cine , literatura , musica , periodismo Jueves, 9 julio 2009

Magaly Solier, la diva del campo

solierEste blog se asume nomás como blog no oficial de los fans y amix de Magaly Solier (junto a Heduardo y el Malapalabrero). Así que cumplo con avisarle a la cofradía -y a los que gustan de la buena pluma- que Juan Manuel Robles pasó tres meses tras la Solier, hasta su chacra en Huanta, y el resultado de dicha persecusión se ha convertido en el plato fuerte del último Etiqueta Negra. Extractos:

«A Magaly Solier le gustan también los chicles de fresa rojos y gruesos y unos caramelos de limón rellenos de líquido efervescente. En la calle, siempre andará surtida de chicles. Cuando está en casa, en cambio, prefiere chacchar hojas de coca frente a su Macbook.»

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«Si hay algo que todos notan la primera vez que ven a Magaly Solier, aun sin conocerla ni saber su historia, es esa atmósfera general de antiguo dolor que parece resumirse en la pequeña manchita oscura que la muchacha tiene en la parte blanca del ojo derecho. En ocasiones, la actriz lanza una mirada triste y confundida –como diciendo «¿por qué?»– y entonces el falso lunar brilla nítidamente como una redundancia que, curiosamente, no desentona ni genera melodrama. Por el contrario, esa marca en el globo es la esencia misma del carácter de la actriz: irradia dolor, pero no lástima. Parece superficial, pero tiene la profundidad de una estaca en el corazón. Deteniéndose un rato más, uno empieza a sospechar algo muy cierto. Que la mancha oscura es una herida.»

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(Sobre el caso de Lorena Bobbit)

«–¿Pero él le pegaba?

–Sí, tengo entendido que le pegaba, mucho.

–Entonces, bien hecho, por pegalón. Así se queda sin su cosa.

–Mmm, me temo que se la pusieron de nuevo, Magaly.

–¿Qué?

–El pene, se lo pusieron de nuevo. Lo buscaron y lo encontraron cerca de la casa. La mujer lo tiró al jardín por la ventana, pero no muy lejos. Lo operaron.

–Qué estúpida. Yo que ella lo hubiera pasado por el water

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«A pesar de que en Lima hay más de un millón de quechua hablantes, los estudios presumen que la descendencia no aprenderá ese idioma porque los padres no les enseñarán. ¿Para qué hacerlo? El quechua deja un rastro gramatical muy particular, que en la ciudad se llama «mote». El orden en las oraciones es distinto. Suena chistoso.

–Cuando yo fui a Lima –dice Solier–, vi Star Wars y me di cuenta que yo hablaba como Yoda.»

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«Quizá hay algo incompatible en todo esto y ella lo nota. Segar maíz en la chacra y volar a los escenarios del mundo. Degollar cuyes y grabar un nuevo disco en Europa. La hoz de metal y el oso de oro. Bertha, su hermana, le ha dicho a mamá Gregoria que venda la chacra y vaya a vivir a Lima. Magaly Solier se niega rabiosamente. Se aferra a la tierra con vehemencia. Luego de la pachamanca –los cuyes ya están cocinándose–, pasará dos semanas trabajando en la chacra, sudando y tensando los músculos. Su madre le ha dicho que una actriz no debería malograrse las manos. A ella le importa un pepino. En unos días, le comprará a doña Gregoria un cerdo y una vaca nueva. La vaca le costará cuatrocientos dólares.»