periodismo , politica Miércoles, 19 septiembre 2007

Miroslav Lauer vs Claude Maurice Mulder

miroslavmaurice.jpgCalma, oh cultores del peruanísimo arte de la diatriba, que el título no os conduzca a engaño. Aunque suene a debate epistolar entre intelectuales europeos de inicios del siglo XX, nuestro Celebrity Deathmatch de hoy se ubica a eones-luz de aquellos académicos referentes. El domingo pasado, Mirko Lauer escribió una columna titulada Un mongo, a raíz de los ataques de Mulder a las ONG:

En los últimos tiempos Mauricio Mulder ha retomado su conocido frenesí declaratorio, en esta temporada contra las ONGs, los blancos (¿?), los opositores, entre muchos otros. Con esto estaría buscando contrapesar la ola de repudio que se le viene dentro del Apra, que reclama congreso partidario, recambio en la dirigencia, y menos descaro derechista.

Mulder fue aupado a una secretaría general al alimón con el exclusivo fin de aguarle la fiesta a Jorge del Castillo, que ya había ganado el cargo para todo fin práctico. El triunfo del 2006 ha dejado a Mulder solo en una cancha que le queda enorme, y que él pretende llenar haciéndole la danza del vientre a la prensa del fujimontesinismo. (…)

De tanto declarar se está volviendo un verdadero Cantinflas. Luego de rasgarse las vestiduras por lo del ALBA, en lugar de hacer una acusación concreta, que sustente su indignación, ofrece «mantenerse muy alerta». ¿Los contribuyentes le pagamos para que se mantenga «muy alerta» o para que investigue antes de lanzarse a declarar? (…)

Muchos personajes oficiales incómodos comentan que Mulder no es toda el Apra y que no tiene nada que ver con el gobierno. En los hechos el congresista aparece como una especie de Julio Favre versión Alfonso Ugarte, aunque allí probablemente no sobreviviría una semana sin el indispensable apoyo de Alan García, su inventor.

Pasó una semana y la réplica del popular Perro’e chacra ha sido de magnitud 7.9. Mulder le responde hoy al «señorito Miroslav Lauer» con una columna en Correo titulada «Señorito de alcantarilla«. Un terrible fragmento:

Si en los seis años que trabajamos juntos en La República crucé dos palabras con él, sería mucho. Claro, ocasión no había. Mientras el común de los trabajadores de dicho diario y los periodistas en su conjunto trabajan diez o más horas diarias por mil o dos mil soles, el señorito trabajaba de 9 a 10 de la mañana, para no cruzarse con la plebe en la redacción.

Me enteraba de su existencia cuando, en pleno fragor de la lucha contra Fujimori, se quejaba melindrosamente ante el gran Gustavo Mohme Llona para que yo no ataque a Fujimori ni a Montesinos en mi columna. Le decía que, según contrato, yo sólo debía ceñirme a temas internacionales, y lloriqueaba que él y sólo él podía escribir sobre política y que lo mío podía “molestar” al gobierno. Sus llantos eran memorables cada lunes que se reunía el comité periodístico.

Claro, mis columnas son y han sido siempre polémicas pero directas y sin vericuetos vergonzantes, en cambio a él jamás nadie lo ha tomado en cuenta. Churriguerescos giros seudointelectuales que buscan esconder huachafería de medio pelo. Y claro, los lectores se descuelgan desde la primera línea. ¿Se imaginan el drama de un hombre que en la curva final de su vida, en la antesala de la senilidad rampante, se da cuenta de no haber dejado una sola columna memorable? Ni qué decir de algún “poema” que estoy seguro ningún peruano ha leído jamás.

Dios. Qué nivel. Como diría el poeta Aldo Mariátegui: «¡Jua, jua, jua!»