historia , internacionales , noticias Martes, 21 enero 2014

Camino a La Haya: las jugadas internacionales de la Cancillería peruana

Hace un año se inició la fase oral del litigio en La Haya. Entonces publiqué esta nota para INFOS, sobre cómo el Perú llegaba a este punto inusualmente fortalecido en el panorama internacional. Estas son las historias de cómo la Cancillería peruana desplegó esfuerzos, a lo largo de dos gobiernos, y tuvo que tragar algunos sapos, para conseguir el mejor escenario sin dejar de prepararse para el peor.

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A fuerza de tanto abusar de él, los periodistas hemos desgastado el adjetivo “histórico”. Pero no existe otra palabra para definir lo que empezará a suceder desde el lunes. Y quienes frecuentan y trabajan en Torre Tagle lo entienden mejor que nadie.

—La clave para entender todo es esta: en los últimos años la razón de ser de la Cancillería ha sido y es La Haya —dice un observador privilegiado—. Lo demás es ilusión.

En los últimos días, INFOS conversó con diplomáticos, analistas y políticos para conocer las movidas diplomáticas que ocurrieron debajo del radar de la prensa, pero que han sido vitales para crear un contexto internacional favorable al Perú.

La idea era preservar la capacidad de interlocución con todos los vecinos, de manera que, para decirlo en lenguaje diplomático, “se pueda procesar mejor una situación proveniente de un hipotético incumplimiento chileno”.

Es decir, lo que en estos momentos llamaríamos mirarse en el espejo del caso Nicaragua-Colombia. En caso de que Chile pierda y decida ignorar el fallo, el Perú estaba obligado a tener las mejores relaciones del vecindario. Con miras a La Haya, no podía darse el lujo de tener los demás frentes abiertos.

—Eso nos obligó a modular algunas aspiraciones en temas puntuales.

El problema es que vivimos en un barrio claramente polarizado: entre los países que giran alrededor de la órbita chavista y los que la confrontan. Si la idea era no ganarse una confrontación con ninguno, había que hilar muy fino.

CHICO DE MI BARRIO

—Si por obra del demonio el señor García llega a ser presidente del Perú voy a retirar mi embajador del Perú —anunció el presidente de Venezuela, Hugo Chávezen abril de 2006, durante las elecciones de ese año. Lanzó algunos insultos floridos y continuó—. No vamos a tener relaciones con un presidente de esta calaña.

Cinco años después las relaciones con Venezuela no solo continuaban sino que eran tan buenas que el mismo Chávez optó por no enturbiarlas y se mantuvo al margen de los comicios del 2011. Todo esto con Alan García de presidente.

Todos los consultados por INFOS reconocen que la gestión de José Antonio García Belaunde al frente de la Cancillería dejó un escenario de relaciones bilaterales recompuesto. No fue fácil. No solo Chávez y García habían intercambiado puyazos muy duros. Por ejemplo, Evo Morales, presidente de Bolivia, tampoco escatimó adjetivos para García a lo largo de toda su gestión.

En cierta ocasión, visitando Palacio de Gobierno, Evo dijo que su anterior visita había sido cuando el presidente peruano era “más flaco y más antiimperialista”. Entre dientes y sin perder la sonrisa, mientras ambos posaban para las cámaras y creyendo que no lo escuchaban, García le respondió:

—¿Cómo jodes, no?

Sin embargo, en 2010 Perú y Bolivia firmaron el Acta de Ilo, un documento con facilidades en materia portuaria y libre tránsito hacia el océano Pacífico. Alan y Evo se estrecharon en un abrazo frente al mar.

En cierto momento, Perú y Colombia eran los únicos países de América del Sur con gobiernos que podrían llamarse de derecha. “Estábamos fuera de la collera, si quieres verlo en términos barriales”. El objetivo fue, entonces, “preservar la capacidad de interlocución con todos”.

Desde el punto de vista de algunos, la elección de Ollanta Humala facilitó las cosas. Su versión “moderada” tenía, más que nadie, el potencial de convertir al Perú en un país de convergencias. De hecho, lo primero que hizo como presidente electo fue emprender una gira regional. Además de visitar a los de su “collera” de la izquierda latinoamericana, Humala se dedicó a tranquilizar a los países del “otro bloque”, que podían temer un giro en las políticas económicas peruanas.

El otro bloque consiste principalmente en lo que ahora es la Alianza del Pacífico, firmada en junio de este año por México, Colombia, Chile y Perú. Nuestro país tuvo la capacidad de integrar esta alianza con esos tres países de gobiernos más bien conservadores porque se mantuvo el rumbo de la política exterior peruana: no guiarse por ideologías sino por intereses comunes.

TÁCTICA Y ESTRATEGIA

En las relaciones internacionales, el bilateralismo se refiere a los acuerdos y políticas entre dos países. Por su parte, multilateralismo tiene más que ver con lo que ocurre dentro de los organismos y acuerdos entre varias naciones (ONU, OEA, Unasur, son los ejemplos evidentes).

Lo que hemos estado haciendo todo este tiempo es un bilateralismo multilateralizado —explica una fuente muy informada—. Es una estrategia bilateral repetida ad infinítum.

Parece simplista, pero en su ejecución tiene muchas complejidades.

La idea es que estas acciones bilaterales crean un contexto en el que, de darse la eventualidad de que el Perú tenga que pedir algo, exista un terreno fértil con ese país. Eso, algunas veces, implica conceder en temas específicos.

—A los diplomáticos nos corresponde administrar la concesión. Ese es nuestro trabajo.

Esto lo tuvo claro la gestión de Rafael Roncagliolo al frente de la Cancillería, en la que la continuidad de las políticas fue la clave.

Un ejemplo: Comex y otros gremios empresariales han señalado, desde hace años ya, que Argentina ha aplicado importantes restricciones comerciales al Perú. Esto genera una balanza deficitaria: el Perú compra mucho más de lo que vende a Argentina. Las últimas barreras se impusieron hace pocos meses y la reacción oficial peruana ha sido particularmente serena. En circunstancias distintas, no habríamos sido tan pacientes.

En junio de este año, el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, fue destituido en medio de lo que algunos llamaron un golpe de Estado institucional. En ese momento Lugo ejercía la presidencia pro témpore de Unasur. Se convocó a una reunión extraordinaria del organismo en la que se le otorgó la presidencia pro témpore a Ollanta Humala, que la ejerce hasta hoy.

El Perú nuevamente se encontró en una posición internacional delicada. Nuestro país pudo tener un protagonismo más decidido, pero prefirió resignar escenarios de solución del caso Lugo. La idea es evitar, siempre, posiciones que pudieran ser interpretadas como ideológicas.

Otro caso fue el de Julian Assange, fundador de Wikileaks. La crisis diplomática entre Ecuador y el Reino Unido ocasionó una sesión especial de cancilleres de la OEA, presidida por el peruano Rafael Roncagliolo.

En la reunión estaban representantes de Canadá y Estados Unidos, estrechos aliados de los ingleses.

La OEA, finalmente, emitió una resolución apoyando a Ecuador, pero que no exigía nada al Reino Unido en materia del asilo solicitado. La resolución no se votó, sino que se aprobó por consenso. Canadá se disoció de lo aprobado y Estados Unidos hizo una aclaración evitando expresar solidaridad con Quito, pero eso fue todo.

Incluso para observadores independientes como El País de España, se trató de un apoyo “tibio” a Ecuador. Pero la Cancillería logró su objetivo de alejarse de posiciones extremas.

HAYA O NO HAYA

Las relaciones con Ecuador son especialmente importantes por dos motivos. El primero es por la suscripción del Acuerdo de Intercambio de Notas de Límites Marítimos con Perú, en mayo del año pasado, en el cual nuestro gobierno aceptaba formalmente la Carta Náutica que Ecuador había inscrito en la ONU. Así se terminaron de definir los límites entre ambos países. La parte terrestre ya estaba resuelta, luego del acuerdo de paz de 1998. Faltaban los límites marítimos.

Este Acuerdo no solo es un precedente que puede invocarse durante el juicio en La Haya, sino que convierte a la frontera marítima con Chile en el último asunto limítrofe pendiente de nuestro país.

—Tú puedes dividir la historia del Perú, en cuanto a política exterior, en tres partes —explica un analista—. El primer siglo fue el de la definición de espacios, la lucha por consolidar un territorio independiente como país. El segundo siglo, el siglo XX, fue la lucha para fijar las fronteras, establecer líneas definidas entre los países.

Para cerrar el segundo siglo, lo que falta es acabar la disputa marítima con Chile. El cuerpo diplomático asegura estar trabajando no para que se cumpla un hipotético fallo favorable de La Haya, este es un mero instrumento, sino para un objetivo esencialmente histórico: que se resuelva la controversia de una vez y para siempre.

—Lo importante no es dónde está la línea, sino que no hayan dudas de dónde está la línea.

Y una vez que eso esté establecido, podremos entrar al tercer siglo, en el que esas líneas se borran y los países se integran. “Primero está el derecho y, luego, la confianza”. Una vez que las fronteras están fijas, empieza la verdadera hermandad.

Ese es el segundo motivo por el que las relaciones con Ecuador son importantes. Perú resultó ganador de una larga y cruenta disputa territorial y, una vez superada, estrechó las relaciones con el país del norte.

Hace un par de semanas se llevó a cabo el sexto gabinete binacional entre ambos países. El presente con Ecuador podría ser el futuro con Chile.

—Allí le hablas a Pedro para que escuche Juan.

Como ya se ha dicho, dentro de la Cancillería preocupa el ambiente de excesivo optimismo que se está gestando en estos días: en caso de que el fallo no fuera favorable, la frustración de expectativas demasiado altas podría ser muy dura de llevar.

Pero hay otro escenario, igual de delicado: que el fallo le dé la razón, en parte o completamente, a nuestro país. Hemos visto lo que ha hecho la Cancillería para preparar un contexto externo favorable en caso de que Chile desconociera la resolución. Pero incluso si Chile acatara un hipotético fallo desfavorable a ellos, el Perú, internamente, deberá “gestionar la revancha”, la predecible reacción de muchos sectores marcados aún por la derrota de la Guerra del Pacífico. La idea no es exacerbar los antagonismos, sino todo lo contrario.

Sea cual sea el resultado en La Haya, el siguiente objetivo de la política exterior peruana es pasar la página lo más pronto posible y empezar a trabajar en un futuro en el que las fronteras sean la última prioridad.