poco más avisado le preguntó si había leído a Kafka. Macarena solo decía que le gustaba cocinar y hacer sudokus, y rogaba que alguna empresa le donase ropa adecuada, ya que, aunque era un insecto, le seguía preocupando mucho el pudor.

Su foto apareció en todos los diarios. Algunos titulares hablaban de la primera señal del fin del mundo. Un puñado de científicos acudió a casa de Macarena a tomar sus muestras biológicas, y tuvieron que enfrentar a los grupos de fanáticos religiosos que oraban en la vereda de la casa. En sus pancartas exigían que el monstruo fuese encerrado a buen recaudo. Macarena se limitaba a observar por la ventana mientras continuaba preparando la lonchera de sus hijos. En televisión, el Ministro del Interior declaraba que la presencia del insecto humano no parecía constituir una amenaza para el país.

El conductor más famoso la invitó a conversar en su programa. Le obsequiaron nuevas ropas, que Macarena lució orgullosamente en la entrevista. El tipo le preguntó qué opinaba de la situación política. Esto generó un nuevo titular: “Mujer Insecto pide más seguridad al Presidente”. La gente opinaba en las redes sociales que Macarena decía muchas verdades, y algunos la detenían en la calle para abrazarla y decirle que la admiraban, que no importaban su cuerpo o sus antenas. Los niños se tomaban fotos con ella, y los vendedores del Centro reemplazaron los juguetes chinos por pequeñas estatuillas de Macarena convertida en insecto.

De pronto, ya no tenía libre ningún momento del día. Contestaba el teléfono para diversas entrevistas radiales y coordinaba la seguridad que el gobierno le había puesto para evitar agresiones. Hubo un enfrentamiento entre la policía y los fanáticos religiosos, que se resolvió con lacrimógenas de por medio. Además, un lunático había intentado romper su puerta a patadas para atacarla con insecticida. Era el moderador de un foro de internet donde se había discutido acaloradamente la posibilidad de que Macarena fuese una enviada de los reptilianos.

De alguna parte, apareció un tipo con una maleta que le ofreció ser su representante y, agitando uno de los muñequitos comprados en el Centro, dijo que era muy importante cuidar los derechos sobre su imagen. Fue bastante oportuno. En menos de un día recibió tres propuestas: ser la atracción principal de un circo itinerante, conducir un programa para amas de casa o presentarse en el teatro. Su asesor de imagen le aconsejó que eligiera la televisión. Empezaron a grabar episodios inmediatamente. Los hijos pudieron comprarse un Play Station y un nuevo televisor de 34 pulgadas.

A pesar de que los científicos anunciaron que los análisis no habían revelado nada anormal, que Macarena era simplemente una mujer con forma de insecto, la polémica continuaba. La discusión más encendida se suscitó entre un pastor protestante y un biólogo. Los insectos que hablaban, decía el pastor, no formaban parte de la creación de Dios, por lo tanto no podían ser sujetos de derechos como los humanos. ¿Los insectos se enamoraban? ¿Los insectos podían firmar un contrato? ¿Los insectos podían tener orgasmos? Esta última pregunta tuvo una pronta respuesta cuando la conductora del programa hizo pasar al set al Hombre Avispa, un tipo que se había despertado convertido en himenóptero, y aseguraba producir a cualquier mujer un placer más intenso que el más potente galán porno. Los productores registraron casi trescientas llamadas de féminas que decían estar dispuesta a probar aquella hipótesis.

Por aquella misma época, en Brasil, una embarazada planeaba tener trillizos, pero en su lugar dio a luz tres larvas de hormigas tamaño bebé. Los medios nacionales difundieron las noticias de aquella madre orgullosa, que en las fotografías aparecía sonriente al lado de tres hormiguitas de medio metro que construían un hormiguero gigante al pie de una favela. La mujer decía que en vez de un pan, aquellos retoños traían una casa bajo el brazo. Al principio, Macarena era solicitada para opinar sobre estos nuevos sucesos, pero, una vez que llegó el décimo caso de nacimiento de hormigas, las llamadas cesaron.

El asesor de imagen no acudió más a su casa. Los fanáticos religiosos desaparecieron de su jardín. Solo quedaba un policía en su puerta. Lo dejó ir porque le dio pena verlo bostezando todo el rato. Los titulares de los diarios empezaron a ocuparse de las avispas y las hormigas. Ya pocos le escribían en su perfil de redes.  Un buen día, se dio cuenta de que al fin tenía tiempo para ver una nueva telenovela. La trama contaba que el galán se enamoraba de una mujer mariposa. Fue entonces cuando el gerente del canal le envió una carta en la que anunciaba la cancelación de su programa, y le mandaba un cheque por una cantidad generosa.

Macarena nunca encontró la forma de revertir el proceso que la convirtió en insecto, pero su vida, a partir de entonces, volvió a transcurrir con absoluta cotidianeidad. Llegó a acostumbrarse a su existencia invertebrada, salvo que los viajes en bus solían ser muy incómodos porque las antenas se le doblaban contra el techo del vehículo.