noticias , politica Jueves, 2 octubre 2008

Por qué no se va Alva Castro

alva.jpgHay varias explicaciones. Pero una de ellas, definitivamente, son los gobernadores. Suena monse pero no lo es.

A ver. El ministerio del Interior designa y maneja directamente a los 1834 gobernadores de nuestro Perú (cada uno por distrito, sin contar a los gobernadores de provincia). Un reciente Decreto Supremo (006-2008-IN) del Ejecutivo los acaba de convertir en los todopoderosos supervisores de la aplicación de 18 programas sociales en cada una de sus zonas. Susana Villarán explica las consecuencias:

¿Por qué un presidente que había prometido en su campaña que desaparecería esta arcaica institución de los representantes políticos directos del Presidente de la República la ha mantenido? Respuesta sencilla: el recurso a los programas sociales es un botín para quien requiere imperiosamente recuperar lugar en los sectores populares que le han dado la espalda. (…)

Con este Decreto, firmado por el presidente, el jefe de gabinete y el ministro del Interior, los 1,834 gobernadores tienen injerencia en programas tan importantes como Pronamachcs, Provías, Alfabetización, Techo Propio, Agua para Todos, JUNTOS, los programas alimentarios y de nutrición, de electrificación rural, Trabajar Urbano, Mi Empresa, entre otros. (…)

Córpac es el instrumento político para echar a andar, desde la Dirección de Gobierno Interior, la maquinaria clientelista y manipuladora de las comunidades más pobres de nuestro país. El objetivo es que el presidente y el partido de gobierno puedan copar espacios que les corresponden por ley a las y los alcaldes y presidentes regionales en la administración de programas sociales que deben ser manejados con transparencia y efectividad. Para eso están las Mesas de Concertación para la Lucha contra la Pobreza. Pero este no es un gobierno de concertación, sino de confrontación y copamiento.

Los gobernadores configuran un exceso de burocracia que duplica las funciones de alcaldes y gobiernos regionales. Pero que sirve, efectivamente, como maquinaria clientelista. Y alguien del partido tiene que aceitar la maquinita, pues.